Capítulo XXXV: La importancia de la religión en Al – Andalus
Año de nuestro Señor de 756
En principio, la España musulmana, como cualquier país conquistado por los Guerreros de Alá, se organiza en torno al Corán, no sólo en cuanto texto religioso sino como Ley Fundamental. El Corán es lo más parecido a la Constitución española que hemos podido encontrar, respecto a la ambigüedad de su texto, de ahí deriva parte de su riqueza.
La sociedad española de este tiempo adopta el Corán como referente jurídico. Esta inteligente medida (coger un texto sagrado como base de la regulación mundana), tomada por multitud de pueblos a lo largo de la Historia, resulta sorprendentemente positiva para la sociedad española de la época. Y ello gracias a que el Islam, en España, cuenta con juristas de postín que saben que las leyes del Corán no son unívocas, esto es, cada cual las interpreta como le sale de los huevos, hablando mal y pronto. La imaginación ibera hace el resto y en Al – Andalus se establece una sólida regulación jurídica, caracterizada por la tolerancia y, por encima de todo, porque cada cual hará lo que le apetezca.
Porque Al – Andalus es una sociedad religiosa sólo en apariencia. El estilo de “hacer Religión” en el Sur de España, caracterizado fundamentalmente por los grandes fastos y el gusto por lo espectacular (que contrasta fuertemente con la extrema austeridad del Norte), proviene, indudablemente, de Al – Andalus. En el califato árabe la religión lo impregna todo porque, en realidad, no pinta nada. Es una mera excusa que permite a los ciudadanos moverse con libertad. Es absurdo hablar de motivaciones religiosas, de corte evangelizador, en las guerras contra los cristianos desde el punto de vista musulmán. Desde el momento en que los conquistadores árabes se percataron de que España era un Paraíso, luchar por el Islam con la promesa de alcanzar en la otra vida un Paraíso divino que, posiblemente, no le llegaba a España ni a la altura de los tobillos, no tiene ningún sentido.
Así que los musulmanes españoles anteponen siempre su españolidad a su supuesta confesión religiosa, de tal manera que las interpretaciones hispánicas del Corán, de gran originalidad y riqueza, permiten beber vino en ocasiones, comer todo el jamón que se desee y, naturalmente, tomarse las fiestas religiosas como fiestas a secas, en las que se bebe aún más vino y los tacos de jamón están al orden del día.
Correlato de esta flexibilidad en lo religioso es la mezcla de razas y culturas que se da en Al – Andalus. Como ya hemos comentado, los árabes fueron una parte muy minoritaria de los que cruzaron el Estrecho para instalarse en España, apenas unas 5.000 personas. Los colonizadores musulmanes eran casi en su totalidad bereberes recién islamizados, indudablemente poco proclives a perderse en aburridas discusiones teológicas sobre un libro que ni siquiera había sido escrito por un español, por muy profeta que fuera. Por su parte, la población hispana se convirtió en gran medida al Islam, pero ni mucho menos en su totalidad. Veamos cómo acaba componiéndose la sociedad en Al – Andalus:
– Árabes: La élite social y cultural. Se dedicaban a administrar juiciosamente el Estado. En una España versión aguerrida, con Inquisición incluida, habrían sido perseguidos por rojos.
– Muladíes: El grueso de la población; los cristianos convertidos al Islam en masa, la mayor parte de forma un tanto sospechosa (ser musulmán otorgaba ciertas ventajas fiscales); ni que decir tiene que la Inquisición se habría ensañado con ellos, por impuros.
– Mozárabes: Los cristianos en la zona musulmana. Mantienen su fidelidad al Señor, aunque paulatinamente van abandonando el rito romano y crean una liturgia propia, nuevo ejemplo de arte y tronío hispánicos que la Inquisición habría cortado en seco, en cuanto muestra de heterodoxia.
– Judíos: La tolerancia imperante en Al – Andalus permite su crecimiento poblacional, con una emigración continua desde otras partes del mundo. Como Ustedes comprenderán, si de la Inquisición dependiera no habría quedado un solo judío vivo.
En resumen, queda claro que un español, ante todo, no es amigo de las medias tintas: o tolerancia absoluta, o intrensigencia absoluta. Contrariamente a lo que creía Aristóteles, la virtud no se encuentra en el término medio, sino en los extremos (en cualquiera de ellos), parece rebatir el pensamiento hispánico (y así nos ha ido siempre).
Pero la religión era sólo una de las cosas importantes que fueron singularmente modificadas en Al – Andalus. Todas estas razas y confesiones no sólo vivieron en paz durante más de dos siglos, hasta la llegada de los almorávides, sino que encima se amontonaron en gigantescas y excelentemente urbanizadas ciudades, particularmente la Ciudad con mayúsculas, “Córdoba, la capital del Imperio”.
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