Historia Sagrada. 19
Sodoma acaba reducida a cenizas y empieza el vicio (Génesis 19, 1-29)
La destrucción de Sodoma es uno de los pasajes más interesantes del Génesis pues deja bien claritas varias cuestiones que posteriormente, a lo largo del resto de nuestra Historia, veremos que no son asuntos menores. A saber, que cuando Él se empeña en algo lo acaba haciendo y por todo lo alto. Y, sobre todo, que la imaginación destructiva de la que hace gala ya la quisieran para si los genocidas más conocidos del siglo XX.
Los ángeles encargados de realizar el trabajo llegan a la ciudad al caer la noche. Curiosamente Lot se los cruza, y esta afortunada casualidad marcará el destino de la ciudad. Amable como es, Lot invita a los extranjeros a pasar la noche y estos acceden finalmente. Tras una agradable velada empiezan los problemas. Sodomitas de todas las edades, al olor de la carne fresca, cercan la casa de Lot y le exigen que les entregue a los extranjeros con el noble propósito de poder abusar de ellos. Lot, haciendo gala de sus sentido de la hospitalidad, trata por todos los medios de evitar que sus conciudadanos satisfagan sus bajos impulsos. En su infinita bondad lleva incluso a ofrecer a sus hijas “vírgenes” al populacho, pero ni siquiera tan apetitoso manjar desvía a este de sus intenciones primigenias. Estaba claro que ellos sabían que las vírgenes, tarde o temprano, iban a caer (de hecho es lo que solía pasar con las vírgenes en Sodoma, tradición que se ha conservado hasta nuestros días) por lo que su objetivo prioritario eran los extranjeros que, a fin de cuentas, podían largarse con viento fresco en cualquier momento.
Dado que las negativas de Lot se suceden el pueblo de Sodoma comienza a enfurecerse. Y, tras recordar su origen extranjero, la luz se hace para la turba: hay que linchar a Lot, aunque no queda muy claro si su principal pecado es ser de fuera y conseguir por ello viviendas sociales o mantener un puritanismo mal entendido. Pero, cuando uno tiene a todos sus conciudadanos en su contra, la ayuda divina puede ser muy útil. Primero los ángeles ciegan a los cercadores, que son por ello incapaces de encontrar la puerta de casa de Lot. Está claro que la solvencia de organizaciones como la ONCE está fuera de toda duda, pues a pesar de conservar intacto el sentido del tacto los sodomitas pasaron toda la noche buscando el pomo de la puerta sin encontrarlo. A la mañana siguiente, además, los ángeeles instan a Lot a marchar, antes de comenzar con su espectáculo fallero de fuego y destrucción, que acaba con las ciudades de Sodoma y Gomorra. La destrucción de esta última es un gran misterio bíblico, pues ni Él había recibido queja alguna sobre el comportamiento de sus habitantes ni tenemos constancia de que ninguno de ellos participara en las truculentos sucesos de la noche relatada. Sin embargo, debemos deducir que tenía también bien merecido el castigo, aunque sólo fuera porque “pasaba por allí”. Y en ningún caso es legítimo poner en duda la justicia de estos ajusticiamientos divinos.
En cualquier caso lo que queda claro es que Lot se salvó por ser la única persona de moral recta de la ciudad. Ni siquiera su mujer se salvó de la quema, pues volvió la vista atrás mientras la ciudad era destruida y fue por morbosa convertida en estatua de sal, versión antigua que equivale en estos tiempo a la supresión de ciertos programas de las parrillas de las televisiones públicas por no ser suficientemente elevados para las exigencias de una televisión dedicada al servicio público. De esta forma, además, se eliminaba un obstáculo que dificultaba poner en práctica las buenas viejas costumbres tan del gusto de Él.
En efecto, las famosas hijas vírgenes de Lot decidieron festejar por todo lo alto la desaparición de todos sus conciudadanos y de su madre y para ello emborracharon al pobre Lot y se lo cepillaron por turnos, la primera noche la mayor y la segunda noche la menor. Dado que quedaron encintas inmediatamente y que los efectos del alcohol no debían hacer muy eficaz la prestación del pobre Lot no decidieron repetir, o al menos la Biblia no nos relata que algo así ocurriera. Aunque, dedicada como siempre a la genealogía, nos informa, y se lo agradecemos, de que el hijo de la mayor se llamó Moab (moabitas) y el de la menor Ben Ammí (amitas).
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