Capítulo CX: Alfonso III “El Liberal”
Año de nuestro Señor de 1285
Habíamos dejado la Histeria de la Corona de Aragón con la épica conquista de Sicilia por parte de Pedro III el Grande. A su muerte, cautivo y desarmado el ejército gabacho, la Corona de Aragón se divide en dos: al hijo mayor, Alfonso III (1285-1291), le corresponden los territorios peninsulares, y al segundogénito Jaime la Corona de Sicilia. El motivo de tal división no era otro que intentar aplacar al Papado (que, recordemos, había excomulgado a los reyes de Aragón y entregado su Corona a los gabachos), por supuesto infructuosamente. Pero dado que, en la práctica, el Papa poco más podía hacer que denunciar el insoportable laicismo de la Corona de Aragón y quejarse de los planes faraónicos de Alfonso, éste pudo dedicarse a aquello que, en cuanto español, sabía hacer mejor: la venganza fratricida. Así que a Alfonso le falta tiempo para desembarcar en Mallorca y soltarle a su tío Jaime tal somanta de yoyah que el mallorquín acaba convirtiéndose en tributario de la Corona de Aragón (aunque manteniendo su independencia).
Alfonso III es denominado, con esa pasión característica de los españoles por motejar a sus reyes, “el Liberal”. Resulta complicado identificar la motivación de este apodo. La historiografía oficial tiende a considerar que el origen fue la confirmación de los privilegios de la Unión, los nobles aragoneses, que tantos problemas traería más adelante, aunque no descarten que el hombre fuera un rijoso y por “liberal” hubiéramos de entender “libertino”, e incluso la opción por la que nos decantamos nosotros: lo de “Liberal”, en realidad, venía de la pasión del gran rey por el libre mercado, evidente en un reino fundamentado en el comercio mediterráneo como el de la Corona de Aragón, que le llevó a mantener continuamente diálogos en libertad con sus súbditos, a los que a veces ni siquiera ajusticiaba cuando le levantaban la voz, y a desarrollar una revolucionaria historiografía de los Orígenes de la Reconquista, que explicaba que, en realidad, la culpa de la invasión de los moros era de los emperadores romanos precristianos, por impíos y poco viriles.
Ansioso por ejercer su liberalismo, Alfonso III decide conquistar la isla de Menorca, que era un pútrido nido de piratas musulmanes, y aquello no podía ser, porque la piratería perturbaba el sano comercio entre los dominios de la Corona de Aragón. Así que Alfonso III, tras la expedición de castigo a Mallorca, emprende otra expedición a Menorca, conquista las fortalezas del ridículo reyezuelo musulmán que dominaba hasta entonces el cotarro, le deja marcharse con 200 familiares y amigos y a todos los demás cautivos les impone un pago de siete doblas y media de oro para conquistar su libertad: no en vano, era un dinero totalmente improductivo para la economía del reino, que podía ser mucho mejor invertido en más expediciones que asegurasen el desarrollo de una política económica correcta. Complemento de este afán por erradicar la piratería fue el destino otorgado a los que no pudieron pagar: la esclavitud, siendo vendidos los malvados piratas menorquines en acreditados centros comerciales del “área catalanoaragonesa de coprosperidad”, como Bujía o Trípoli.
Completada su obra, y deseoso de asegurar que Menorca fuera a partir de entonces un Paraíso de los liberales, un Libertad Digital del siglo XIII, nuestro Friedrich Hayek particular reparte todo el territorio menorquín entre los nobles, que le dan palmaditas en la espalda y le dicen continuamente al oído lo liberal que es, cómo sus medidas dinamizan su economía, cómo Alfonso III sabe perfectamente discriminar entre las acciones propias del Estado (las operaciones humanitarias para extender la democracia bien entendida por el Mediterráneo) y las que conviene dejar en manos de la iniciativa privada (todo lo demás). Así que Alfonso III, ufano de su éxito, se dispone a rizar el rizo firmando, por fin, la paz con el Papado, para lo cual se le ocurre la genial idea de obligar a su hermano Jaime de Sicilia a renunciar al trono en favor del jodío Carlos de Anjou. Pero en ese momento al hombre me le entra un doló que no se pué aguantá y, tras asentar las bases del liberalismo económico, retomadas siglos después por siniestros extranjeros cuya labor se limitó a reproducir literalmente las enseñanzas del gran rey, muere, y es sustituido por su hermano Jaime el Siciliano, a partir de ahora “Jaime II ‘El Justo’ ”.
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