El experimento sociológico

Gran Hermano 2001. La antropología recupera su timbre de gloria

Una de las más injustas críticas que recibe Gran Hermano, tanto su versión actual como el primer y antológico episodio, es que nos encontramos ante un mero producto de entretenimiento sin más aspiraciones que la de hacer pasar un buen rato a los telespectadores. Semejante afirmación, que relega a una emisión de indudable calidad e interés a la categoría de mero entretenimiento, nos inflama. Porque estamos dispuestos a asumir que Gran Hermano sea tratado como telebasura de la peor especie, a que se le acuse de exaltar las más bajas pasiones, tanto las exhibicionistas como las voyeuristas, pero por lo que no pasamos es por que se desconozca el indudable interés humano del mismo.

Telebasura, vale, pero telebasura con un gran interés. Porque pocas cosas más humanas y más dignas de estudio que las bajas pasiones que anegan los sentimientos de nuestras generaciones. En este sentido, y sin que sirva de precedente, estamos totalmente de acuerdo con dos de los iconos intelectuales del siglo XXI occidental: Mercedes Milà y Gustavo Bueno. Ambos han puesto, en efecto, el dedo en la llaga. Al margen de complejos pequeñoburgueses asumamos con entereza que adoramos la exhibición impúdica que nos ofrece el espacio televisivo. Pero demostremos igualmente que somos capaces de encontrar una explicación de orden intelectual que justifique esta pasión.

Gran Hermano refleja de manera precisa los comportamientos y reacciones de cientos de miles de jóvenes, que, aunque pueda sorprender, llevan una vida extraordinariamente semejante a la de los habitantes de la casa. A grandes rasgos estos jóvenes son gente sin oficio ni beneficio pero sin grandes preocupaciones en lo que se refiere a la procura de sus necesidades vitales. Todas ellas están cubiertas, y tienen un lecho y comida caliente. En contra de lo que pueda creerse en un mundo de globalización en el que todo está a mano y las opciones de ocio son múltiples estos jóvenes, en realidad, no hacen gran cosa. La vida de esta generación, aunque episódicamente salpicada de viajes-peregrinación bastante tópicos, no deja de ser repetitiva. No tienen gran cosa que hacer ni ganas de hacer nada. Su tiempo transcurre, mientras no deben trabajar, dedicado al ocio.

Este es el motivo de que los grandes acontecimientos vitales de estas personas sean las “relaciones personales”. Celos, intentos patéticos de ligar, algunos intentos de ligar que incluso pueden llegar a ser inteligentes, conspiraciones, dramas por cualquier chorrada …. en definitiva una exaltación sentimental que sólo se comprende desde el absoluto ocio que les embarga. Como las preocupaciones intelectuales, al margen de poder adquirir cierto status social a su través, son inexistentes, lo único que llena las vidas de esta gente es “sentirse bien”, “tener buen rollo” y “formar parte del grupo”.

¿Es Gran Hermano una gran ficción porque no hay en la vida real jóvenes en estas condiciones? Desgraciadamente no. Este es precisamente el (triste) motivo por el que el programa cobra un gran interés. Gracias a él podemos comprobar en vivo y en directo cómo se comportan en estado puro los representantes de la mayor lacra social de este país: los universitarios españoles, que están exactamente en su misma situación (padre y Estado pagándoles unos estudios que sólo les interesan como modo de pasar el rato y a los que dedican el mínimo esfuerzo para que no se les acabe el chollo, mentalidad hedonista y espíritu tribal exacerbado, gran contento consigo mismos, patetismo intelectual, fraude social ..).купить чугунную сковородуgoogle translate english to russian


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