LECCIÓN 2. Lecturas marxistas.
OBRAS FUNDAMENTALES PARA LA FORMACIÓN DEL ESPÍRITU DE LA IZQUIERDA HEGELIANA
La primera parte de este cursillo para ligar, compuesta por la Lección 1 y esta segunda entrega están dedicadas, como puede comprobarse, a permitir la adquisición, si no de una cierta culturilla marxista, sí al menos de unos rudimentos expositivos, de una especie de sucedáneo cultural que por mucho que sea de manifiesta inconsistencia sí permita, al menos, dar el pego. Lamentablemente, el reto no es mucho mayor y, en esencia, de esto es de lo que se trata. No obstante, el compromiso de La Página Definitiva con el rigor nos obliga a ir más allá. Lo cual no significa que pretendamos profundizar en el marxismo demasiado, sino en qué significa serlo a la hora de ligar en una sociedad como la actual. Por lo que en las siguientes lecciones veremos también que el marxismo puede y ha de ser una forma de vida, que un marxista no ha de ser escuchado y tenido como tal sino, esencialmente, ser visto y percibido así. En las sociedades actuales la consecución de tal objetivo pasa por la forma y no por el fondo y conviene aprovecharse de ello, pues así lograremos nuestro objetivo utilizando de manera prioritaria otras vías más satisfactorias que el cultivo del intelecto. Y menos esforzadas.
No obstante lo cual, Usted lo sabe y se asusta legítimamente por ello, una de las claves de la irresistible atracción que un buen marxista ejerce está anclada en la consideración de su inteligencia y cultura, del cuidado con que ha preparado su mente. Con lo cual, lamentablemente, no podemos obviar del todo la parte no festiva del asunto. Las claves de la primera lección permiten construir la estructura basal de nuestras personalidad. Pero una vez adquiridas estas nociones básicas conviene ser capaces de apoyar nuestras argumentaciones dogmáticamente o, al menos, poder identificar de qué se está hablando si alguien hace referencia a ciertos libros básicos. Del resto de la producción exquisitamente marxista en otros ámbitos culturales (pintura, música, escultura …) no es preciso preocuparse dado que es bastante complicado a estas alturas que nos topemos con gente que conozca siquiera la existura de los comprometidos movimientos artísticos y su significado ideológico en profundidad. A nosotros nos bastará con que apliquemos la óptica marxista ya expuesta a cualquier asunto, mezclándolo con los conocimientos generales que tengamos del tema. En cualquier caso, ha de ser recordado que ante esas manifestaciones artísticas, caso de que no sean de nuestro agrado (o si sencillamente no sabemos de qué nos hablan ni conocemos al artista en cuestión, porque lo que no conviene en ningún caso es quedar como un inculto), no son sino “productos de la moral conservadora y burguesa”, manifestaciones de la degradación de la sociedad capitalista occidental y “nuevas formas de alineación, nuevos opios del pueblo”.
Pero de lo que no es posible escapar es del conocimiento, siquiera sea somero (aunque siempre debe parecer lo contrario) de una bibliografía básica. De otro modo no es posible aparentar ser un marxista de verdad. Conviene tener presente que este método para ligar ha sido perfeccionado durante muchos años por profesores de Universidad con ganas de acostarse con sus alumnas, con lo que, aunque sólo sea por respeto a las tradiciones, conviene detenerse aquí y no pasar directamente al “estilo de vida marxista”. Hemos de tener presente que un marxista es alguien que, al menos tendencialmente, encarna el concepto de rata de biblioteca. No pretendemos que nadie haya de renunciar a su cubata para sustituirlo por las obras completas de Feuerbach en alemán, pero sí que es imortante que los demás se construyan una image mental nuestra donde éstas ocupan un lugar central en nuestra vida. Para que así sea hay que habituarse a estrategias que psicológicamente hacen mella en la gente que nos rodea. Si vas de vacaciones a cualquier parte no olvides comprar algún librillo de bolsillo (no quieres enriquecer a las multinacionales de la edición y lo importante es el contenido, no la lujosa presentación) en el idioma del país sobre algún asunto sociológico o de ciencia política muy poco corriente. Viste mucho más todavía si logras detectar una editorial libertaria (o poco conocida, dado que si es extranjera y el libro no está traducido podremos vender con facilidad que, de hecho, es una pequeña casa de edición dirigida por un trotskysta al que conocimos en un coloquio). Deja claro que no te vas a París a EuroDisney sino que lo haces para visitar “un par de librerías que conozco” y rebuscar en los libreros de viejo (en París dí bouquinistes y quedarás como un connaisseur). Por otro lado cuando estés tratando de ligar no está de más que te pases por una librería con la chica en cuestión, aduciendo que necesitas un libro y aprovecha ese momento para que ella quede impresionada al ver al familiaridad con la que tratas al librero (por supuesto nunca se comprará el libro en una gran librería o superficie).
A continuación, y tras estas notas básicas, pasamos a analizar algunas de las obras cumbres del marxismo, de manera que memorizando las ideas claves que pasamos a exponer, y combinándolo con las técnicas arriba descritas y cualquier otra semejante que pueda ser ideada, sea posible evitar su lectura:
Título: El Capital
Autor: Karl Marx
Categoría: Biblia del Comunismo
Siglo: XIX
Comentario: Se trata de la obra que más daño puede hacernos y a partir de la cual es más sencillo que quede al descubierto nuestro juego. Libro, en consecuencia, muy peligroso, ya que es ampliamente conocido. La ignorancia sobre su existencia sería, en consecuencia, letal para nuestros intereses. Sin embargo, y en compensación, no es preciso siquiera echarle un vistazo, pues su tamaño (“El Capital” es el equivalente progre a “La Sociedad Abierta y sus Enemigos”) y la alemanidad de su prosa cumplen con la benéfica función de ahuyentar a todo lector. Digamos que en este libro se contiene todo el análisis teórico que conduce a la construcción de nuestra ideología desde una perspectiva económica. Con lo que, a efectos prácticos, cualquier comentario de índole económica de tertulia de amiguetes que hagamos (ya sabeís, plusvalías, fuerzas de producción, acaparamiento de capital, desigualdades, reparto….) puede apoyarse en “El Capital” con toda la tranquilidad del mundo y uno queda como un erudito. Los riesgos son mínimos, pues en primer lugar muy pocos se habrán leído la obra y, en segundo término, si alguien lo ha hecho, dado lo gigantesco de la misma, nunca podrá recordar con seguridad si lo que hemos dicho está contenido en ella o no. A pesar de que no tengamos ninguna intención de leerlo, es preciso comprar el libro y tenerlo a la vista en casa (recuerda que, en última instancia, si todo va bien, nuestra casa acabará siendo visitada y conviene que la imagen que transmita, al menos en un primer momento, sea acorde a lo que hemos publicitado de nosotros mismos). Precisamente por su única utilidad decorativa es preferible hacerse con una edición alemana (Das Kapital), pues nuestra imagen quedará todavía mucho más realzada. Por no hablar de lo intimidador que es referirse siempre a la obra por su título original y dejar claro que cualquier traducción es una alteración del contenido esencial de la obra, lo que nos permite ahuyentar a cualquier posible competidor que aspire a discutirnos nuestro profundo conocimiento de la teoría económica del marxismo.
Títulos: Trabajo asalariado y capital
Salario, precio y ganancia
Las luchas de clase en Francia de 1848 a 1850
El dieciocho de brumario de Luis Bonaparte
Crítica del programa de Gotha
Autor: Karl Marx
Categoría: Libros “que hay que leer”
Siglo: XIX
Comentario: “El Capital” es muy importante pero ha sido tan empleado para ligar que casi no significa nada que nosostros lo hayamos leído y conozcamos de pe a pa. Un verdadero marxista, si quiere tener éxito, no puede conformarse con conocer únicamente, por mucho que sea de forma minuciosa, esta obra. Es preciso pontificar y afirmar de modo categórico que “la esencia del pensamiento de Marx” no se encuentra en su gran y más popular creación, sino en otros textos cuya mera cita, por tener mucha menos fama, nos proporcionará importantes réditos. Debido a que a estas alturas nuestro interlocutor y rival estará ya cansado y harto de una discusión teórica que, para mayor sufrimiento, versa sobre libros que nunca ha leído (si la cosa es apabullar a la chica tampoco es cuestión de atosigarla con obras un poco pesadas) no es nunca preciso ir mucho más allá ni explicar de qué tratan. Con mencionarlas y calificarlas de claves, como se ha dicho, ya está todo hecho. Esta política suma otra enorme ventaja, y es que evita tener que leer las mencionadas obras. Si se quiere remachar algo más el clavo, sin embargo, siempre se puede decir que los dos primeros títulos mencionados “compendian todo el saber económico de una época y son la más lúcida denuncia de un modo de apropiación vil”, mientras que los dos siguientes aparecen como “la primera manifestación de una nueva y revolucionaria forma de enfocar el estudio de la historia, que permite comprender de verdad los orígenes de los acontecimientos”. Con el programa de Gotha es mejor ser cabalístico y limitarse a señalar que “es lo mejor de Marx”.
Títulos: El origen de la familia, la propiedad privada y el estado
Contribución al problema de la vivienda
El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre
El problema campesino en Francia y Alemania
Del socialismo utópico al socialismo científico
Autor: Friedrich Engels
Categoría: Libros “que hay que leer”
Siglo: XIX
Comentario: En cualquier caso, y como todo buen marxista debe aparentar saber, “el que de verdad sabía era Engels y no Marx”. Este es ya un golpe definitivo, que nos encumbrará a los altares ante nuestro público si su paso por el sistema de enseñanza occidental ha rendido sus frutos y la ignorancia en cualquier cuestión que conlleva letra impresa campa alegremente por su existencia. Por supuesto no es preciso ir más allá ni profundizar mucho en este tema. Simplemente “El origen de la familia, la propiedad privada y el estado” es la obra cumbre del ensayo universal. Si además nos aprendemos alguno de los títulos restantes (no hay que ser un lince para intuir de qué va cada cosa), habremos entrado por derecho propio en la categoría de verdaderos intelectuales.
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