Noticias de sucesos
Derechos constitucionales abiertos en canal
(Lecciones de Periodismo Independiente II)
Desde el nacimiento del periodismo moderno, los medios de comunicación se han llenado de noticias de sucesos. Con este nombre se conoce a las informaciones relativas a las aficiones más tradicionales del ser humano: asesinato, secuestro, violación, robo, agresiones, accidentes etc. El interés incuestionable de este tipo de hechos, que suelen combinar morbo, intriga, psicología, sociología y negros ecos literarios, hace que a veces sean tan llamativos para el público como la política o el deporte. Algunas publicaciones especializadas, por ejemplo ‘El Caso’, fueron en su momento auténticos éxitos.
Con la concentración de empresas del sector informativo y la multiplicación de medios debida a la preponderancia de la comunicación como primer y avasallante poder, se ha generado una vulgarización del periodismo que, por supuesto, también ha afectado al tratamiento de los sucesos. Tales informaciones siempre han sido delicadas por su propia naturaleza. Ahora, el recurso al morbo fácil y las prisas existentes en una profesión donde el personal es escaso, está mal pagado y carece de la necesaria formación, precipitan a las noticias de sucesos hacia la llamada telebasura. De la crónica negra se ha pasado al periodismo “gore”, sobre todo por influencia de la televisión. Esta situación tiene una serie de características que se burlan de cualquier atisbo de ética:
a) La presunta presunción, presuntamente.- La Constitución contiene la llamada presunción de inocencia. Para preservar ese derecho, el informador no puede culpar a un sospechoso de algún delito o a un acusado hasta que no exista sentencia. El recurso más habitual del periodismo para garantizar la presunción de inocencia suele ser la anteposición de ‘presunto’ al sospechoso o ‘presuntamente’ a los actos que se supone pudiera haber cometido (también se emplea ‘supuesto’ o ‘supuestamente’). Con esta manera de narrar los hechos, el medio de comunicación protege a una persona que no ha sido condenada y el periodista se ahorra demandas. Pero hoy, la presunción de inocencia se ve continuamente vulnerada por la reiteración de esas anteposiciones. Cuando se llama a alguien docenas de veces durante días ‘presunto asesino’ o ‘presunto ladrón’, se violan todos sus derechos ciudadanos, puesto que tal recurso periodístico rompe su función con el exceso. El público ve demasiadas veces ‘asesino’ y ‘ladrón’, por muchos ‘presuntos’ que vayan delante, ya que el periodista suele prescindir de expresiones equivalentes, como ‘sospechoso’ o ‘acusado’. Asimismo, los hechos no deben aparecer como protagonizados por ese ‘presunto’, ya que no hay condena, y muchas veces ni siquiera confesión o pruebas. Si, verbigracia, se trata de un asesinato, “parece que el asesino entró por la ventana…”, pero no “Fulanito Mengánez, supuestamente, entró por la ventana…”, ya que Fulanito puede ser un simple sospechoso en un caso sin evidencias. El delirio suele llegar en televisión, cuando se simulan hechos de este tipo con un actor que tiene el físico del acusado. Al margen de estas graves consecuencias, el abuso periodístico del ‘presuntamente’ genera absurdos como anteponer ‘presunto’ a los hechos (un cadáver amordazado con un puñal en la espalda no es nunca un ‘presunto’ asesinado, ni se trata de un ‘presunto’ asesinato, el ‘presunto’ es el sospechoso).
b) El síndrome C.S.I. – El remedo español de la serie de vísceras norteamericana C.S.I. bien pudiera llamarse P.U.S. (Periodistas Unidos de Sucesos) y estar protagonizada por reporteros en lugar de criminólogos. Actualmente, las noticias de sucesos no se quedan en la naturaleza de la agresión, el tipo de arma utilizada o la causa de la muerte. Los medios de comunicación van más allá y, en ocasiones, el centro de la noticia se traslada al interior del cuerpo humano y a las diversas reacciones que tiene cuando, por ejemplo, una de sus partes resulta seccionada por un hacha. Imágenes realizadas por ordenador y detallados infográficos ofrecen, en televisión y prensa, minuciosas reconstrucciones de todo aquello que se relaciona con la sangre. El morbo como columna vertebral de la noticia.
c) El síndrome Hannibal Lecter.- Cualquier responsable de un asesinato sin móviles claros u otro delito de gran violencia del mismo jaez es calificado inmediatamente de psicópata. El rigor científico queda, pues, pisoteado, y la palabra ‘psicópata’ se torna más un modo de definir la crueldad de una persona que sus características mentales y de comportamiento, que pueden responder o no a esa calificación. La psicopatía tiene unos rasgos muy concretos que muchos periodistas y no pocos expertos mediáticos en crímenes (presuntos, claro) se empeñan en desdibujar. Asimismo, se identifica la psicopatía con el asesinato, cuando sólo un reducido porcentaje de psicópatas llega a matar. Por supuesto, las diversas variaciones de esquizofrenia, sociopatía, psicosis o paranoias que pueden conducir al crimen quedan para los tratados de psiquiatría. El lema es: “ponga un psicópata en su vida”.
d) El vecino del cuarto.- A raiz de la llegada de los llamados ‘reality shows’ a España a principios de la década de los noventa, se puso de moda la consulta popular a modo de encuesta tras la comisión de un crimen destacado. El intrépido reportero llegaba al vecindario de (presunto) responsable de un delito. Allí se dedicaba a interrogar a todo el que pasase, con la vaga excusa de que se trataba de un vecino del acusado. Como lo habitual es que la gente ni se salude en la escalera, el conocimiento de las personas con respecto a la vida de sus vecinos suele ser superficial. “Era muy normal, pero a veces venía con el periódico y ni saludaba”, “siempre lo vi muy normal, eso sí, muy serio y muy callado”, “era muy normal, pero los fines de semana se iba a la taberna y nadie lo sacaba de allí”, “si era lo más normal del mundo, paseaba a su perro todos los días por aquí, mira, ahí orinaba su perro”. Perlas como éstas son ahora corrientes no ya en crímenes destacados, como hace años, sino en cualquier delito con un mínimo de violencia. Suponen un pequeño linchamiento costumbrista que no puede faltar en información de sucesos que se precie. A falta de datos sólidos, buenos son cotilleos de verdulería. Si su vecino es serio y tiene un perro, no lo dude, se trata de un psicópata.
e) Me lo dijo Pérez.- Cada vez más abunda la ausencia de un verdadero contraste de la información. Cualquier novedad que llegue sobre un caso es válida, aunque provenga de una pitonisa, y se ofrece al público como ‘rumores’ o ‘datos que no se han verificado’. Otro linchamiento, en esta ocasión profesional.
El periodismo de sucesos se está convirtiendo en uno de los principales ejemplos de indefensión de los ciudadanos ante el poder de los medios, así como de pisoteo de los derechos constitucionales. Con los poderes ejecutivo, legislativo y judicial como acólitos de los medios, esta situación ha pasado a ser considerada prácticamente normal. Es la primera vez en la historia en que alguien está más seguro siendo víctima de un crimen que (presunto) culpable. Tener un cuchillo de carnicero en el occipucio es un simple dolor de cabeza en comparación con lo que le puede pasar al sospechoso en cualquier programa matinal de t.v.
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