Capítulo XXXIII: La Canción de Rolando

Año de nuestro Señor de 778

Abderramán I, como esperamos que haya quedado claro, le echaba un par de huevos en todo. Tan masculino era el tío, tan hispánicos eran todos sus ademanes y decisiones, que uno de los muchos traidorzuelos que siempre han intentado empañar nuestra, por lo demás, prístina Historia, Al-Arabí, gobernador de Zaragoza, conspiró con Carlomagno para enfrentarse a él. allá por el año 778.

Carlomagno, por si no lo saben Ustedes, era un alemán que, consciente de que todo buen teutón debería conquistar Francia para demostrar su valía, hizo lo propio con la Galia y creó un Imperio (Imperiete, más bien) cuya base, como es obvio, estaba en Alemania (de hecho la capital, Aquisgrán, es una ciudad totalmente alemana, como comprobará cualquiera que se de un paseo por ella y no tenga más remedio que irse a dormir a las cinco de la tarde, al cerrar todos los after – hours).

A Carlomagno no le hacía ninguna gracia que unos desagradables y herejes moros dominasen la Península sin problemas, y decidió aceptar la oferta de Al – Arabí para atacar a Abderramán, al objeto de meter la pezuña en el único país europeo que merece la pena (el nuestro, claro).Pero Al – Arabí era español, y por muy conspirativo y masónico que fuera su nobleza de carácter no le permitió, en última instancia, renunciar a sus raíces para aliarse con unos extranjeros cualesquiera y al llegar las huestes de Carlomagno a las fronteras de Zaragoza rompió el pacto, demostrando que nunca tendría nada que hacer en la casa del Gran Hermano.

Entonces Carlomagno, el muy burro, se dio la vuelta e intentó volver a Francia, pero cometió el grave error político de no reconocer el ámbito vascón de decisión en su entrevista con los delegados vascones, que, por otro lado, sólo hablaban vascuence, idioma que Carlomagno no acababa de dominar, pues en su Imperio no había ikastolas. Los vascones, indignados por esta afrenta, decidieron demostrar lo que es capaz de hacer un vasco – español de pura cepa, y esperaron a las huestes de Carlomagno en un desfiladero donde los francos tenían previsto cruzar los Pirineos, en Roncesvalles (Navarra).

Como Ustedes saben, en los Pirineos hay muchas piedras, y cuando alguien es español de verdad eso es todo lo que se necesita para armar jaleo. Los vascones comenzaron a apedrear al ridículo ejército “imperial”, que diezmado y ridiculizado acabó llegando a Francia con muchísimas dificultades.En realidad, la batalla de Roncesvalles (más que batalla, un ejercicio de tiro al francés por parte de los vascones) pudo tener resultados mucho peores de no ser por un joven capitán del ejército de Carlomagno, Rolando, que valientemente cubrió la retirada del ejército de su Emperador a costa de su propia vida.

Rolando, una de esas personas que prefiere morir de pie a vivir de rodillas, debió nacer en la zona fronteriza con España, según todos los cronistas, lo que explicaría su arrojo y su impasibilidad ante el arrojo continuo de pedruscos por parte de los vascones, y acabó aplastado por un gigantesco pedrusco lanzado por el campeón de levantamiento de piedras de las Vascongadas (ya saben Ustedes que las tradiciones vascas son tan antiguas como el tiempo).

Unos siglos después un cronista francés decidió convertir la derrota del ejército francés en un poema épico, “La Canción de Rolando”, primer escrito en lengua francesa (siglo X). Independientemente de que es, como pensarán Ustedes, patético que una nación elabore sus mitos fundacionales a partir de vergonzosas derrotas, hay que decir que en España llevábamos ya siglos y siglos escribiéndolo todo en perfecto castellano, aunque los extranjeros, los muy envidiosos, nos lo nieguen.dutch translation in englishnorwegian google translate


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