Curso para ser columnista

Como encontrar nuestro lugar en El Mundo (o en El País, o en el ABC, o …)

(Lecciones de Periodismo Independiente XI)

El rutinario reporterismo, la disipada vida del corresponsal de guerra, el aburrimiento de las ruedas de prensa o la minuciosa labor de destrucción del lenguaje llevada a cabo por los especialistas en deportes no componen toda la oferta que el mundo del periodismo pone a disposición de aquellos que han nacido sin el talento o la honradez suficiente como para dedicarse a la fontanería, al funcionariado o al cuidado de los jardines. En efecto, existe un importante hueco para aquellos que quieren escribir en los periódicos trabajando aún menos que los anteriores informadores: el columnismo (antiguamente llamado articulismo). Podemos considerar esta labor como la más perfecta del periodismo actual, puesto que no hay ni que aparecer por la redacción y exige tan sólo una dedicación parcial. Se trata sin duda del chollo del día en el mercado de la comunicación. Si nosotros sabemos esto también lo sabe el vecino, así que la competencia es dura. No se apure, a continuación allanaremos el camino para que usted, querido lector, tenga una columna diaria o, como mínimo, tres a la semana (pongamos el martes, jueves y sábado para evitar cualquier tipo de actividad el fin de semana).

Qué es una columna.- El periodismo de hoy ha perdido las batallas de la inmediatez y la diversión, así que sólo le queda una salida para competir con tele, radio e internet: la publicidad. Los espacios en blanco que deja la publicidad tienen que ser rellenados. Por mucho que se estiren las noticias y reportajes, éstas no llegan a ocupar esos “agujeros”. Una opción es decorarlos con palabras puestas de manera aleatoria, pero el lector, si por casualidad ese día sale de la sección deportiva y de los anuncios de prostitutas, podría percatarse de que lo escrito no corresponde exactamente a su idioma. Para eso están las columnas, un pretexto como otro cualquiera para que las hojas de la publicación estén más o menos repletas de letras y la publicidad tenga un acompañamiento.

Qué es un columnista.- El columnista o articulista es aquel que se dedica a dar su opinión en los mencionados huecos tan difíciles de ocupar. La razón de que opine no obedece a una necesidad intelectual de la sociedad, sino al descarte. Si quitamos los contactos, los crucigramas, la parrilla televisiva, las diversas secciones del periódico (muchas de ellas analizadas aquí con anterioridad), las fotos y demás, no queda otra cosa.

Hacia la columna.- Para ser columnista lo principal, evidentemente, es tener una columna. ¿Cómo conseguirla? Hay varias maneras. La primera es ser periodista, profesionales que curiosamente no tienen fácil el acceso a esta labor, ya que sus obcecados superiores se empeñan en que se dediquen a las otras tareas necesarias para hacer un periódico, como elaborar noticias, reportajes o el horóscopo. Otra opción es desarrollar algunas de esas profesiones que sólo pueden considerarse prestigiosas en una sociedad claramente degradada, como profesor universitario, economista o abogado. Una sólida carrera en esos oficios asegura al menos una oportunidad. Tercera opción: la literatura. No hablamos de que tengamos que ser novelistas de prestigio, basta con ganar el concurso de poesía del barrio o que la diputación provincial nos haya publicado un tomo sobre repostería autóctona para poder asaltar la ansiada columna. Si usted, querido lector, abandonó los estudios poco después de aprender a multiplicar (sin decimales) no se preocupe. El envío masivo y diario de cartas al director puede proporcionarle alguna buena ocasión por hartazgo del personal del periódico. Quizá este epígrafe debiera haberse desarrollado de manera negativa, para ahorrar tiempo. ¿Quiénes no pueden ser columnistas?: los ornitorrincos. Si es usted un ornitorrinco quizá sea mejor que deje de leer.

El carácter del columnista.- Ya hemos visto que casi cualquiera puede optar a tener una columna, pero la competencia es enorme. La labor del columnista, que ya implica una visión muy particular de la existencia, no resulta adecuada para aquellos que buscan “realizarse” en su profesión, sino precisamente para eludir la actividad laboral. Esperemos que este epígrafe sirva de criba natural: absténganse de seguir leyendo todos aquellos cuyo principal sueño no sea dormir diez horas diarias (no contamos la siesta). Si tiene alguna ambición verdadera y fundamentada, el articulismo no es para usted: ni ganará lo suficiente ni se sentirá reconfortado al terminar la jornada.

La eficiencia en el trabajo. El decálogo del columnista.- Retomamos del epígrafe anterior algo que posiblemente haya alarmado a algunos. En efecto, el columnismo no nos hará ricos. Se trata de una actividad encaminada a disfrutar de la vida, es decir, de todo aquello que se encuentra al margen del trabajo. Por eso este curso están enfocado hacia todos aquellos que quieren, en principio, compaginar su profesión, sea la que sea, con el articulismo, pero cuyo objetivo final es dedicarse exclusivamente a la opinión periodística. ¿Qué entendemos por dedicarnos exclusivamente a la opinión periodística?: nunca más de 12 horas semanales. Para conseguir este estado paradisíaco debemos tener en cuenta los siguientes puntos (algunos de ellos sirven también para la fase previa a tener una columna):
I. Hay que evitar las faltas de ortografía. No es lo mismo ‘b’ y ‘v’, la ‘h’ es muda. Con respecto a la ‘g’ y la ‘j’ no hay problema, en caso de confusión el columnista optará por ‘j’, siempre manifestando, ojo, que se trata de un homenaje a Juan Ramón Jiménez. El resto de reglas ortográficas se sortean memorizando la “fisonomía” de unas 150 o 200 palabras, como si fuera la tabla periódica. Con esos vocablos tendremos más que suficiente, y no hace falta entenderlos. El objetivo de carecer de faltas es dar buena impresión ante el medio, que por otra parte tendrá los oportunos becarios para corregirnos. Así que tampoco vayamos a ansiarnos.
II. No debemos tener apenas conocimientos sobre economía, política o relaciones internacionales, puesto que el estado ideal del columnista es la pureza. La cultura y la formación siempre pueden dañar la ingenuidad necesaria para desarrollar con fluidez el siguiente punto.
III. Éste es el punto que hemos mencionado justo arriba. El columnista no es un literato, sino un actor. Debemos pontificar sobre lo humano y lo divino, ofreciendo al lector la apariencia de que estamos documentados y dominamos cualquier asunto. Aquellos temas que desconozcamos por completo son los mejores para desarrollar nuestra prosa, que se encontrará con un territorio virgen. Por eso lo reflejado en el punto II: la cultura sólo conduce a la indeseable especialización, y de ahí al ensayo hay un paso (recuerden que un ensayo tiene al menos 250 páginas, con lo que nuestro estilo de vida se va al traste). Recapitulemos: el columnismo es un espectáculo, y el show debe continuar.
IV. Los miembros del consejo de administración del periódico son nuestros dioses, el director su enviado en la Tierra. Esto quiere decir que jamás contradiremos la línea editorial de la publicación, salvo cada tres meses (y en perfecto acuerdo con nuestros superiores), con el propósito de poder manifestar que la publicación X da libertad a sus columnistas hasta para contradecir su línea editorial.
V. Hay que evitar el estilo propio al escribir. No queremos pasar a la historia, sino mantenernos económicamente dando los menos palos al agua posibles. La falta de estilo nos permite tratar multitud de cuestiones con cualquier tono que vaya de la fina ironía a la solemnidad de postín, de la escatología al breve estudio filosófico, del chascarrillo a la musicalidad poética. De esta manera podemos adaptarnos a cualquier director, tanto de nuestro periódico (si se produjesen cambios) como de la competencia (que siempre puede realizar jugosas ofertas). Además, esta ausencia de personalidad posibilita la creación de heterónimos muy variados con los que mantener polémicas y acaloradas discusiones en la sección de cartas al director, algo que entusiasmará a los mandamases, sobre todo en épocas en las que estemos algo bajos de inspiración, bien por el cansancio o por el agobio que produce el miedo al documento de Word en blanco.
VI. La libertad supone un grave obstáculo para el columnista, que ha de actuar como un camaleón. De este postulado se deriva otra característica básica: no tendremos ideología (y a ser posible también pocas ideas). Si nos llama un medio de la derecha más retrógrada nos convertiremos en rancios fascistas. Si nos llama la izquierda más intolerante nos convertiremos en rancios fascistas. Recuerden nuevamente que somos mercenarios de la hamaca y el pai-pai. Si a alguien no le gustan nuestros principios los cambiaremos como buenos marxistas (de Groucho).
VII. Para hacernos creíbles en determinados ambientes debemos confeccionar una estética del articulista, fundamentada sobre todo en una palabrería tan vacua como efectiva, toda ella henchida de metacolumnismo, o sea, la columna dentro de la columna. A la mínima que podamos espetaremos frases del tipo: “la columna es un género híbrido que combina la síntesis de la poesía, el ritmo del relato y la actualidad del periodismo”. O bien: “muchos novelistas son pésimos columnistas, también hay columnistas que se desfondan en las grandes distancias, la columna supone un género en sí misma”. Una más muy útil: “escribo mi columna donde ella me lo exija, unas veces en casa, otras en la redacción, donde te beneficias del contacto con los compañeros, pero muchas veces las he escrito en servilletas o no he tenido más remedio que improvisarlas por teléfono”. En este apartado entran también las menciones a otros columnistas. Resulta básico que nombremos con frecuencia a González Ruano y Julio Camba, al parecer articulistas de prestigio del periodo churrigueresco, e incluso que nos aprendamos de memoria algunas de sus citas (están en el Google). Atención: no puede faltar la mención a Umbral (el de la fotito de por detrás de El Mundo). Alabaremos siempre su estilo diciendo cosas como que “su prosa ha creado un lenguaje personal guste o no guste”.
VIII. El columnista nunca debe cometer el gravísimo error de considerar inteligentes a los lectores, esa masa informe y fácilmente manipulable. Por ello, y a pesar de que podamos escoger un amplio abanico de temas, siempre intentaremos tratarlos de forma maniquea, es decir, procurando que nuestro público se divida en tigres y leones, blancos y negros, izquierdosos y derechosos, síes o noes, a nuestro favor o en nuestra contra. Para ello basta apelar a los más bajos instintos futbolísticos, a algunos conceptos políticos que se dan en el colegio, al feminismo o machismo de chiste, o bien a que la juventud está perdiendo los valores. Estos argumentos se pueden meter, con o sin calzador, en cualquier instante. Recordemos que tan importantes como nuestros incondicionales son los detractores acérrimos, que con sus protestas e insultos nos fortalecerán ante el director.
IX. Cada cierto tiempo resulta conveniente soliviantar a un columnista de otro periódico. Para ello nada mejor que escoger a alguno de los novelistas frustrados que pululan por el oficio de opinador, ya que suelen ser muy irascibles (intentan trascender, y eso estresa). Los insultos que debemos emplear equivalen a los infantiles “gafitas”, “cuatro ojos” y “capitán de los piojos”. En el mundo del articulismo se suelen reflejar mediante frases de este jaez:
a) “Es un perro faldero al servicio de su editor” (esto que a nosotros nos enorgullece ser, a ellos, aún siéndolo también, los pone de los nervios). Equivale a gafitas.
b) “Su prosa es puro adorno al servicio de la nada” (esto también es un mérito como saben, pero los “artistas” lo llevan fatal). Equivale a cuatro ojos.
c) “La mitad de las veces habla de varias cosas sin que haya hilo central, y no se entiende lo que quiere decir, eso sí, adjetiva con primor” (esto supone ya un ataque frontal). Equivale a capitán de los piojos.
Una vez más, este tipo de enemigos fortalecerán nuestra posición en el medio en que trabajemos y, sobre todo, conseguirán que hagamos amigos en el grupo de enemigos de nuestros nuevos enemigos. Vamos, que conseguiremos suculentas ofertas a la postre. Además, tales batallas nos darán el tema hecho durante días.
X. Santificarás las fiestas.

Pequeños trucos del columnista.- La intensa actividad intelectual a la que estaremos sometidos y las consecuencias, seguramente perniciosas, de lo que haremos en nuestro cuantioso tiempo libre, pasan factura. Por eso no siempre será fácil elegir tema. Una alternativa, y de ella salen algunas de las mejores columnas, es dejar la mente en blanco y abandonarse a la escritura automática. Otra, plagiar a cualquier colega (para que no se note mucho consultaremos periódicos de días anteriores). También se puede plagiar a cualquier responsable de un ‘cuaderno de bitácora’ de internet, plebe absurda que se dedica al articulismo de manera gratuita y durante sus periodos de ocio (nuestros antagonistas). Como hay cientos de miles de ‘blogs’ no pueden pillarnos a poco que reestructuremos el texto.

La consolidación de nuestra carrera: el libro.- No nos cansaremos de repetir que nuestro objetivo se centra en mantenernos en este oficio, que debido a la idiosincrasia de la industria de la comunicación puede ser algo inseguro. Estamos sujetos a los caprichos de los jefes y obstaculizados por las zancadillas de propios y extraños, por no hablar de todos los que pujan para escribir en nuestro hueco. Mientras nos hacemos con un sitio dando codazos (figurados o literales) por doquier, tenemos que tener en mente el volumen de recopilación de nuestras mejores columnas. ¿Qué entendemos por “mejores columnas”?: las 125 primeras. El efecto que una antología produce en el gremio nos dará un respiro de años, durante los que nuestro puesto no peligrará. Para rematar la jugada tendremos que ir pensando en otro libro durante ese periodo de descanso. Nada mejor que uno “de naturaleza extraña” que muestre un espíritu renacentista, por ejemplo un volumen de haikus u otro sobre cine, materia muy socorrida (a modo de ‘Las películas que me hicieron’ o algo así). Una vez conseguido todo ello es probable que alcancemos la chochez y sigamos escribiendo, como algunos de los más prestigiosos columnistas de la actualidad. Si encima obtenemos un premio, como el Mariano de Cavia o el, otra vez aquí este tipo, González Ruano, hasta podríamos tener un nivel de vida semejante al de un cirujano de provincias. Por este motivo, adjuntamos un test para terminar.

Test: ¿Ganará como columnista el Mariano de Cavia o el González Ruano?

1. Un amigo se muda a otro piso y le pide ayuda para llevar algunos trastos:
a) Soy amigo de mis amigos, estoy allí al instante.
b) Me hago el remolón y llego cuando sólo queda la tostadora por trasladar.
c) Me encierro en casa unos días y bajo las persianas para fingir un viaje.

2. Un ciudadano con problemas solicita que empuje su coche:
a) Empujo el automóvil con todas mis fuerzas.
b) Recluto gente para que me ayude y empujo débilmente.
c) Alego que tengo una lesión, hago que empuje el tipo y que me lleve a casa cuando arranca el coche.

3. Se le presentan varios temas posibles para su columna:
a) Opto por un problema del barrio donde vivo.
b) Opto por las rencillas parlamentarias.
c) Opto por escribir sobre el gran colisionador de hadrones y la teoría de las supercuerdas.

4. Tiene un mal día y no se le ocurre tema:
a) Me estrujo el cerebro y, mal que bien, logro una columna aceptable.
b) Repito, cambiando algunos párrafos, una columna que publiqué el año pasado.
c) Hago una mezcla de varios comentarios de lectores de ‘weblogs’ y a correr.

5. Debido a que su columna tiene cierto éxito, un poderoso editor le propone que dé el salto a la novela:
a) Me arriesgo y empiezo a escribir sin parar.
b) Me arriesgo, pero ¿no puede ser una novela corta?
c) Me entra un ataque de risa delirante y algún espasmo facial.

Resultados:
Mayoría de respuestas ‘a’.- Es usted más tonto que una mierda.
Mayoría de respuestas ‘b’.- Mantendrá sin problemas una columna durante bastante tiempo, pero no se confíe.
Mayoría de respuestas ‘c’.- González Ruano le saluda desde ultratumba.помощь адвоката при дтпреклама от google


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