Capítulo XLIII: Abderraman III, el Español

Año de nuestro Señor de 912

Cuando Abderraman III llega al poder en Al – Andalus se encuentra una situación desastrosa: los monarcas cristianos del Norte comenzaban a sentar las bases de lo que luego sería la principal actividad económica de todo español que se precie: dedicarse a la construcción, pero como no podían construir edificios de 50 plantas en Benidorm para los turistas normandos, por estar toda la costa levantina en manos musulmanas, se dedicaron a gastarse la pasta en castillos en las regiones fronterizas con Al – Andalus, que comenzaron a repoblar. La “Tierra de nadie” se hizo cada vez más pequeña, y menudearon las incursiones cristianas por la España musulmana, ahondando en las disputas que desangraban Al – Andalus. La guerra civil con el pesao de Omar Ben Hafsun no tenía visos de terminar, los reinos de taifas cada vez eran más abiertamente rebeldes, y llegó un momento en que el reino de Abderraman estaba constituido por poco más que Córdoba y alrededores. Con estos poderes, la tarea que se le presentaba al nuevo emir se antojaba poco menos que imposible.

¿Imposible? Nada hay imposible para un español de pro, y como Hernán Cortés había quemado sus naves (perdón, para contextualizar, “habrá quemado sus naves”), Abderraman se ató los machos y se dispuso a pacificar Al – Andalus. Alternando victorias militares con la mítica generosidad hispana con los vencidos, Abderraman consigue que poco a poco la mayor parte de ciudades de Al – Andalus vuelvan a la obediencia de Córdoba. Ignoramos si el Hombre les ofreció algún tipo de régimen autonómico alejado del centralismo de Córdoba (por ejemplo una Mancomunidad de los Reinos de Taifas), pero el hecho es que todos se lo tragaron y en pocos años Al – Andalus volvía a ser fuerte, lo suficiente como para amenazar los dominios de Omar Ben Hafsun, que hasta entonces había seguido evangelizando a sus fieles por la vía de exterminar a los heterodoxos y robarles sus propiedades. Con una impecable táctica militar, Abderraman III reconquistó casi todas las ciudades levantiscas que se habían asociado con los rebeldes mozárabes, como Sevilla, a la que Omar Ben Hafsun le había prometido una Feria de Abril que se prolongara hasta el mes de Julio, para así mejor alabar al Señor. En apenas dos años, la rebelión mozárabe queda circunscrita a Bobastro y la serranía de Ronda, es decir, retorna a donde comenzó. Poco después (917) muere Hafsun, y Abderraman III vuelve sus ojos hacia la capital mozárabe, Bobastro, que resiste implacable todos los asedios. Abderraman III comienza a desesperarse, pero como en todas las grandes ocasiones de la Historia, el Señor proveyó para sus súbditos (sí, Abderraman no era cristiano, pero era español, y eso para el Señor es mucho más importante). El arzobispo de Bobastro, Máximo, que había conseguido atesorar un gran poder entre los mozárabes (no en vano estos vivían en un régimen teocrático, a diferencia de Al – Andalus, donde Abderraman III había dejado bien claro que alfaquíes, los justos, y que aquí sólo mandaba él), se vendió por un puñado de petrodólares al emir, en una muestra de piedad cristiana, y este consiguió, finalmente, en 928, rendir Bobastro y acabar con 50 años de guerra civil. Abderraman III trajo la paz a Al – Andalus, y los correos del emir pudieron dar la buena nueva en todos los rincones del reino: “Cautivo y desarmado, el ejército rojo ha cruzado el Estrecho. Las tropas musulmanas han alcanzado sus últimos objetivos militares. La Guerra ha terminado”. 35 años de paz se cernían sobre Al – Andalus. De paz interna, naturalmente, porque en lo que respecta al exterior Abderraman III pegó leña como ninguno.

Una vez terminada la guerra civil, Abderraman, echándole un par de huevos, se nombró califa, demostrando que los burócratas de Damasco ya no tenían nada que rascar en Al – Andalus y que aquí el único que tenía las llaves del reino era él: él pondría impuestos, él impondría pólizas para agilizar la burocracia, él mandaría, en suma. En 40 años de reinado Abderraman III, hombre culto, poderosamente inteligente y, en cuanto español, incluso guapo, convertiría un país desangrado por la guerra civil en una de las principales potencias del mundo mundial. Para ello llevaría a cabo políticas, en ese momento revolucionarias, ajenas a los prejuicios raciales y religiosos (no en vano Abderraman III era una muestra viva de mestizaje, musulmán pero con ancestros vascuences y francos), atendiendo únicamente a lo que resultaba beneficioso para su tierra. Y dadas sus capacidades, el éxito fue absoluto: Al – Andalus vivió un periodo de prosperidad sin igual, se convirtió en una potencia económica, dio muestras de un gran vigor cultural con realizaciones artísticas notables, mantuvo a raya a los reyes cristianos y adquirió prestigio internacional. Posiblemente por todas las empresas que llevó a cabo, coronadas con el éxito, Abderraman III declaró en su testamento: “En toda mi vida no he gozado más que de catorce días sin preocupaciones de ninguna clase”. Admirable. Un calvinista en la España medieval, siempre preocupado de engordar la Hacienda, interesado por las condiciones de vida de sus súbditos, empeñado en importantes empresas exteriores, a Abderraman III sólo le dio tiempo a disfrutar de la vida dos semanitas, los catorce días, según hemos podido dilucidar, en que se acercó a su palacio de Medina Azahara con su harén de 10.000 chorbas para disfrutar de lo que realmente merece la pena en esta vida.дизайн для ванных комнатtranslate from chinese to english


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