Historia Sagrada. 17
Empiezan los problemas por la herencia de Abraham (Génesis 18, 1-15)
A pesar de que con el nacimiento de Ismael todo parecía resuelto en ese sentido el Señor, generoso, decidió experimentar en la familia de sus elegidos con los conflictos hereditarios. Si la a partir de ahora llamada Sara y Abraham tenían un hijo se iniciaría la lucha eterna entre los hijos llamados “legítimos” y los “naturales”. Además, encontramos por primera vez un caso de convivencia y conflicto entre dos hermanos de vínculo sencillo. Teniendo en cuenta cómo acabaron Caín y Abel a pesar de su vínculo doble podemos esperar que los acontecimientos futuros sean prometedores.
El Señor no sólo se le aparecía mucho a Abraham, sino que se le aparecía para reiterarle en muchos casos lo mismo una y otra vez. Aunque algo monótonas, estas apariciones gustaban a Abraham. La aparición de Mambré tuvo por objeto reiterar que Sara y él iban a tener un hijo, algo que como hemos visto ya estaba incluido en el pacto circuncidador. En esta ocasión Dios se manifestó de manera sencilla: tres viajeros que pasaban ante la tienda de Abraham y que vieron cómo el abuelete, a sus 99 años, se postraba ante ellos y les prometía agasajarlos con todo lo que desearan. Los viajeros, lógicamente, le siguieron la corriente por respeto a sus canas y por conveniencia. Cuando uno está de viaje cualquier comida a mitad del camino que sea ofrecida por muy peregrinos que sean los motivos es bien recibida.
Esta divinidad una y trina remachó la cuestión: “Dentro de un año volveré. Para entonces tu mujer Sara habrá tenido un hijo”. La afirmación fue acogida con hilaridad por la interesada, que a estas alturas debía estar un poco harta de las excentricidades de su esposo. Las cercanías del centenar de años no son, sin duda, la época más apropiada para la maternidad. Y la Biblia, biológicamente minuciosa como suele ser costumbre, nos informa de que Sara ya no tenía ni siquiera el período. Así que esta no se tomó con mucha seriedad el asunto, algo que molestó profundamente a la aparición, que la puso sobre aviso: “¿Hay algo difícil para el Señor? De aquí a un año volveré y Sara tendrá un hijo.” La interesada, lívida, negó haberse reído y no tomarse en serio al señor. Suponemos que casi más que a las represalias la pobre mujer debía estar aterrada ante la perspectiva de tener un hijo a esas alturas y eso a pesar de su menopausia. El único efecto positivo que la misma tenía en su cuerpo, el permitirle yacer con quien quisiera sin miedo a inoportunas consecuencias, acababa de desaparecer.
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