Pío Moa (I)

Grandes Terroristas de nuestro tiempo

(Réplica al artículo, por Pablo LPD: Grandes Historiadores de Nuestro Tiempo: Pío Moa)

(Contrarréplica, por Guillermo LPD: Grandes Historiadores Terroristas de Nuestro Tiempo: Pío Moa)

Pío Moa es uno de los referentes intelectuales de este país, puesto que conjuga en una sola persona casi todas las facetas imaginables que pudieran achacársele a un Hombre del Renacimiento: historiador revolucionario, periodista de calidad, teórico social de postín, y significado miembro de una banda terrorista cuyo ideario, objetivos y metodología son la envidia de los participantes en las manifestaciones de apoyo a la Revolución Cubana.

Hay una poderosa corriente de opinión en España que asume que los terroristas lo son para siempre, y les niegan en la práctica la posibilidad del arrepentimiento y la reinserción. Alguien tan vil, tan intrínsecamente malvado como para buscar la imposición de sus ideas a base de la violencia más descarnada, e incluso del asesinato, no merece el perdón de la sociedad.

Dicha corriente de opinión, que niega la posibilidad de la reducción de penas, que contempla con dolor e ira la reinserción, y no digamos la salida de la cárcel, antes de lo previsto, de los terroristas culpables de delitos de sangre, se ubica generalmente en el entorno ideológico de la derecha española, y como es obvio, tiene mucha más fuerza en el ámbito de la extrema derecha, partidaria de la cadena perpetua para terroristas e incluso de la pena de muerte. Cabría suponer que un siniestro terrorista del Grapo como Pío Moa no sería visto con buenos ojos, por mucho que hubiera evolucionado (y vaya si ha evolucionado) en su posicionamiento ideológico, por esta corriente de opinión. Nada más lejos de la realidad: en una de las acrobacias argumentales más espectaculares que tenemos el privilegio de contemplar en la actualidad, Pío Moa no sólo ha sido perdonado por la derecha española, sino que ejerce su “ámbito posterrorista de decisión” en publicaciones de ultraderecha, que son las que lo han acogido, han dado difusión a sus delirantes panfletos pseudohistóricos y lo han convertido, visto el páramo intelectual en el que por lo visto se mueven, en su referente máximo y maximalista.

La carrera, eminentemente interdisciplinar, de Moa comenzó allá por el año 1975, cuando un grupo de amiguitos deseosos de luchar contra el franquismo se unieron en los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre en pos de arraigar por fin la Libertad en España. Y lo hicieron con el método tradicional en España: mediante la violencia, esto es, asesinando, extorsionando y secuestrando a sus enemigos políticos, políticos del Régimen de Franco como Antonio María de Oriol, acendrados militares franquistas como el teniente general Emilio Villaescusa, o siniestros sicarios de la dictadura como Casimiro Sánchez (guardia civil, primer asesinado por los Grapo, en Agosto de 1975, aunque el peculiar nombre de la organización, “Primero de Octubre”, proviene del asesinato de cuatro malvados policías que vigilaban sucursales bancarias, siniestros centros del Kapitalismo internacional, el día 1 de Octubre de 1975).

Es conveniente señalar que aunque nosotros, partidistas como somos en el uso de los adjetivos, podamos calificar estos asesinatos y secuestros (casi todos los cuales ocurren con posterioridad a la muerte de Franco) de “acciones terroristas”, el propio Pío Moa ha considerado su participación en las actividades de los Grapo como “acciones de resistencia antifranquista”. Acciones que, no vayan Ustedes a pensarse, no se limitaron a iluminar a los sicarios que ejecutaban los actos terroristas desde una torre de marfil teórico-integrista de los zumbaos de extrema izquierda que componían los Grapo. Bien al contrario, Moa, a causa de la clara constatación de que sólo asesinando impunemente a los más eximios representantes de la Opresión (policías, guardias civiles, ya pueden Ustedes imaginarse, las fuerzas vivas de la burguesía opresora en estado puro) podía precipitarse la caída del régimen, se puso manos a la obra con la firmeza en él característica, y en los ya mencionados asesinatos del 1 de Octubre de 1975 participó activamente en una de las ejecuciones (llamémoslo así, que asesinato suena como muy fuerte, y al fin y al cabo hablamos de cómo un héroe –Moa- decretó la por desgracia necesaria muerte de un siniestro instrumento de tortura de la dictadura, un policía de a pie); de hecho, se sospecha que Moa remató a la víctima a martillazos en el suelo, valientemente, pero él se defiende:

“En caso de que la pistola de Cerdán fallase y él –el policía- quisiera sacar la suya, pensaba destrozarle la mano de un martillazo. Era un hombre joven, de facciones agradables, que al notar nuestra proximidad se levantó en actitud amable, creyendo, según indicaba su expresión, que íbamos a preguntarle algo. En ese momento Cerdán le disparó, no recuerdo si una o más veces. Los estampidos sonaron poco fuertes, y una bala debió de acertarle en el corazón. La sangre, saltando a chorros, le empapó inmediatamente la camisa y llegó a la guerrera. La expresión de su cara apenas tuvo tiempo de cambiarse en mueca de horror. El hombre cayó, despacio al principio, derrumbándose sobre su costado derecho. La escena era espantosa. Cerdán dijo: «Venga, vámonos», y salió. El cuerpo del policía, quizá ya cadáver, tapaba la funda de su pistola. Me incliné sobre él, lo volteé ligeramente para poner la funda al descubierto, y, procurando emplear los nudillos y no las yemas de los dedos, para no dejar huellas dactilares, la abrí y extraje el arma (…) No hubo, por tanto, martillazo, aunque algunos testigos, viendo desde atrás que me inclinaba sobre el cuerpo con un martillo en la mano, pudieron imaginar otra cosa”. (Las referencias de esta acción revolucionaria provienen del libro de Moa “Los crímenes de la guerra civil”. Como no tengo por costumbre utilizar mi dinero para financiar a quienes son, a los efectos del ámbito en el que se mueven, terroristas, esta y las siguientes citas están extraídas de aquí).

Qué malpensaos, los testigos, hay que ver. Y aunque fuera así, aunque Moa hubiera rematado a su víctima, “La cuestión, en todo caso, es secundaria, y un poco hipócrita darle vueltas. ¿Qué habría pasado si el arma de Cerdán hubiese fallado? No es difícil imaginarlo. Por otra parte, quienes estábamos en la dirección de un partido así éramos responsables de todos sus actos.”. No lo olvidemos, dicha víctima era culpable en tanto instrumento de la represión, y por tanto merecía morir, y si se le ejecuta haciendo uso de la simbología revolucionaria en movimiento, tanto mejor: “La lucha traía inevitablemente acciones como aquella, en las que caían personas individualmente inocentes, pero cuya función práctica apuntalaba al régimen e imponía el temor a las masas. Nuestra tarea consistía en despertar a éstas y llevarlas a la victoria, así fuera a largo plazo. Por ello, pese al espanto de tales golpes, estábamos persuadidos de su necesidad.”. Y ya se sabe, a las masas se les despierta a hostias, no hay otra manera.

Sin embargo, y a pesar del rutilante éxito de las acciones revolucionarias de Moa y sus amiguitos (las cifras cantan: 87 asesinatos desde la fundación de los Grapo, 87 víctimas que Moa, el eximio historiador y periodista, puede apuntarse en su cuenta intelectual como antológico luchador antifranquista), Pío Moa abandonaría pronto los Grapo, en el año 1977. Pero no crean que por motivos morales, en sí poco viriles e impropios de un hombre como él. El motivo era que no veía cómo los secuestros y asesinatos conseguían que el Estado, siempre opresor (en 1977, año de las elecciones falsamente democráticas organizadas por un Gobierno, como es sabido, ultrafascista), se doblegara a las justas demandas de Moa y sus Kamaradas. Alguien podría decir que esto ubica a Moa en la misérrima condición moral que su acción política a martillazos podría otorgarle (al fin y al cabo, no abandona por principios, sino por un pensamiento eminentemente pragmático: “asesinando no voy a mandar”, con lo cual, y en consecuencia, si pudiera mandar a base de asesinatos, ¿qué podríamos concluir?), pero aunque nosotros creemos que es en cualquier caso positivo que los terroristas, por muy siniestros y deleznables que hayan sido sus actos, evolucionen hacia actividades más civilizadas, dado que ni siquiera sus nuevos Kamaradas de la ultraderecha española coinciden en estos seráficos pensamientos, será preciso llegar a la conclusión de que si era misérrimo en los años setenta, lo sigue siendo en la actualidad.

Bien es cierto que Moa ya no ejerce el terrorismo, perdón, la lucha armada. Después de abandonar su empeño por derribar el Sistema, decidió emprender su batalla contra el nuevo Poder omnímodo en el que se había transmutado el franquismo de siempre: el felipismo que nos gobernó a partir de 1982. A partir de ese momento, cuando está muy claro que la lucha de los Kamaradas es insuficiente y sobre todo está mal enfocada, Moa decide intentar el derribo del Neofranquismo “desde dentro”, desde su posición privilegiada en el mismo meollo del Sistema, como bibliotecario del Ateneo de Madrid. Es fácil de imaginar que en ese puesto de trabajo Moa no hacía nada de nada (ni siquiera les soltaba un martillazo, o les cortaba los huevos con una hoz revolucionaria, a los que se retrasaran en la devolución de los libros, fíjense si el hombre se civilizó con rapidez), y precisamente por ello comienza a desplegar una actividad frenética en el plano del más reputado periodismo de investigación, que en este país, como es sabido, consiste en mezclar unos cuantos chascarrillos de tertulia de bar que se presentan en plan “descubrimiento del Mediterráneo” con directas invenciones de periodismo-ficción “gran Conspiranson”. El mérito de Moa estribaría, desde esta perspectiva, en haber aplicado la tradicional metodología del periodismo de investigación a un campo hasta entonces poco explorado, la Historia, en concreto la Historia de España y sobre todo la Guerra Civil.

En un contexto de asesinatos y violencia en el que Moa se mueve como pez en el agua, el hombre ha adquirido gran notoriedad aplicando lo que podríamos llamar doctrina de la “historia preventiva”, a su vez compendio de las experiencias vitales de Moa (la acción terrorista y el periodismo de investigación de denominación de origen reciamente española), que podría resumirse en la siguiente aserción: la culpa de la Guerra Civil, y de todos los demás males de España, es de la izquierda, por provocar. Se supone, o así lo dicen los apologetas del individuo, que el mérito de Moa está en que “descubre la culpabilidad de la izquierda a través de sus propios documentos”, lo cual a su vez parece resumirse en: a) la izquierda española perpetró la revolución de Asturias de 1934 (increíble descubrimiento de Moa, yo siempre pensé que los culpables eran los extraterrestres); b) con esta acción, la izquierda española rompió el orden constitucional y, por tanto, la democracia (lo mismito que, por ejemplo, el Golpe de Estado del 23F, que concluyó, al igual que la Revolución de Asturias, en un esplendoroso fracaso, pero eso no importa, la cuestión es que si se toca la democracia, esta desaparece, asín son las cosas); c) parte sustancial de la izquierda, en particular los anarquistas, los comunistas y la sección que lideraba Largo Caballero (el Pío Moa de 1936) en el PSOE, tenía un fermento antidemocrático que les llevaba a buscar la Revolución Social como objetivo de máximos (yo también me enteré de esto gracias a Moa, pues siempre había pensado que los asesinatos anarquistas, que desde el siglo XIX se llevaron por delante a miles de personas en España, no eran acciones terroristas de corte totalitario, sino lucha armada de héroes democráticos como el propio Moa); d) puesto que en España no había democracia, las elecciones de 1936 que ganó (por estrecho margen de votos, mucho más amplio en escaños) el Frente Popular no tenían valor alguno (es lo mismo, de nuevo, que las elecciones de Marzo de 2004, que como todos Ustedes saben ganó Bin Laden, y mira que me jode que no podamos pedir por catálogo unos cuantos tanques para salvar la democracia, hostias); y, finalmente, e) en una situación antidemocrática dominada por el orgiástico fervor revolucionario de la izquierda (ya saben, Martínez Barrio, Azaña, esos putos descamisados terroristas que eran, respectivamente, presidentes del Gobierno y de la República) no hubo más remedio que alzarse, por las armas si es necesario (como los martillazos o “democracia a tortas” de Moa de 1975), para salvar España y la democracia.

Es sabido que el Caudillo, una vez finalizado el conflicto (al que se había visto arrastrado contra su voluntad por la intolerancia de la izquierda, en particular el PCE, ese partido de masas que sacó la increíble cifra de 150.000 votos en 1936, incluso más que España2000 en 2004), se apresuró a poner el poder de nuevo en manos del buen pueblo español, montando la democracia orgánica más de puta madre de que jamás ha gozado esta o cualquier otra tierra que nos podamos imaginar. A partir de ahí podría reescribirse la historia personal de Moa, como de hecho él se ha afanado en hacer, dado que, si el franquismo era una democracia de puta madre, ¿por qué Moa, un demócrata pata negra, se rebela contra el sistema democrático? Él, al igual que la izquierda, estaba equivocado, menos mal que, con la fe del converso, ha abrazado la Verdad.

La doctrina de la Historia Preventiva de Moa, si me permiten utilizar el tecnicismo, es un modelo de investigación histórica extremadamente útil, dado que aunque parezca que justifica acontecimientos en sí reprochables (como un Golpe de Estado frente al orden constitucional de una república democrática), como primero define democracia y constitución para así llegar a la profecía autocumplida, los acontecimientos no sólo no son reprobables, sino que, rizando el rizo, ¡salvan aquello que en principio se supone que destruyen!

Para entendernos, la cuestión es que, si mi vecino es un tipo antipático que me mira mal, y yo un buen día le descerrajo un par de tiros en la nuca, la culpa es de mi vecino, dado que el muy cabrón a buen seguro acabaría asesinándome, así que ¿por qué no tomarle la delantera? Para mentes simples y antidemocráticas el argumento puede parecer algo capcioso, pero torres más altas han caído.

A pesar de que las revolucionarias tesis de Moa no son, en realidad, novedosas en absoluto (dado que se limitan a reproducir, en plan refrito, la propaganda historiográfica del franquismo, ya saben Ustedes, aquello de que el 18 de Julio había surgido “para contener la Revolución comunista”), el característico carácter iletrado de la sociedad española, y en particular de los Grandes Periodistas de nuestro tiempo, les ha llevado a convertir a Pío Moa, con un papanatismo que está también en la base de la profundidad de análisis y opinión que los define, en el apóstol de la Revelación, el desfacedor de entuertos, el peazo historiador riguroso “que no veas” que ha desvelado, por fin, la impostura que la izquierda española ha intentado mantener durante décadas respecto de la Guerra Civil (porque la Guerra Civil, a ver si nos enteramos, no es una rebelión totalitaria frente a una República democrática, eso no tiene ninguna importancia, ni siquiera es un enfrentamiento “en plano de igualdad” izquierdas-derechas, no, los culpables son las instituciones democráticas que Moa asocia a “la izquierda”, con dos cojones, esa izquierda que buscó apoyos inútilmente en dos acreditados países bolcheviques como Francia y Gran Bretaña, mientras los adalides de la democracia se asociaban a la Alemania nazi, reproducción contemporánea de los principios de Solón de Atenas y el Ágora de Pericles), y es preciso decir que el hecho de que los apoyos mediáticos de Moa sean también apoyos, no del Partido Popular, sino de la sección “dura” del PP, que consideran a gentes como Piqué o el propio Mariano Rajoy Hefestiones ambiguos vendidos a Moscú (bueno, a doquiera que esté escondido Bin Laden), no tiene absolutamente nada que ver con la defensa firme de las espectaculares revelaciones de Pío Moa, que actualmente, como representante del periodismo de calidad bien entendido que es, sigue desplegándose, además de en los rigurosos estudios históricos que se venden en los más acreditados foros culturales (quioscos y pilas de best sellers de El Corte Inglés), en dos publicaciones de similar calado y orientación ideológica: Libertad Digital y el Boletín de la Fundación Francisco Franco, adalides, como su nombre indica en ambos casos, de la Libertad en su sentido más puro y auténtico (y más le vale que esté de acuerdo con esto, porque si no le hincharé a hostias y luego le tiraré por un precipicio para evitar que Usted, como indicaría su masónico desacuerdo, haga lo propio conmigo).caricaturistпосуда биол купить в москве


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