Obituarios
Una sección con “vidilla”
(Lecciones de Periodismo Independiente VI)
Si seguimos al pie de la letra la máxima de G.K. Chesterton “Periodismo es decir Lord Jones ha muerto a gente que nunca ha sabido que Lord Jones estaba vivo”, hemos de deducir que la sección de obituarios contiene actualmente la esencia del periodismo. Estas páginas necrológicas ofrecen nada más y nada menos que una vida entera ligada a la actualidad por la reciente muerte de la persona que se convierte en acontecimiento por salir en las páginas necrológicas (hablamos, claro está, de aquellos fallecidos que no son celebridades, es decir, el noventa por ciento de los que aparecen en la sección). Esa especie de delirante círculo vicioso posibilita la existencia de algunas de las noticias más constructivas, distraídas y bien escritas del periodismo. El público puede acceder así a una serie de biografías y semblanzas muy diversas, hechas normalmente desde una perspectiva distanciada que da lugar a que no se oculte ni lo mejor ni lo peor de la vida del personaje (la evidente excepción se da cuando el autor era amigo del fallecido). Los criterios que los periódicos siguen para seleccionar a aquellas personas cuya vida merece ser destacada permanecen tan ocultos como la fórmula de esa bebida refrescante de cola que sale en muchos anuncios y no es la pepsi. El surrealismo imperante en lo que podemos denominar ‘selección de óbitos’ hace que la miscelánea de biografías resulte estimulante, algo que se echa de menos en casi todas las noticias del resto de secciones. Como el redactor puede prescindir del corsé de las reglas del periodismo anglosajón (empezar la noticia especificando el qué, quién, cómo, dónde, cuándo y por qué, y seguir el texto ordenando los datos de mayor a menor importancia), suelen darse escritos bastante bien realizados, por eso de dar un poco de rienda suelta a la creatividad, aunque exista –en parte- un lógico orden temporal de acuerdo a los hechos más destacados de la vida que se relata.
En los obituarios se puede encontrar de todo: pobres, ricos, malos, buenos, países perdidos, almas en pena, profesiones y aventuras de cualquier especie, lo cotidiano como hazaña y las hazañas como por casualidad. Los cementerios parecen hacerle sombra a las agencias de información. Desde el anonimato nace una leyenda de un día.
En el caso de las celebridades se suele perder la frescura de la sorpresa y, como mencionamos, abundan los casos de textos realizados por amigos que ensalzan al fallecido más de lo debido o de periodistas que aun sin conocer personalmente al famoso muerto se ciñen en demasía a los tópicos. Incluso en este último caso suele observarse una calidad literaria mayor de lo habitual, ya que muchos obituarios están escritos y almacenados mucho antes de que el conocido personaje muera. Esta macabra práctica es habitual en los grandes diarios, por eso de las prisas, incluso si observamos las firmas de los redactores nos percataremos de la existencia de ‘especialistas en obituarios’. Si usted es famoso y tiene más de sesenta años, sepa que su biografía en miniatura está ya archivada por ahí, a la espera de la actualización definitiva.
Dentro del caso de celebridades podemos destacar aquellas biografías que hacen resucitar a famosos perdidos en la memoria, con lo que tenemos una mezcla del obituario de anónimo/obituario de celebridad, y con el atractivo de aquello de “anda, donde se había metido éste” (pues ahora en el hoyo).
Que la sección necrológica sea una de las más frescas del periodismo actual hace reflexionar sobre el carácter de una profesión que se ha vulgarizado a pasos agigantados conforme los medios de comunicación han ido adquiriendo más y más poder. Afortunadamente, parece que los que controlan estos medios todavía no se toman en serio todas las secciones. Aquellas que se libran de la adustez y paranoias de los consejeros-delegados se convierten en oasis donde todavía es posible un periodismo con cierta vida, aunque sea, como en este caso, gracias a la muerte. Si Chesterton levantara la cabeza…
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