Capítulo XCIII: El Cid (II): La leyenda

Año de nuestro Señor de 1065

El Cid es uno de los principales héroes de la Histeria de España debido a las grandes hazañas que les hemos relatado en nuestro capítulo anterior. Es indudable que su valentía, pericia en la batalla y virilidad garantizan un índice de españolismo en la sangre que se sale de todos los parámetros, y por tanto, en principio, el Cid es acreedor a todas las virtudes requeridas para convertirse en parte fundamental de la simbología hispánica que revisamos en esta Histeria. Lamentablemente el Cid es también producto de una determinada concepción de España, un tanto peculiar, dominante hasta la fecha y que, según todos los indicios, no acaba de funcionar correctamente. La concepción, fundamentalmente, de que España es Castilla y viceversa, y por tanto los objetivos, historia y grandes momentos de una lo son de otra. La historia medieval de los restantes reinos no dejaría de ser algo anecdótico de unos locos de provincias que, en lugar de dedicarse al turismo y engrosar desde un principio las filas castellanas, se pusieron a hacer la guerra por su cuenta.

Por este motivo nos encontramos a personajes como el Cid, un soldado de fortuna enfrentado la mayor parte de su vida, hasta el preciso momento en que consigue para sí el Reino de Valencia, a los reinos cristianos de Aragón y Cataluña que, a continuación, es convertido en el número uno de los mitos hispánicos. Tal vez un acercamiento menos mezquino y parcial a la Historia de España, empero, nos dé la clave de la leyenda del Cid: la Historia de nuestro país es la historia desgarrada de oleadas de españoles que luchan entre sí incesantemente para demostrar que ellos son más españoles que los demás, hasta que la llegada de nuevos españoles de raíz aún más pura demuestre lo contrario. Desde esta revolucionaria óptica, el Cid pasaría a ser, en efecto, uno de los máximos símbolos de la españolidad, pues a luchar contra españoles pocos pueden ganarle.

La figura del Cid fue glosada por el oficialmente primer documento literario en lengua castellana, el “Poema de Mío Cid”, sobre el cual aparecen varias teorías que han dado lugar a una apasionante discusión paleográfica. ¿A qué época pertenece el “Poema de Mío Cid”? Básicamente nos encontramos tres escuelas de pensamiento:

– La representada por el erudito Ramón Menéndez Pidal, cuyos estudios financiados por el Ministerio de Educación y Cultura dieron como resultado impepinable lo que todos sospechábamos: Pere Abad no es, como se creía, el autor del famoso Poema de Mío Cid, sino un copista posterior de la obra primigenia, que dataría de principios del siglo XII o, por qué no decirlo, de finales del XI, aún en vida del Cid. Esta teoría, sustentada por múltiples verdades científicas, biológicas, historiográficas y teológicas, además tiene una ventaja, y es acercar el “poema del Mío Cid” a la primera obra literaria en lengua francesa, la “Chanson de Roland”, de similar calaña y fechada en el siglo X.

– Otra escuela de pensamiento, que llamaremos de “los pérfidos extranjeros”, piensa que Pidal no decía más que tonterías y que el tal Pere Abad es el autor del poema, situado en este caso en pleno siglo XII, es decir, una bazofia de poema fundacional de la lengua castellana que no veas.

– Por último, una escuela reciente, que llamaremos de “La Página Definitiva”, de hecho tan reciente que desarrolla su teoría conforme escribo estas líneas, considera que dado que el poema es obviamente una bazofia independientemente de su antigüedad, ya puestos, ¿por qué no ir más allá y darles a los malvados franceses donde más les duele? ¿Por qué no defender que el Poema del Mío Cid fue escrito en el siglo VI d.c.? Esta vuelta de tuerca podría solapar fácilmente el inconveniente de que por aquella época el Cid no había nacido, aludiendo al carácter universal, que trasciende fronteras espaciotemporales, de la leyenda del Cid, y de paso adecuaría la calidad literaria del Poema de Mío Cid a un siglo, el VII, que por ser también una bazofia resulta más adecuado.
En cualquier caso, la figura del Cid perduró, pero no podemos decir lo mismo de sus obras, pues a los pocos meses de su muerte los almorávides reconquistan Valencia, unos años antes había muerto, en batalla, su hijo, y aunque el Cid logró casar a sus hijas con buenos partidos no puede decirse que su linaje haya tenido continuidad. Tras su muerte, y la de Alfonso VI, la vida en Castilla sigue: “Una mujer al volante”.free legal dictionaryуслуги по продвижению сайтов


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