GRAN HERMANO V

Fin de fiesta

España no decepcionó y le dio su más firme apoyo a Nuria (LPD, único medio de comunicación del mundo que con orgullo proclama su negativa a utilizar el seudónimo “fresita”, pues ya tiene bastante con lo de “sabeh”, ¿sabeh?), con un 53% de los votos proclamada vencedora indiscutible de la quinta edición del invento, el cual, más que experimento sociológico, alcanza con un hecho así la categoría de disciplina universitaria o de ocultismo, lo que Ustedes prefieran, pues en ambos lugares tienden a buscar una interpretación a lo aparentemente inexplicable (y con parecidos resultados, añadiría).

Podríamos decir que Gran Hermano, como los buenos vinos, mejora con los años. Pero, en realidad, no es así: si la primera edición siempre será inolvidable y la segunda nos obligó a enfrentarnos con nuestros más oscuros miedos y vicisitudes (¿Canneh o toltiya?), ya en el final de la segunda edición, una vez expulsado Cal.loh, se vieron los síntomas de una nefanda decadencia causada por el agotamiento de la fórmula (cuando se vio que los resultados del experimento sociológico, más allá de constatar la latente homosexualidad de casi todos los participantes, así como su coeficiente “diez puntos por encima de la media intelectual española”, no se podían validar científicamente el programa perdió credibilidad a espuertas, a diferencia de lo que ocurre con las escuelas de investigación) y también por el éxito del engendro “Operación Triunfo” en sus primeras ediciones.

Sin embargo, esta quinta edición ha sabido mantener desde el principio el sabor de los primeros Grandes Hermanos, la inocencia de los primeros momentos en la Casa; este Gran Hermano ha hundido, por fin, Operación Triunfo en el pozo ciego del que nunca debió salir (LPD, una vez más, demuestra su acierto a negarse desde un principio a subirse al carro del éxito mediático de Operación Triunfo, sabedores de que, a diferencia de Gran Hermano, OT carecía totalmente de interés); y este Gran Hermano ha demostrado, además, que las profundidades del alma española son mucho más insondables de lo que cualquier sociólogo pudiera sospechar espantado; este Gran Hermano, en resumen, ha sido magnífico: primero, tras la mujer tradicional, Aida, el público se afanó en expulsar al “moro” y a la “negra”, para después, imbuido de una efervescencia de orgullo y casticismo racial que ni en los años cuarenta, darle el triunfo a Nuria, su más fidedigna representante en la Casa. Algún malintencionado podría pensar que es lamentable que dado un conjunto de individuos A compuesto por elementos “por encima de la media intelectual española” salga triunfante el especimen del que podemos elucubrar más sospechas respecto de su superioridad intelectual. O, hablando en plata, que es patético que gane el más imbécil, ¿sabeh?

Sin embargo, una aseveración de este cariz supondría claramente alejarnos de las condiciones específicas del objeto de estudio; y es que, si bien es totalmente cierto, y está a estas alturas más que demostrado, que los concursantes de Gran Hermano están por encima de dicha media intelectual española, también lo es que el público, y en particular el público politono papichulo de coche maqueao, música tecno y pantalones pensados para generar problemas cardiovasculares, es fidedigno representante de la media intelectual española. Sin embargo, el público que no vota no lo hace porque tiende a pensar que así se identifica en mayor medida con los concursantes de Gran Hermano, privados de su derecho al voto (de la misma forma que muchos militares rechazaban el procedimiento democrático en los años setenta porque el Primero de ellos, y de España, SM Juan Carlos I, no podía votar); y, por tanto, siguiendo Gran Hermano, pero al mismo tiempo sin participar activamente en él mediante el sufragio, daban muestra de inteligencia y se acercaban más a iconos intelectuales como Cal.loh, ¿sabeh?

Pero dadas estas condiciones iniciales, ¿por qué vota el público que vota?Y, sobre todo, ¿por qué vota como lo hace? Cabría preguntarse, en este contexto, dos cuestiones capitales: en primer lugar, si no es lógico que este público trate de identificarse siempre con el concursante más Papichulo, esto es, más cercano a ellos en un insoportable entorno de intelectualidad tan asín, en la confianza de que votando a Nuria, a Ania y similares votan por un estilo de vida, una forma de ver las cosas (o, más directamente, de ignorarlas por pura estulticia); Nuria, al igual que Ania, gana no por imbécil, sino por normal en un contexto de insufrible pedantería como el que caracteriza a los demás héroes de la Casa, siempre preguntándose cuestiones vitales sobre el feeling en lugar de entusiasmarse por la salchicha de un italiano claramente metrosexual, en la afortunada terminología esbozada por El País Semanal (en sí mismo otro icono de la sociología: la única publicación del universo que consigue superarse a sí misma semana a semana siendo aún peor que la anterior), que considera a los “metrosexuales” como aquellos machos que, pese a mantener su heterosexualidad, no renuncian a desarrollar su lado femenino (el cual, según El País Semanal, consiste en tener una colección de zapatitos que ni Imelda Marcos o dejarse cuarenta euros en una crema facial), vamos, que son unos mariconsones que no veas, ¿sabeh?

Pero asumido el éxito de Nuria como producto de un proceso de mímesis masiva entre su persona y la audiencia, quedaría por solucionar la segunda clave: ¿cuál es, exactamente, la media intelectual española? Porque si es lo que se supone que es (100) el análisis implicaría no ya asumir que el concursante medio de Gran Hermano tiene un CI de 110, sino algo mucho peor: que la audiencia Papichula, y la propia Nuria, lo tienen de 100, en la media.

En fin, qué quieren que les diga: Puta democracia que permite que muchas veces los menos capacitados se alcen con el triunfo, y que cierra el camino a los mejores; cosas de poner el poder en manos del malvado pueblo, como con inusitada generosidad lo hace año tras año Gran Hermano, lo que impide que siempre la razón y la fuerza correspondan a los objetivamente, según sus propios criterios por ellos definidos, más capacitados, y por tanto otorga voz a los que no la tienen. Como bien dijo alguien una vez (ahora no sé si fue Pericles en el Ágora o KITT en El Coche Fantástico), “La democracia es un sistema imperfecto, pero… ¡Funciona!”.

Y si eso es así, si este Gran Hermano ha sido tan cojonudo, ¿por qué narices Usted, fatuo cronista teórico de las vicisitudes acaecidas en la Casa de Gran Hermano, se ha pasado meses sin comunicarnos nada, so joputa? Pues justamente, amigos, por eso: aun asumiendo como dogma una verdad por otro lado evidente, que LPD nunca se equivoca, en ocasiones, cuando la Grandeza de lo contemplado supera todo lo razonable, nos puede la responsabilidad y, ante el riesgo de equivocarnos en lo único verdaderamente importante, optamos por un modesto mutis por el foro que permita al público, sin intermediarios de ninguna clase, ver la Luz. Vamos, que me he ocultado como un gallina, ¿sabeh?оформление ванных комнат плиткойкомплексный это


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