Capítulo XLVII: Almanzor, el Hombre

Año de nuestro Señor de 981

Cuando Hixem II sucede a su padre, la temprana edad del Califa impone la necesidad de establecer un consejo de regencia que gobernara Al – Andalus hasta la mayoría de edad del Comendador de los Creyentes. Pero dado que Hixem II era un individuo de carácter débil, con gusto más bien por las diversiones y el ocio que por la política en cualquiera de sus vertientes, bien pronto los regentes decidieron que sería mucho mejor para el Islam y para Al – Andalus que fuesen ellos quienes mangoneasen en lugar del supuesto Califa. De esta forma, la reina madre Sobeya y el Gran Visir Galib creían tenerlo todo “atado y bien atado”.

Pero hete aquí que poco a poco un oscuro funcionario del califato, Almanzor, fue ascendiendo en los puestos de poder hasta convertirse en quien manejaba el cotarro en la práctica. ¿Y cómo lo consiguió? Por un lado, liándose con la susodicha Sobeya, que harta de las ínfulas intelectuales de su anterior marido estaba deseando encontrarse a un recio español que demostrara su condición de tal en todos los órdenes de la vida; por otro, Almanzor fue desde el principio implacable con sus enemigos en el ascenso al poder, deshaciéndose en cuanto tuvo ocasión del Gran Visir y convirtiendo Al – Andalus en una férrea dictadura militar, hasta tal punto de que incluso su hijo se sublevó, pidiendo asilo en la corte del conde castellano García Fernández. La respuesta de Almanzor fue expeditiva: arrasó todas las posesiones del conde García Fernández hasta que este no tuvo más remedio que entregarle al prócer rebelde, una vez Almanzor lo tuvo en sus manos le perdonó, lo abrazó con incomensurable cariño y, acto seguido, lo degolló, enviando su cabeza como inopinado regalo al Califa Hixem II.

Con esta forma de actuar, no le extrañará a nadie que el poder de Almanzor fuera incontestable en Al – Andalus, una vez consiguió manejar a su antojo al Califa. La árida tierra española había proveído un nuevo Caudillo, y este se comportó como de él se esperaba: solucionándolo todo a espadazos. Las concomitancias con otros grandes caudillos de nuestra historia son múltiples: al igual que Franco, Almanzor tenía una guardia mora que lo seguía a todas partes; al igual que Franco, Almanzor consideraba que España era un cuartel; al igual que Franco, Almanzor únicamente cosechó épicas victorias contra enemigos tan peligrosos como los harapientos montañeses del Norte; y aunque Almanzor era mucho más alto que Franco, dado que medía casi 1’62 metros, hay que confesar que la altura intelectual de la Espada más Limpia de Occidente era mucho mayor, así que los términos se igualan. Por último, el resultado de la política de Franco y Almanzor fue el mismo: la disgregación de España a manos bien de las taifas, bien del felipismo.

Porque con Almanzor Al – Andalus pasó de ser una sociedad tolerante y abierta a convertirse en una dictadura militar con la fuerza como único objetivo y vínculo de unión, mostrando además cómo una persona con resolución y con la fuerza de su parte podía hacerse fácilmente con el poder. De esta forma, aun consiguiendo las más altas cotas de poder militar y sin vivir jamás la derrota, como veremos a continuación, el legado de Almanzor es catastrófico, el fin de Al – Andalus y, a medio plazo, el comienzo del fin de la presencia musulmana en España.

Pero esto ocurrió después de su muerte; en vida Almanzor, como dijimos, jamás fue derrotado, lo que sufrieron en su carne todos los reyezuelos cristianos del Norte a los que Almanzor hostigó sin piedad, acabando también, de paso, con el esbozo de tolerancia con que se vivían las relaciones cotidianas entre árabes y cristianos: “Almanzor el Conquistador”.работа в продвижение бренда на российском рынкереклама брендов в интернете


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