Capítulo LXII: El Ser Catalán

Año de nuestro Señor de 785

Puede que Ustedes consideren que la Historia de Catalunya en sus primeros 300 años de existencia no deja de ser poco viril; y tendrán razón. A fin de cuentas, y a diferencia de la existencia cotidiana de sus coetáneos musulmanes, castellanos, navarros y aragoneses, los catalanes apenas realizan guerras de conquista, se mantienen razonablemente en paz con sus vecinos, y no ansían un expansionismo territorial que les haga poseer una porción mayor de la Península, es decir de España, de la que ya tenían. Algunos podrían considerar que el seny catalán encubre un sentimiento poco masculino, es decir, no lo suficientemente español, de la existencia, lo cual se configuraría en excusa para hablar de una diferencia entre Catalunya y (el resto de) España que, en nuestra opinión, nunca ha existido. Porque si los catalanes no se dedicaron a pelear con ahínco con todos sus vecinos no fue por falta de sentimientos españolistas, sino por estar ocupados con cosas más importantes, de entre las pocas cosas de mayor interés que para un español de pura cepa puede haber más allá de utilizar la fuerza bruta.
Estoy hablando, como no podía ser de otra manera y en primer lugar, de la pasión catalana por la edificación de iglesias románicas por doquier, es decir, testimonios de la perenne alianza de Catalunya con el Hacedor que atestiguan su honda raigambre hispánica; si el Condado de Barcelona no busca en un primer momento la expansión territorial no es por falta de valentía, sino por la constatación -por otro lado obvia- de que esta expansión sólo podía llevarse a cabo una vez se hubiera llenado todo el territorio inicial de edificaciones religiosas; sólo así contarían con la fuerza espiritual necesaria para llevar a cabo empresas que, cómo no, sorprenderían a todo el orbe conocido.
De esta manera, los catalanes se ponen a edificar iglesias en todo el territorio, con un ahínco sólo comparable al de los grandes visionarios: como si de vástagos de Jesús Gil se trataran, los condes de Barcelona financian sin freno todo tipo de edificaciones en lugares ridículos, como faldas de montañas, desfiladeros, lugares agrestes, en suma, donde sólo los verdaderos cristianos podrían acceder, gracias a la fe, claro.
Pero, a diferencia de las construcciones de Jesús Gil, las edificaciones religiosas de Catalunya no sólo resistirían el paso de los años, sino que lo harían siendo testimonio de unas realizaciones artísticas jamás superadas en todo el mundo mundial (así a vuelapluma, sólo se nos ocurre comparar el Románico catalán, a nivel mundial, con la Alhambra de Granada, la catedral de León, el Guggenheim de Bilbao y poco más ). El Románico “será catalán o no será”, como demuestra el Museu Nacional de Catalunya, sito en Barcelona y poseedor de la mejor colección de Arte Románico que jamás se ha visto (como buenos españoles, los detentadores del Museu se han asegurado de expoliar todo el Arte Románico posible en 500 kilómetros a la redonda). Y ello gracias a creaciones tan sugerentes como el Monasteri de Ripoll, en Gerona, cuna de las creencias catalanas en la dualidad perfecta religión – nacionalismo y sede de uno de sus primeros intelectuales, el famoso (porque lo decimos nosotros), Abad Oliba, bajo cuyo mandato (1008 – 1046) el monasterio gerundense (como todo lo que es catalán de verdad, el Monasterio de Ripoll está en la provincia de Girona) se convirtió en la cuna de la Cristiandad.
Y también en Girona (suponemos) tuvo lugar el nacimiento de una de las “expresiones más perfectas del lenguaje”, el catalán, que nació como lengua escrita a fines del Siglo XII en Les Homilíes d’Organyà, primer documento escrito de carácter no jurídico donde se usa el catalán; podemos afirmar, con la perspectiva que dan los años, que su tardía aparición (casi contemporánea del castellano) como “lengua de cultura” no impide que, al igual que el castellano, la gente común se expresase en catalán desde antes de la llegada de los romanos, aunque, eso sí, en círculos reducidos; a fin de cuentas, catalán y castellano no dejan de ser meros dialectos de un único idioma: el español, en el que según todos los historiadores se escribió por primera vez, en realidad, la Santa Biblia (porque, por si Ustedes no lo sabían, Dios no sólo es español, sino que también lo habla).
Como vemos, los catalanes estuvieron muy ocupados durante estos años edificando sus mitos fundacionales, así que dejaron a sus compañeros de fatigas hispánicas, castellanos, leoneses, aragoneses y navarros, que se las vieran con el Ogro Musulmán, a fin de cuentas tan español como ellos.юридические компании харьковкупить настоящую чугунную сковороду


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