El Monolito
Balance de la edición anterior
Gran Hermano I ha sido, sin ninguna duda, un éxito desde casi cualquier punto de vista. Este análisis, que puede parecer triunfalista, es en realidad una ajustada rendición de cuentas con la realidad. Vayamos por partes:
– Proyección internacional de España. En el que sin duda es el aspecto más importante de todos (recordemos que en tanto íberos nuestra principal prioridad debe ser situar a España a la cabeza de Europa), Gran Hermano ha permitido dar una lección a los melifluos europeos y los estadounidenses pacatos. Aunque otros países han visto coronada con éxito la experiencia en ningún otro la influencia social del espacio ha llegado a las cotas de España. Tampoco en ninguna otra parte Gran Hermano logró, como ocurrió aquí, desplazar a las cadenas rivales en la audiencia global de los meses en que se emitió. Y, por último, la compra de Endemol (empresa productora del espacio) por Telefónica ha logrado que la multinacional española sea un referente mundial en “experimentos sociológicos”.
– Elevación del nivel cultural del España. Gracias a la edición anterior de Gran Hermano todos los chavales de España aprendieron quien era Kafka y qué es una simbiosis. El nivel intelectual de los concursantes, “superior a la media nacional”, como es bien sabido, permitió paliar en parte algunas de las lagunas que el nefasto y decadente sistema educativo español genera y que ningún otro programa televisivo ha sido capaz de colmar. Gracias a Gran Hermano todos somos más cultos por una parte y, por otra, todos nos sentimos más inteligentes al ver a sus habitantes.
– Los intereses de la industria. Gracias a Gran Hermano la industria puntera de nuestro país, la producción en serie de “famosos” ha encontrado en el 2000 el que ha sido sin duda su mejor año. Los intereses de los medios de comunicación españoles, incluyendo a la prensa dicha de “calidad” se han visto más que colmados con la aparición de nuevas vedettes en un momento de relevo generacional necesario. Por otra parte una industria paralela a esta, la del cine español, ha visto cómo gracias a Gran Hermano se ha realizado uno de los pocos filmes españoles capaces de lograr que, por contraste, la producción patria habitual parezca incluso buena.
– Los concursantes han sido, como es lógico, uno de los principales beneficiados de este sarao. Gentes sin oficio ni beneficio y que corrían un claro riesgo de convertirse en gente excluida de la sociedad ha encontrado un fin a su existencia, así como un medio de subsistencia a su alcance. Las limitaciones objetivas de muchos de ellos, así como su más que clara tendencia a la holganza, nos permiten aventurar que es probable que el chollo se les acabe muy rápido. Pero menos da una piedra.
– Integración social. Dado que los concursantes de Gran Hermano 2000 o eran estúpidos o, si se percibía en ellos un mínimo de capacidad intelectiva, se dedican al negocio de la prostitución, podemos concluir que GH I ha hecho más que cualquier otro programa por la inserción social de putas, chaperos y demás fauna dedicada al negocio del sexo. Es un paso insuficiente pero alguien debía atreverse a dar un paso al frente e iniciar este proceso.
– La decencia y la moral. Con todo, y a pesar del descontrol hormonal de algunos de los concursantes, Gran Hermano 2000 no mostró escenas de contenido sexual ni desnudos gratuitos. Esta defensa a ultranza de la honestidad de todos enaltece al programa, máxime si tenemos en cuenta la proliferación de profesionales del mundillo ya comentada. Y es que, quien busque sexo, tal y como señaló Milà, que se vaya a otra parte porque aquí no lo va a encontrar ya que “esto es Gran Hermano”.
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