Entrevista a Guillem Martínez
Guillem Martínez es periodista. En la actualidad caza bisontes en El País, así como en el programa satírico de TV3 Polonia –no se lo pierdan: ver una estatua de Franco en un museo cantando el “A por ellos, oé” merece la pena-. En la edición catalana de El País Martínez mantiene una sección –“Al futbol con…”- en la que se va al futbol con un pollo, se ponen las botas y sacan un artículo. Son artículos en los que Martínez es bien consciente de que el humor es lo contrario que la simpatía. Adicionalmente, Martínez es autor de, entre otros libros, “Pásalo”, escrito a raíz de a) el apagón informativo de la cultura española después de los atentados del 11-M y b) la llamada, ese mismo día, de un militar español con ganas de convertirle en panadero de Pamplona. Martínez, que escribe en castellano en Catalunya con menos problemas de los que tiene para escribir en castellano en España -snif- acuñó en su momento el sintagma “Charnego Power”, por lo cual las buenas personas debemos estarle agradecidos.
¿Qué hacías durante la transición?
EGB.
¿Qué significa el concepto tapón generacional?
Un tapón es un límite que obtura un recipiente, evitando la salida de, pongamos, líquidos. Una generación es, según Ortega, algo así como un máximo común divisor intelectual que relaciona a los pollos nacidos en un periodo de no más de 12 años. El tapón generacional, que he citado en alguna ocasión, sería así la obturación cultural que imprimen en las culturas peninsulares las personas que, en la segunda mitad de los 70’s, tenían alrededor de 30 años, y que ocupan todos los sacerdocios culturales por aquí abajo. El tapón creado tapona a varias generaciones. Tantas que la cosa invita a pensar que las generaciones posteriores al tapón no existen. O, al menos, no existe presión sobre el tapón, que vendría a taponar así una balsa de aceite. Las generaciones posteriores al tapón, a su vez, pueden optar por ser tapón, envejeciendo 30 años, zas, y compartiendo la cultura y las reglas del juego culturales del tapón. Reglas de juego y cultura que he dado en llamar en algún sitio CT, o Cultura de la Transición, o la cultura española democrática. La cultura española, en fin, desde hace 30 años no sufre cambios generacionales. Sólo cambios biológicos, que no afectan a ningún cambio cultural. Más bien, incluso, son la garantía de la continuidad.
¿Qué significa Franquismo-Pop?
Nada. Es el título de un libro que edité hace unos años -¿4?-, en cuyo prólogo me planteé por primera vez el funcionamiento de la cultura española actual. Allí descubrí –soy un poco ceporro- que la cultura española en los 70’s había realizado su propia transición –bueno, la cosa fue más ruptura que transición-, tenía su propia dinámica y todo apuntaba a que, cuando Franco la cascara, se iniciaría una edad de plata, de esas que suceden por aquí abajo en períodos democráticos. La cosa no fue así. La cultura española, después de los 70’s, fue desactivada. España ha vivido desde entonces un proceso de industrialización de la cultura, que ha creado cantidubi de profesionales de la cultura –como aquí el menda-, que comen tres veces al día y visten monos y monas. No se debe de confundir eso con una cultura potente, que tenga que decir algo al mundo, o a sí misma.
¿Para qué sirve la CT?
En www.guillemmartinez.com -les advierto que es una brasa-, me he pasado un año dibujando la CT. Bueno. Resumo. Hace muchos años, en una lejana galaxia, se inició una transición del –la palabra es- fascismo a la democracia. Ese esfuerzo notorio –único en su género que no provocó ningún tipo de juicio de Nuremberg-, supuso a su vez una ingente energía de esfuerzos para crear unidad, cohesión y estabilidad. Las izquierdas colaboraron al proceso con todo lo que usted quiera, más la desactivación de la cultura, que pasó a ser una forma de crear unidad, cohesión y estabilidad. Esos tres palabros, a su vez, pasaron a ser los pilares de nuestra cultura. Así, no es cultura española todo lo que no sea unidad, estabilidad y cohesión. Günter Grass, por poner a alguien, no es español, como su nombre indica. Pero gracias a la CT, no existe el rol de Günter Grass en España. O los Günter Grass españoles son pollos mal pagados, al filo de la indigencia, freakies y marginales. Nuestra cultura es inofensiva, simpática, anecdótica, nacionalista. La CT consiste en eso, y en como se elimina, sin mal rollo, sin polémicas, sin violencia apreciable, toda la cultura española que no sea eso. Diariamente. Continuamente.
Ya que aludes a G.Grass, ¿una polémica como la habida por lo que cuenta en su último libro sería posible aquí?
La polémica, tal y como ha funcionado en Alemania y en España, explica la cultura alemana y la española, esta mañana a primera hora. En Alemania, por lo que he visto, la polémica ha consistido en la fricción entre quienes veían que la mentira de Grass le deslegitimaba para hablar del pasado y entre quienes creen que tal mentira no deslegitima a Grass para nada. Los alemanes, vamos, discuten si la culpa impide hablar de la culpa. Es decir, discuten sobre la culpa. En España, por lo que he podido ver, no ha habido polémica. Tan sólo un puñado de pedorras han opinado que Grass es un tipo que no debe de dar lecciones, por la misma causa que nadie puede dar lecciones. Porque nadie está libre de pecado, etc. La polémica en España, vamos, ha servido para recauchutar el modelo de intelectual español, que no opina de nada, que no le toca la cresta al Estado ni harto de garnacha. El intelectual español, vienen a decir los pocos que opinado sobre el tema, no engaña a nadie, no como ese pelanas de Grass. En España, la polémica, por tanto, ha versado sobre la inocencia, sobre la reivindicación de un mundo sin culpables, sobre la no investigación de ningún pasado, sobre la no opinión. La polémica Grass, por otra parte, y tal como ha dibujado la polémica española, le viene tres tallas grandes a la cultura española, una cultura en la que el pasado de las personas no es importante –ni siquera, el reciente; ¿alguien recuerda los artículos de proto-extrema de derecha de algunos de nuestros all-stars el 11-M?- y donde, por cierto, ningún político o escritor ha sido SS, sino demócrata de toda la vida en todos los casos y épocas.
¿Por qué sucedió el apagón informativo del 11-M?
Un atributo de la CT es su verticalidad. La CT nació para defender un Estado. Es lógico que se movilice cuando sea necesario para tal fin. Así, el 11-M, para defender el pack unidad-estabilidad-cohesión, el Estado movilizó, en ocasiones vía llamada telefónica, a la cultura española, para que no se saliera de madre. Para mi gusto, aquel celo del Gobierno fue un barroquismo, que explica antes el carácter de aquel Gobierno que el de la cultura española. De hecho, no hacía falta llamar personalmente a la cultura para que se pusiera firmes. La cultura española / CT, es, recordemos, un esfuerzo para no buscarle los tres pies al gato, ni siquiera cuando tiene 3 pies. La presión gubernamental puede explicar el primer día de apagón de información, pero no los dos restantes, que se explican por dinámicas propias de la cultura española. La cultura española, en fin, no puede plantear la desestabilidad, ni siquiera cuando se produce. Como, en un ejemplo más reciente, no puede plantear ni siquiera que la Selección española no pasará de octavos.
¿El Estatut ha sido el 11-M de la prensa catalana?
Humm. La prensa catalana creo que ha informado bien. Otra cosa ha sido la prensa española, que ha tratado el Estatut y su proceso desde la inquebrantable adhesión a los principios de unidad-estabilidad-cohesión, y a la Transi como límite insuperable de todo. Hubo unos meses en los que fue posible leer el Estatut como algo no CT, como una reforma radical del Estado en la que, por primera vez, se sobrepasaba el marco y el estilismo de la Transi. Esos meses se sufrió la mayor descarga de unidad-estabilidad-cohesión en la prensa madrileña.
¿Es correcto interpretar la CT y la CB –o Cultura Brunete- como dos lecturas de la cultura enfrentadas?
Ni idea. Hace unos meses interpretaba la CB como la prima guarri y que no se depila de la CT. Ahora empiezo a creer que la CB empieza a ser algo original. Posiblemente, el mayor cambio cultural sufrido por aquí abajo en los últimos 30 años. Ha creado autores, lectores, consumidores, una industria e infinidad de productos escritos y hablados. La CT y la CB se parecen en que responden a una interpretación política de la Transi. Ambas matarían a su madre –y, snif, poéticamente la matan- por el pack cohesión-unidad-etc. Ambas ven en la Transi el do de pecho y la épica españolas. La diferencia es que la CB, a diferencia de la CT, es a) una cultura beligerante. Y que b) para lograr su mensaje ecuménico de unidad-estabilidad-cohesión precisa un enemigo identificable, malvado y con capucha. Consecuentemente, se está empleando a fondo para mantenerlo vivo. Humm. La CB es, posiblemente, la CT en manos de la ultraderecha, esa cosa que la CT no puede identificar como tal cuando también aboga por la unidad-estabilidad-etc. Otras culturas europeas con un pasado común al nuestro sí pueden. Lo que hace la CB en España no lo podrían hacer sus homólogos alemanes, austriacos o italianos, que serían empurados por revisionismo histórico. Y, en algún caso, me temo, por negación del holocausto.
¿Cuál es la relación de la CT con lo republicano?
Ni idea. ¿Qué es lo republicano? Estoy por decir que es una tradición familiar. En la ausencia de colectividad y de funcionalidad del palabro, ser republicano es como ser del Opus o de Cuenca. Una anécdota transmitida por papá o mamá. La CT ha tamizado, en todo caso, lo republicano a través de la sentimentalidad. A través de chorrocientas novelas y films, lo republicano es un sueño simpático, de tíos con buen rollo que fueron dados para el pelo por unos chicos malos que ya no existen. La CT, siempre que no sea beligerante y que no apueste por otro modelo político –es decir, siempre que siga siendo CT-, puede ser republicana. O anabaptista. EL pasado 14-A, te recuerdo, apareció un manifiesto ñoño, lloron, buenrollista, de apología del republicanismo. Que no cuestionaba nada y que no conducía a nada. Como una novela española sobre la guerra.
¿Y de ZP con lo republicano?
Ni idea. Lo que sí puedo defender en público es que ZP, en todo caso, es CT como un piano. Su solución a la reforma del Estatut –eliminar la plurinacionalidad del Estado, eliminar un sistema de financiación federal, calcadito del alemán, darle alas a CiU, el nacionalismo CT-, hace que la CT le debe una copa a ZP, que ha dejado las cosas como estaban durante unos años más. Es decir, a merced de lo que pacten dos nacionalismos, el español y el catalán, cada cuatro años.
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