Capítulo XXVII: Don Rodrigo

Año de nuestro Señor de 702

Witiza comienza su reinado asociando, a su vez, a su hijo Aquila al trono. Ustedes se preguntarán por qué toda la historia de la Hispania visigótica parece una repetición de los mismos leit – motiv, una y otra vez; muy sencillo, recuerden que los visigodos, por muy bárbaros que fueran, eran alemanes, y eso puede marcar a un pueblo. El alemán es el único animal que tropieza no dos, sino cincuenta veces con la misma piedra, si es necesario. Por eso, la reacción de los nobles al XVIII Concilio de Toledo (702), donde se produce el nombramiento, no se hace esperar: rebelión al canto. Un Glorioso Alzamiento Nacional de la nobleza pone al frente de los auténticos españoles (¿?) a Don Rodrigo, hasta entonces Duque de la Bética, es decir, señorito andaluz de pro. Durante un año los seguidores de ambos bandos se atizan con entusiasmo, tirando definitivamente a la basura todo asomo de respeto a la legalidad que aún pudiera quedar y demostrando, de esta manera, la españolización al menos parcial de los visigodos.

Pero Rodrigo era un verdadero Hombre en toda la extensión del término, y no sólo acaudillaba valientemente a sus partidarios en la guerra, sino que en sus ratos libres aún le quedaba tiempo para flirtear con hermosas doncellas; Florinda, la hija del conde Don Julián, gobernador de Ceuta, quedó fascinada por la masculinidad de Rodrigo, cayendo perdidamente enamorada de él; este también se enamoró, si bien de una manera un tanto fogosa, y el resultado de tanta pasión fue una violación en toda regla (de Rodrigo a Florinda, no al revés). De esta manera, el Conde Don Julián se convirtió en el primer Traidor, el primer antiespañol felipista de nuestra hermosa Historia; el muy ladino, al comprobar que Rodrigo no tenía ni la menor intención de formalizar el asunto en el altar, decide entregar Ceuta a la morisma y ponerle todo tipo de facilidades para que los musulmanes ayudasen a los partidarios de Witiza. Qué traidor, ¿verdad?

Los moros edificaron en pocos días una auténtica flota de pateras con las que cruzaron el estrecho aprovechando un descuido de la Guardia Civil de la época (o tal vez cogieron el ferry de Ceuta, esto no lo dejan claro las crónicas) y se presentan en la batalla del río Guadalete justo a tiempo para comprobar cómo una parte del ejército de Rodrigo lo traiciona también (de traidores está el mundo lleno; quizás Rodrigo había violado a todas las hijas de tan afamados caballeros, no lo sabemos; o quizás Rodrigo fuera un capullo, que es lo más probable). La batalla termina con la derrota total y absoluta de Don Rodrigo, quien, herido de muerte, se dirige hacia la tumba de Florinda (muerta de amor, claro) y yace junto a ella por última vez y para siempre. Según el “Romance de Don Rodrigo, cuando nuestro modelo de caballero español se mete en el nicho profiere lastimoso: “Ya me comen, ya me comen (los gusanos) por do más pecado había”. ¿Adivinan dónde?

Poco después, con sólo 10.000 soldados como fuerza inicial, los árabes se hacen, en pocos años, con el dominio casi total de la península. ¿Cómo pudieron hacerlo? Lo descubrirán en el siguiente capítulo de nuestra Histeria, con el que iniciamos la saga de la Reconquista: “El Moro Muza”.english to italian text translationцена чугунной батареи


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