Capítulo LXXXV: Ramón Berenguer IV, el Pederasta
Año de nuestro Señor de 1131
Una vez pacificado el reino de Aragón en plan expeditivo, Ramiro II el Monje puede dedicarse a esa actividad tan habitual entre sus súbditos y que, sin embargo, se había hecho tan cara de ver para los reyes de Aragón: procrear, tener hijos, objetivo que milagrosamente (no en vano el Monje venía de donde venía) llega a buen puerto con el alumbramiento de una hija, Petronila, con su esposa Inés de Poitiers. La sucesión en el reino estaba más o menos asegurada, así que el Monje concierta el matrimonio, por poderes, claro, de su querido bebé con el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV y se retira a un monasterio a meditar.
Estudios posteriores de dicho monasterio (San Pedro el Viejo) han permitido dilucidar a qué meditaciones se dedicó el Monje en su vuelta a los orígenes. El monasterio está trufado de hermosos bajorrelieves y estatuas de doncellas impúdicas semidesnudas danzando, figurillas satíricas enarbolando enormes falos, historias picantes en los lugares más insospechados del edificio, … en verdad podemos decir que el Monje le había cogido gusto a esto de procrear, o al menos a lo que procrear suele llevar aparejado, y es de suponer que a lo largo de los veinte años que vivió “retirado” en el monasterio el hombre se lo pasaría bien, recordando sus tiempos gloriosos en los que segaba cabezas.
Su sucesor no le iba a la zaga; Ramón Berenguer IV (1131 – 1162) se casó, como hemos dicho, por poderes con Petronila, convirtiéndose con el enlace en rey de Cataluña y Aragón. Según reza la Historia, al llegar a sus nuevos dominios aragoneses el rey cogió a Petronila, su supuesta esposa, en brazos y tiernamente dijo algo así como “tan pequeña y vale un reino”. Lo que no dice la Historia es la expresión libidinosa que ponía el tío mientras sostenía temblorosamente a su flamante y balbuciente esposa. Porque lo único que ha quedado claro es que el Pederasta, como su propio sobrenombre indica, era un pervertido de armas tomar; de entre las variadas perversiones sexuales que hay en el mercado (zoofilia, orinismo, necrofilia, sodomía y otras muchas que también nos darían visitas de los buscadores de Internet), Ramón Berenguer IV se decantó por la pederastia, que era además la que más beneficios visibles le pudo reportar. Durante unos años Ramón Berenguer IV aguanta su pasión sexual (se supone) hasta que Petronila cumple los 13 años y entonces el rey de Cataluña y Aragón hace caer sobre ella todo el peso de su cristianamente acumulado fervor sexual. La marea de hijos inherente al reino de Aragón estaba garantizada gracias al poderío catalán.
Porque fue esta unión, la de Cataluña y Aragón, una unión de conveniencia que resultó muy positiva para ambos reinos, pues Aragón aportó la fuerza de sus armas y su sentido vital de la existencia (conquistar, matar, expoliar, beber un rato y vuelta a empezar), mientras los catalanes aportaron su seny, que viene a ser más o menos tomarse las cosas con más moderación que sus contemporáneos y buscar la riqueza no sólo en las guerras sino también en el comercio y el trabajo, características que siempre han contribuido a que desde otras partes de la Península se les mire con un poco de reconvención. La unión salió bien, y la Corona de Aragón no sólo llegó a altas cotas de dominio en el mar Mediterráneo, sino que también alumbró una estructura jurídica federal muy novedosa para la época, relativamente representativa (con unas Cortes en todos los reinos de la federación que podían pedir cuentas al monarca y se situaban como balance frente al poder feudal) y que equilibró los poderes de los distintos reinos, si bien el peso de Cataluña fue progresivamente mayor. Pero todo esto lo veremos dentro de unos cuantos capítulos, pues por ahora nos interesa más seguir la línea dinástica catalano – aragonesa para ver si los sucesores del Pederasta estaban tan salidos como él: “Alfonso II tiene aún más sed”.
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