El Planeta de los Simios
Noticias desde la Casa de Gran Hermano
17/11/2004: Gran Hermano, incardinado en el Sistema Social
Ustedes, de natural observadores, habrán notado estos días cierta relajación en la cobertura que ésta su página amiga hace todos los años del mayor experimento sociológico de la Historia. Pero no se trata de que los redactores nos hayamos dado a la vagancia y la molicie tan habitual en la clase periodística actual. Por el contrario, el fenómeno de Gran Hermano es de tal magnitud, que cada vez resulta más difícil acometer su estudio sin una previa labor de recogimiento espiritual, intelectual y, por supuesto, moral. Porque la revelación que el fenómeno de Gran Hermano ha supuesto para los estudiosos del medio social, trasciende incluso la hiperbórea provincia de las ideas para entrar de lleno en terrenos en los que cabe cuestionarse el fenómeno televisivo incluso desde presupuestos epistemológicos. ¿Qué es la televisión? He aquí la apasionante cuestión que los sabios intentan responder desde hace décadas; ¿Es un medio de comunicación, un instrumento para imponer una cosmovisión determinada o sencillamente una mierda como un camión? Somos humildes y no vamos a permitirnos dilucidar en unas pocas líneas semejante disyuntiva, pero lo que sí podemos afirmar es que Gran Hermano ha marcado (como dicen los cursis) un antes y un después en el fenómeno televisivo.
Vean ustedes, por ejemplo, el abigarrado festival de cambios de peinado con los que la bella presentadora del programa nos está regalando los sentidos en la presente edición. En las primeras ediciones de Gran Hermano, la réplica en el plató a las apasionantes tensiones sociales de la casa, se reducían a discretas modificaciones en el vestuario (siempre elegante, digámoslo ya) de la bella Mercedes, o, todo lo más, a ligeros matices en el tono de maquillaje que embellecía su rostro lozano. Eso era cuando en la casa hozaban once gilipuertas y un genio (nuestro Cal-loh), para que acabara ganando el personaje más necio, aún a costa de expulsar ignominiosa ¡incluso antidemocráticamente, coño! a un auténtico monstruo televisivo, un egregio filósofo capaz de codearse intelectualmente con titanes del pensamiento como el profesor Bueno, un ser, en fin, irrepetible como nuestro Cal-litoh, capaz de provocar incesantes revoluciones en el campo de la semiótica y la lingüística —“can-ne”, “toltiya”, etc.— mientras con una mano sujetaba un “peta” y con la otra azotaba a su proterva novieta a la que, hemos de decirlo, jamás agradeceremos su grandeza de espíritu (sin duda, se trataba de la única persona que, salvo nosotros, supo comprender que se encontraba ante un genio) pues fue la primera en oponerse, con toda firmeza, al linchamiento moral que hubo de padecer “el portento de Hospitalet”, ¿sabeh?.
En la presente edición, por el contrario, no contamos con los once botarates tradicionales y el imprescindible majadero que acaba llevándose la pasta. De hecho, si ustedes se han acercado en algún momento a la “actualidad de la casa”, convendrán con nosotros en que la estolidez está exquisitamente repartida entre sus habitantes. No hay genios. No hay violencia y el sexo brilla por su ausencia, más allá de las gansadas seudo-eróticas de la simpática participante atenazada por continuos episodios de “furor uterino”; Nada de esto puede extrañarnos habiendo entre los primates un “Jhonatan”, que además tiene los santos huevos de enamorarse de una “Cristal” (imaginen la cantidad de “Kevin Jesuses” y “Melodie Romualdas” que pueden salir de ahí). Sí, es cierto está Nikki el friki, pero su insania mental es tan evidente que comentar su caso fuera del necesario ámbito clínico resultaría de mal gusto hasta para nosotros (es lo que tiene ponerte una chorra de plexiglás; que desconcierta mucho, al menos hasta que uno le coge el tranquillo).
Cualquier otro programa, en esta tesitura, hubiera acabado desfalleciendo hasta llegar a un final ignominioso. Pero hablamos de Gran Hermano y, sobre todo, de la inimitable Mercedes Milá, cuya figura se alza ante nuestra humilde condición de televidentes cada vez a una altura superior. Ella, y sólo ella, es capaz de acaparar la atención del espectador, consciente de que las novedades que puede ofrecer “la casa” no bastan para alimentar la sed de sociología que las ediciones de antaño provocan en sus numerosos seguidores. Porque los participantes del evento, aún en su mayúscula estolidez, han sido capaces de interiorizar el axioma que vertebra el negocio televisivo vigente: “¿por qué hacer el imbécil o contar alguna verdad escabrosa gratis, cuando todo ello se puede rentabilizar, ¡y cómo! en los platós televisivos cuando uno abandone la casa?”. La lógica es inapelable: “si quieren saber mi nombre de mujer… que paguen”, afirmó el friki en un arranque de sinceridad, quintaesenciando de forma admirable cuanto tratamos de explicarles.
Ante esta rebelión silenciosa, Mercedes, nuestra Mercedes, ha dado un paso al frente y, en unión de la impagable “estilista” (antes peluquera), se muestra más dispuesta que nunca a que sigamos pegados a la pantalla los jueves por la noche. Para los auténticos paladeadores del beluga televisivo que aún quedamos, la emoción no está ya en saber si ha habido alguna herida inciso-contusa o algún polvete furtivo dentro de la casa, sino en intentar descubrir con qué peinado nos impresionará la Milá esa noche. Hace un par de semanas le pusieron un enorme tupé y una chupa de cuero, logrando un parecido asombroso con el primo tonto de John Travolta. La semana anterior apareció de “mariloli va de boda”, con sus tacones de aguja y todo, informal pero “arreglá”. Como verán, el desafío es apasionante y además, dado que el juego termina en cuanto aparece la Milá en la pantalla y la cámara enfoca un primer plano, no vean lo rápido que se va uno a la cama con los deberes cumplidos. Milá, Milá, te queremos, te idolatramos y no pararemos hasta que co-presentes el telediario de TVE para reñirle en directo a tu hermano cuando no lo haga bien. Sultana.
Pablo
7/10/2004: Nominaciones
Como Ustedes saben, Gran Hermano es pionero y rompedor en muchas cosas. Una de ellas reside, justamente, en el asunto que aquí nos ocupa, las nominaciones. Verán, hace 2500 años los griegos desarrollaron un novedoso sistema, la Democracia, consistente en la convicción de que el Poder reside en el Pueblo, y conviene, para la buena marcha de las cosas, que sea directamente el Pueblo el que ejerza su Poder seleccionando a los más válidos para ejercer la función pública. Lamentablemente, la democracia en Grecia se circunscribía a una parte muy reducida de la población, dado que en ella no entraban ni las mujeres ni los esclavos, por razones en aquel momento obvias. Al mismo tiempo, y como ya explicara Aristóteles, el sistema democrático tenía un grave defecto: en última instancia, el Poder residía en la estúpida y mediocre plebe, que hacía uso del mismo para votar a sus demagogos preferidos y repartirse jugosos cargos públicos, en lugar de depositar prudentemente dicho Poder, y dichos cargos, en las manos de los mejores, por ejemplo, Aristóteles, ¿sabeh?
Así que los romanos perfeccionaron el sistema, manteniéndolo exactamente igual en cuanto a la marginación de mujeres y esclavos pero complementando el Poder ejercido por los tribunos en nombre de la puta plebe con la función moderadora y razonable de los cónsules, elegidos por los patricios (la aristocracia, vaya); bueno, en realidad el proceso fue al revés, pero el resultado, por desgracia, no se alejó mucho del de Grecia. La demagogia de los tribunos acabó por debilitar a los buenos patricios y depositó el Poder en manos de malvados dictadores como Julio César, que llegaron a lo más alto haciendo uso del más nefando populismo.
Unos cuantos siglos después se volvió a intentar una mejora del proceso, desarrollando un complejo sistema de poderes y contrapoderes en teoría pensado para evitar que el Poder de cualquiera de los representantes del Pueblo fuera absoluto, y en la práctica ideado para reducir los males derivados de la participación de la plebe al máximo: si nadie tenía demasiado poder, ningún mindundi elevado a los altares por la plebe podría destrozar excesivamente las cosas, ¿sabeh?
Gran Hermano es un paso más en la búsqueda de un sistema de representación más justo, más depurado, incluso más democrático, si es preciso (piensen que en Gran Hermano pueden votar las mujeres, algo insólito, e incluso es posible votar varias veces, primando así el interés por el proceso electoral), pero dejándole a la plebe lo justo para desandar el camino andado: es cierto que Ustedes, o aquellos de Ustedes, si es que hay alguno, que tienen un móvil de colorines, politono, papichulo, etc., moderno sustitutivo de la urna, pueden decidir quién se va de la Casa cada semana, pero no lo es menos que la propia Casa se ha encargado de hacer previamente una cuidadosa selección de los candidatos potenciales: en lugar de encomendar esa labor tan delicada a la propia plebe, se le ofrece un selecto menú compuesto por la élite intelectual española (recuerden, “diez puntos por encima de la media”, en sí ya muy alta), y sólo a partir de ese menú pueden Ustedes escoger quién se va cada dos semanas. La altura intelectual de los participantes garantiza que ninguno de ellos sea el amiguito secreto de Bin Laden, ni un señor que se pase 800 años peleando con los moros o enterrándolos en cal viva. Bien es cierto que puede producirse algún desliz, soltar alguna yoyah de vez en cuando, pero en tal caso Gran Hermano expulsará al concursante, como es sabido, “como un perro”, ¿sabeh?
Además, para garantizar el control del proceso, Gran Hermano lo ha previsto casi todo: no sólo tienen Ustedes restringido el sufragio, por decreto ley, a los concursantes, sino que son éstos los que deciden cuáles serán los candidatos a la expulsión. Puede que Usted odie a una concursante porque no grita lo suficientemente alto, o porque “es una persona horrible”, o porque está buena, pero no podrá hacer nada por evitar su presencia en la Casa si sus compañeros no le dan la oportunidad. Además, se otorga cada semana a un concursante el privilegio de salvar a uno de los nominados, con lo que el proceso democrático se complica aún más y puede augurar un perfeccionamiento del sistema de voto hasta llegar al modelo más acabado: aquel en el que, por pura desidia, el público decide no votar (“total, para qué, si está todo manipulao”, atávico grito de la Plebe denunciando la corrupción, y en realidad la perfección, inherente al Sistema).
Sin embargo, el modelo sigue teniendo un importante defecto estructural que en gran parte invalida su valor democrático: la mímesis entre el único objeto de los representantes políticos (perpetuarse en el poder) y de los concursantes de Gran Hermano (perpetuarse en la Casa) determina que el proceso esté viciado: los concursantes, merced a su superior inteligencia, tienden a nominar a aquéllos de entre sus compañeros que perciben como más válidos; pero además, el dilecto público, históricamente, se ha caracterizado por confirmar, votación tras votación, cuánta razón tuvieron los romanos en acabar con su metrosexual República: si los concursantes ya han nominado a los más válidos, el público tiende, indefectiblemente, a exterminar al que percibe como más válido, porque “se lo tiene muy creído”, “me cae mal” o “es un cabrón”. ¡Precisamente por eso habría que mantenerlo en la Casa, hombre!
Todo este rollo viene a cuento de que, como corresponde al Experimento Sociológico por antonomasia, conviene que seamos conscientes de la densidad interpretativa, los múltiples prismas, la complejidad, en fin, característicos de Gran Hermano. Y que no nos tomemos el voto a la ligera. Lo importante, recordémoslo, no es que se diviertan los concursantes, sino que se diviertan Ustedes. Y para eso lo mejor que podemos hacer es expulsar al más pringao e insulso de los nominados en cada ocasión. Incluso en sistemas tan perfectos como Gran Hermano, disponen Ustedes de un enorme poder, ¿sabeh?
Por tanto, de entre los nominados de esta semana, que responden al nombre de Cristal, Juanjo y Bea, no podemos sino recomendar el voto por la primera, que la chica no es que lo haga mal, pero no puede compararse con los otros dos, y además piensen Ustedes que si es expulsada dejaremos solo a una de las estrellas de esta edición, “El Jonathan”, modelo de intelectual diletante (lleva gafas, no les digo más), que se ha pasado el primer mes de concurso arrastrándose patéticamente tras la chica. Por otro lado, Cristal ha acabado siendo nominada merced a la fea acción de Sandra, que estaba nominada pero, aunque no quieran Ustedes creerlo, ¡se ha salvado a sí misma! ¿Habráse visto egoísmo? Imagínense qué pasará si Cristal acaba abandonando la Casa “por culpa de Sandra”. ¡El Jonathan se le tirará a degüello! Claro que también es divertido “El Jonathan” ahora, precisamente por cómo se arrastra, pero ¿acaso no estaremos perdiéndonos la posibilidad, por remota que sea, de una reedición de “Quién me pone la pierna encima”? ¿Acaso no merece la pena intentarlo? ¿sabeh?
Además, los otros dos nominados son canela fina. Por un lado, un tal Juanjo, modelo de pringaíllo que, mala imitación de “El Jonathan”, lleva semanas y semanas y semanas manteniendo “una hermosa amistad entre un hombre y una mujer” con Diana. Como pueden Ustedes imaginarse, y aunque todos hemos utilizado alguna vez este sucio truco, Juanjo está desesperado. Porque, y esto es lo peor, todo indica que la pobre Diana se está creyendo a pies juntillas aquello de que todo acaba en “una sana amistad”. Y, si ya es suficientemente duro tener que utilizar el recurso barato de “qué superamigos somos” para conseguir sexo (y hacerlo delante de toda España es humillante hasta límites inconcebibles), peor aún es no conseguirlo, porque entonces o bien a) aguanta a Diana con todas las consecuencias, jugando la carta “chico sensible” para evitar su expulsión; o b) incapaz de soportar la tensión sexual, acaba destruyendo esta “hermosa amistad” visto que no ha sido capaz, por muy hermosa que sea, de proporcionarle el deseado sexo, y entonces se dará la vuelta a la tortilla: Juanjo será “un monstruo insensible” que “me ha hecho mucho daño”, y ante la censura general abandonará la Casa ignominiosamente, y por si esto fuera poco, aún virgen, a sus años, ¿sabeh?
Y Bea, sin duda, es aún mejor. Recuerden, Bea, la mujer legionaria del Ejército epañó que acusaba a todo el mundo de ordinario mientras soltaba gritos histéricos a poco que alguien le hubiera mirao mal o, sencillamente, pasara por allí, profiriendo todo tipo de expresiones malsonantes impropias de una persona con tales dotes intelectuales (y humanas; recuerden que, al fin y al cabo, lo ha dado todo por la Patria). Bea es un personaje televisivo con muchísimo potencial, porque además, dado que viene de donde viene, a uno le parecen naturales tanto los chillidos como los lloriqueos en los que resume su existencia, lo cual, sin duda, le proporciona un alto valor añadido, ¿sabeh?
Por lo demás, el programa de hoy ha tenido su punto álgido en una profunda soflama, de gran carga moral, que ha soltado la inefable Mercedes Milá sin venir a cuento. Ha dicho algo así como que “los concursantes, cuando salen fuera, se dedican a ir a muchos programas de televisión y a hacer declaraciones, y eso hace mucho daño al programa”. Y luego, sin despeinarse, ha hecho profesión de fe en el formato de Gran Hermano y en su valor, indudable, como experimento sociológico. Es cierto que los concursantes, tan pronto salen de la Casa, se dedican a hablar de la Casa en todo programa de televisión que se les pone a tiro. Lo mismo hacen familiares y amigos de los concursantes, protagonistas de una especie de “Gran Hermano bis” quizás menos riguroso en el plano científico, y de conclusiones sociológicas, en consecuencia, menos claras, pero no por ello desdeñable: a fin de cuentas, en tanto familiares y amigos, ellos también están “por encima de la media intelectual española”, ¿sabeh?
Pero, a fin de cuentas, esta reconvención extemporánea de Mercedes Milá como que resulta un tanto sorprendente, dado que dichos programas “que se aprovechan de la estela de Gran Hermano” pertenecen, todos ellos, a la cadena donde se emite Gran Hermano, y por lo común a la misma productora. Quizás es el precio que hay que pagar para hacer un experimento sociológico tan privilegiado como este, aunque es cierto que a veces se producen fenómenos un tanto impropios. Como indicaba la propia Bea, respecto de una compañera de la Casa particularmente ordinaria, “Si Natasha quiere estar todo el día enseñando el culo y tocándose el potorro, que vaya a un programa desos. Aquí se viene a currar”; uno diría que aquí se viene, justamente y como fiel reflejo de lo mejor de la sociedad española, a lo contrario: a no dar un palo al agua y, si todo sale bien, a no darlo tampoco después de la salida de la Casa, pero la complejidad de Gran Hermano me confunde, ¿sabeh?
En fin, en condiciones normales, y haciendo gala de nuestra milimétrica precisión a la hora de decantarnos por personajes expulsados, apostaremos por Bea; aunque en este año detectamos preocupantes fenómenos (los dos primeros expulsados son hombres), y aunque no tenemos referentes claros (por ejemplo, Frikki no ha sido nominado; pensamos que, de serlo, su expulsión sería fulminante, aunque incluso aquí la España de ZP “nos confunde” y puede pasar cualquier cosa, incluso que mantengan a Frikki en la Casa como diciendo “mira lo tolerante que es el público español, y como no estés de acuerdo te doy de hostias, ¿sabeh?”), creemos que el axioma “a más interesante y jugoso –aunque aquí no, desde luego, en el aspecto físico-, más carne de expulsión” sigue teniendo suficiente fuerza como para garantizar la expulsión de Bea, aunque sólo sea para ver su reacción: “¡Cabrones, josputa! ¡Os voy a matar!”, seguido de los inevitables lloriqueos. Mientras no ocurra alguna hecatombe con alguno de los otros dos nominados, es decir, mientras Cristal no intensifique el puteo a “el Jonathan” o Juanjo no explote ante tanta sensión sexual, es posible que las mujeres que votan masivamente en Gran Hermano piensen que ambos son, respectivamente, “una chica sencilla” y “un chaval sensible que está enamorado”, y por tanto vayan a por Bea, por su carácter excesivamente sofisticado, ¿sabeh?
Guillermo López (Valencia)
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