Canarias
Cada cuatro años sus habitantes disfrutan del privilegio de poder votar a políticos capaces de situar correctamente su región en un mapa
La política canaria interesa tanto al resto de españoles como la economía canaria, la literatura canaria o la estructura socio-cultural de la sociedad canaria. Es decir, más o menos nada. Habitualmente el reconocimiento de una cruda realidad de estas característivcas podría llevar a más de uno a escandalizarse o, al menos, a fingir cierta preocupación. Sin embargo, tratándose de las Islas Canarias, ni siquiera eso. Para el español medio se trata de una pseudo-colonia atlántica que históricamente ha tenido interés por:
– Ser el lugar ideal para vacaciones (y especialmente lunas de miel) francamente horteras y manejadas por tour-operadores que tratan de convencerte de lo “auténtico” de la experiencia. No obstante las excelencias de las Canarias para estos objetivos, la fortaleza económica de los españoles ha hecho a estas islas innecesarias a estos efectos debido a las mayores posibilidades de acceder, a precios populares, a garruladas del mismo estilo pero con más caché en el Caribe, donde se come todavía peor, el clima es si cabe más insoportable y la fauna y lugareños son aún más hostiles con el viajero.
– Tener un régimen fiscal diferente, que permitía acudir a las Canarias a comprar productos de electrónica doméstica de factura japonesa a precios muy competitivos. Lamentablemente la entrada en la Unión Europea ha obligado a modular estos beneficios fiscales y además ya no todo el mundo vive tan obsesionado por comprarse relojes de pulsera digitales. Añádase a ello la competencia andorrana, que tiene pistas de esquí como reclamo adicional y pilla mucho más cerca, y el cuadro de la decadencia canaria está pintado del todo.
– Estar cercana a importantes caladeros. Las buenas artes de la simpática flota pesquera española, que ha logrado en apenas tres décadas de ejercicio responsable y biológicamente sostenible de la pesca de altura esquilmar el más rico banco del mundo y ha conseguido que ahora empiece casi a la altura del Trópico de Cáncer, han eliminado también este encanto particular de las Canarias.
Así pues, ¿qué son estas islas para España hoy en día? Pues, esencilamente, un vestigio colonial que nos hace sentirnos más importantes ya que no sólo controlamos dos enclaves en el norte de África en medio del territorio de los malvados y abyectos marroquíes sino que también tenemos unas islas enfrente de su costa, aunque bien lejos de España. De esta lejanía, que no siempre los españoles aprecian en toda su magnitud, habla por sí mismo un dato: Madrid se encuentra a más distancia de Canarias que de cualquier capital europea de solera (Londres, Roma, o la dudosa París y la entrañable y hoy desposeída de tal rango Bonn). Conservar Canarias sirve para sentirnos mejor como españoles, para tener una plataforma para aislar a la inmigración ilegal (que por su cercanía con el África subsahariana llega a las islas con facilidad), para posibilitar turismo exótico de intelectuales europeos medio sectarios y, por último, para alentar esperanzas sobre poder llegar a meter mano a parte de las reservas petrolíferas que se intuye pueden existir en la plataforma continental del Atlántico norte frente a las costas de Marruecos.
Realizada esta prolija introducción, ¿qué puede esperarse de Canarias en estas elecciones? Bien poco, la verdad. La historia del voto canario se reduce a la articulación de mayorías de los partidos estatales que ganaban en ese momento a nivel nacional en coalición con los eviternos partidos políticos autóctonos. Estos últimos, sobre todo a raíz de su sabia decisión de integrarse en una Coalición (denominada, con original gracia, Coalición Canaria), han sido siempre una fuerza con la que se había de contar si se quería gobernar. Más que nada porque, dado que nunca han tenido problemas para cambiar al PSOE por el PP o viceversa, disponen de un poder envidiable: el que da la capacidad de, atendiendo a los meros intereses de presencia en cargos y algún regalito para los canarios que vender a su electorado, derribar gobiernos a su antojo. Con un único condicionamiento, que normalmente tienden a preferir coaligarse con quien manda en Madrid (forma de obtener algún favor adicional a cambio de un apoyo en las Cortes madrileñas que nunca pasa de ser testimonial) o con el que vislumbran que puede acabar haciéndolo en breve.
Las próximas elecciones autonómicas se presentan por ello como interesantes, más que en clave regional, en lo que hace a su repercusión nacional. O, al menos, a lo que pueden suponer como indicativo de lo que los hábiles políticos de Coalición Canaria (porque esta cualidad sí que es de justicia reconocérsela) crean que pueda ser el próximo Gobierno de Madrid en 2004. PP, PSOE y CC, previsiblemente, obtendrán, como siempre, resultados parejos, en torno al 25% de los votos. Es sencillo para CC aspirar a lograr incluso alguna distancia como partido más votado, dado el desgaste del PP con su chapapote gallego y el chapapote de bombas que ha inflingido a los iraquíes para liberar sus pozos de petróleo. De forma que la cuestión realmente central es ¿con quién pactará Coalición Canaria para conservar su Gobierno? ¿Con el PP, que a fin de cuentas está en el poder y que podría recuperarse de cara a las Generales y conservarlo? ¿O con el PSOE, apostando por Zapatero con un año de anticipación? Esta última apuesta es evidentemente más arriesgada, por cuanto supone cerrarse puertas si las cosas no salieran así (en la otra posibilidad los canarios, de acuerdo con su voluble historial, siempre se quedarían con la opción de romper el Gobierno de coalición con el PP si finalmente el PSOE ganara en Madrid), pero de esta gente puede esperarse, incluso, que opten por ella. Todo depende del número de consejerías que les adjudique el reparto y de ese tipo de principios de alta calado programático. Y la cosa no es sencilla, pues la naturaleza francamente insular de las Canarias multiplica los órganos de gobierno (cabildos insulares y cosas de ese estilo) y, con ello, las posibilidades de reparto y de hacer verdaderas filigranas con los inevitables equilibrios requeridos para un acuerdo que se precie.
Respecto de las figuras autóctonas de la política canaria vamos a abstenernos de realizar comentario de ninguna clase. Más que nada porque, por una parte, creemos que no son elementos realmente determinantes a la hora de influir en el voto. Pero, y sobre todo, porque ni siquiera los conocemos bien. Piensen en su situación personal, ¿cuántos de Ustedes son capaces de dar el nombre del actual Presidente de la Comunidad Autónoma?
La ventaja de estas elecciones es que, tras ellas, contamos con muchas esperanzas de que esta situación de clandestinidad se mantenga. Lo que conviene a los canarios, sospechamos, y además nos deja a los demás muy tranquilos.
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