Historia Sagrada. 50

Las plagas (I): Chapapote sanguinolento (Éxodo 7, 14 – 25)

Moisés acariciaba su bastón – serpiente a la espera de que Jehovah le ofreciera una explicación convincente de cómo conseguir el permiso de Faraón, algo respecto a lo cual no albergaba la menor duda, pues Él todo lo puede. Y en efecto, sin mayor dilación Él explicó su divino plan:

“El caso es que el jodío Faraón es más chulo que un ocho y no da su brazo a torcer, así que voy a enviar toda suerte de plagas que convertirán Egipto en un erial, arrasarán la tierra, destruirán los ríos, aniquilarán a los egipcios, los machacarán, los exterminarán, …¡JAJAJA! Sin embargo, Faraón, cada vez que vayáis a hablar con él exigiéndole, en nombre de Él (en Mi nombre), que os deje marchar, continuará erre que erre por obra mía, así que yo enviaré más plagas, cada vez más, más funestas y terribles, que lo destruirán todo, extirparán a los egipcios de la faz de la Tierra, y al final Faraón, humillado, no tendrá más remedio que agachar la cerviz y reconocer que nadie la tiene más larga que Él, ¡JIAJIAJIA!”

En ese momento Él paró, pues no pudo menos que observar que Moisés estaba aterrorizado ante semejante despliegue de amenazas. Moisés miraba el brillo frenético en los ojos de un Él ciertamente desquiciado, y no podía menos que preguntarse si no sería más sencillo que Él, en su infinita piedad, le soltara un par de yoyah todopoderosas a Faraón en lugar de cargarse al pueblo de Egipto, que en principio no era culpable de los desatinos de su Faraón (aunque pueda resultarles sorprendente, en los tiempos antiguos Faraón, así como los demás gobernantes, no era elegido democráticamente, sino que el poder se consideraba otorgado por la Providencia a determinados sujetos, en teoría llegados directamente, en tanto divinidades, del más allá. Por esa época Él aún no había tenido tiempo de exterminar, aniquilar y destruir a todos los pueblos paganos, por vía directa mediante plagas y torturas sin cuento o indirectamente, a través de sus leales creyentes, así que la Democracia, orgánica o no, consustancial al cristianismo aún no se había convertido en el sistema político “más mejor” en la consideración de los pueblos).

Sin embargo, los caminos del Señor, aunque según estamos viendo por lo general sigan la tortuosa, y por momentos innecesaria, vía de la destrucción de la civilización tal y como la conocemos, son y serán siempre inescrutables, así que Moisés, como buen creyente, alejó esas perniciosas dudas de su cerebro y decidió seguir el plan de Yaveh.

Al día siguiente Moisés tiene una nueva audiencia con Faraón, que se estaba bañando en el río, y tras hacer un ademán chulesco con su bastón – serpiente le dice que cuidadito, que como Faraón no deje libres a los judíos, Yaveh, bastón – serpiente mediante, convertirá el agua del Nilo en sangre, destruyendo toda forma de vida que en él habite, y que además “esto sólo es el principio”. Como no obtuviera respuesta de Faraón, Moisés golpea el río con el bastón y en esto que el agua del río comienza a convertirse en sangre, los peces comienzan a morir, y la gente, asqueada, se pone a construir pozos alrededor del río para no morir de sed.

Pero Faraón, por obra de Yaveh, ni se inmuta, y le dice que a él lo de la sangre de Él le importa bastante poco, que de hecho su natural cruel y despiadado le permite disfrutar mucho más del baño de sangre que de otro con insípida agua, que en Palacio el agua ni probarla, que él sólo bebe vino o sangre de sus enemigos, que fijaos si soy malo, que probablemente lo de la sangre no sea más que un truco escenográfico, que recuerda haber oído por ahí que hace unos días se hundió en aguas del Nilo un barco repleto de sangre de sus enemigos destinada a servir la mesa de Faraón, que al principio creían que podría recuperarse la sangre, pero que el Ministro de la Sangre estaba de vacaciones cazando en el Alto Nilo y no le dio importancia, que se dieron órdenes contradictorias que provocaron que el barco se acabara hundiendo justo al lado de donde Faraón acostumbraba a bañarse, que al principio querían sacar el barco al Mediterráneo pero que los hititas habían dicho que como lo acercaran a sus costas les declararían la guerra, que él habría preferido esta solución para así mejor nutrirse de sangre de enemigos que repusiera las actuales pérdidas, que en todo caso tiene a los buenos ciudadanos de Egipto limpiando la sangre de las orillas del río, que para que no se quejen los pescadores les está soltando unas subvenciones a fondo perdido que no veas, y que, en suma, si les explica todo este chapapote es para dejar bien clarito que aquí manda él, que a él se la suda muchísimo que sus súbditos mueran, sufran o padezcan, que lo de la sangre casi le resulta divertido y que además sus magos lo tienen muy fácil para repetir un truco similar con sus “fórmulas secretas”.

Y en efecto, Faraón se gira hacia sus magos, que estaban también tomando el baño, y les exige que reproduzcan el truco con ayuda de sus poderosísimas “fórmulas secretas”. Para pasmo de todos los presentes, los magos consiguen reproducir el proceso, demostrando a los ojos de Faraón que lo de la sangre no es para tanto (puesto que las “fórmulas secretas” eran, valga la redundancia, secretas, no queda claro para la posteridad cómo lo consiguieron, aunque dada la naturaleza sanguinaria del mandato de Faraón se lo pueden Ustedes imaginar). Así que Moisés se vuelve cabizbajo a Yaveh, pero éste le reconforta: “tranquilo, chiquillo, ¿no ves que esto es justo lo que yo quería? Ahora podré elevar el listón de la muerte”.управление репутациясоциальная защита


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