LPD LOW FARE: Portugal

Siéntase superior a otro país ¡sin salir de Europa!

Justificación

Pues la verdad es que es complicado. Como decíamos cuando analizábamos las ventajas de viajar a Francia, a todo buen español le toca las pelotas que Portugal, sencillamente, exista. La mera subsistencia de semejante engendro como nación soberana e independiente es la prueba más acabada del fracaso de España como Imperio, como nación que pinte algo, como potencia militar, como modelo de convivencia en la diferencia o, lo que es más grave, como la Mejor Liga del Mundo.

Portugal es incluso una anomalía geográfica, porque está ahí metido, en medio de España, sin fronteras con nadie más. Indefenso, porque siempre ha sido, se supone, más pobre que España. Y por mucho que deba a los catalanes y sus segadors (pero sobre todo a su poca importancia relativa) la desatención castellana que le permitió la independencia, la cosa es incomprensible. Téngase en cuenta que no estamos hablando de algo como Liechtenstein, San Marino o incluso Luxemburgo, de tamaño tan pequeño que dan risa, que pueden ser gobernados en el práctica por los países grandes correspondientes y cumplen con su función para hacer trapacerías financieras de todo tipo a gusto de los ricachones. A nosotros, Portugal, ni eso. Ya tenemos Andorra y, sin nos quitamos la bandera de las orejeras, Gibraltar, con lo que la economía nacional no se resentiría si se perdiera del mapa esa anomalía llamada Portugal.

En estas circunstancias, ¿por qué ir Portugal? Bueno, en realidad hay algunas razones. La primera, como es evidente, que está cerquita. Pero, sobre todo, que es una de las escasas oportunidades (si bien ahora algo mayores ¡bendita ampliación de la Unión Europea!) de ir por ahí sin salir del continente y, sin embargo, poder mirar a los aborígenes por encima del hombro, haciendo lo que los españoles sabemos poner en práctica mejor que nadie: proclamar a los cuatro vientos que “como Eppaña, ná de ná”. ¡Y sin que nadie pueda carcajearse de nosotros!

El viaje: preparativos, vacunas y consejos

Que no haya risas tras asistir a nuestra declaración de españolidad orgullosa y despreciativa para con los portugueses no significa que todo sea sencillo. No se reirán, pero se cabrearán lo suyo.

De forma que, antes de cruzar la frontera, conviene prepararse para asistir a la exhibición de complejos a cargo de nuestros queridos vecinos, que consideran que España y los españoles se dedican sistemática y constantemente a minar la economía, cultura y fútbol portugueses. Los españoles nos dedicamos en todos los foros internacionales en que tanto pintamos a putear a Portugal. Y las importantes multinacionales españolas, sí, ésas que controlan el devenir de la economía capitalista mundializada, anteponen incluso a ganar dinero el poder dejar exangüe a la economía portuguesa. Como es obvio, los portugueses tienen razón en su percepción de fondo, ya que es cierto que a los españoles nos sentimos inclinados a minusvalorar y poner trabas a todo lo portugués… los cinco o seis segundos que cada año, de media, somos capaces de recordar que Portugal existe.

Nuestro primer consejo es, por ello, que traten de hacer coincidir esos breves instantes en que tenemos conciencia de que Portugal existe con nuestra visita a ese país. Porque si no uno se olvida y cree que está en España o, peor, en algún territorio conquistado y oprimido por Castilla como Torrelavega y entonces se comporta como un invasor opresor que va pisando callos. Y tampoco es plan. Total, ya nos vengaremos en los foros internacionales.

Adicionalmente, visitar Portugal obliga a adoptar precauciones adicionales de tinte más concreto:

1. Durante las semanas previas a la visita a Portugal prescinda de la lectura de suplementos dominicales y, en general, de cualquier actividad que le recuerde que existe la metrosexulidad, el diseño o más globalmente que hace casi cuarenta años que dejamos atrás los 70. Si prosigue con sus hábitos normales aterrizar en Portugal puede provocarle un shock de grandes proporciones. Es preciso irse habituando paulatinamente a la realidad estética de un país que, aunque haya recibido la benéfica y colonialista influencia del grupo Inditex, sigue considerando que la depilación masculina y femenina es pecado mortal.

2. Obviamente, si los españoles no hablamos ni tan siquiera inglés o euskera, risa da pensar en que aprendamos portugués. Hable en español, pero hágalo con una sonrisa y los euros por delante. Los portugueses le entenderán sin problemas y le responderán en un español fonéticamente atrevido que, además, permite afirmar la convicción de que, como ocurre con todas las lenguas regionales de la península, el portugués es un invento y la única lengua de verdad de la península es el castellano. Este modo de relacionarse con los portugueses es notablemente eficaz en el sector servicios, desde la prostitución a la hostelería.

3. Cuidado con la alimentación. Los efectos de hablar español, blandir euros, ser turista y estar de vacaciones pueden llevar al despistado visitante a abandonarse a las raciones que los dueños de los locales aseguran que están previstas para una persona y que podrían alimentar a una familia española durante una semana entera. La monotonía y sencillez de los platos, muy de agradecer, invita a no caer en la trampa pero a pesa de eso hay quien lo hace. Tenga cuidado porque tenemos una responsabilidad hacia el medio ambiente y las reservas de bacalao de los caladeros: pídase media ración.

4. Si su objetivo es hacer turismo sexual, tenga en cuenta que los portugueses son medio españoles y, en consecuencia, muy machos. Un 10% de la población se declaraba homosexual en recientes encuestas, tasa que alcanzaba casi el 17% en la población masculina. Con una ventaja añadida: no se pueden casar.

Destino: España especular

Viajar a Portugal plantea el ominoso trámite de seleccionar un destino. Para acertar hemos de asumir qué desearíamos ver si estuviéramos en España, asumiendo que Portugal presenta alternativas de bajo coste para casi todos lo que ofrece España. Siempre algo más barato y con algo más de mugre, lo que permite hablar del “romántico encanto” del destino de turno, pero conservando las esencias. En el fondo, esta constatación provoca que uno se reafirme en la idea de que, bien pensado, salir de Espña no tiene sentido. ¿Pa qué?

Lisboa, en tanto que capital, permite una elección a ciegas que asegura caer en un entorno más o menos rico y controlado, que concentra los grandes logros arquitectónicos e ingenieriles del país, así como casi toda la renta per capita. Como Madrid pero en pequeño, cutre y mostoso. Es decir, con “encanto” a raudales. Incluso, al igual que Madrid, Lisboa es una ciudad interior, sin mar, carencia compensada, eso sí, con un fastuoso río como son respectivamente Manzanares y Tajo. La lógica geográfica más evidente condenaba a ambos enclaves a devenir capitales y centros neurálgicos de la vida nacional.

Oporto, por supuesto, equivale a Barcelona. Ciudad volcada al norte y a Europa, de comerciantes, marítima, con industria y comercio gris, de poca monta, en permanente crisis y, sobretodo, con un equipo de fútbol capaz de rivalizar con los dos conjuntos de la capital. Si Usted ama la España plural o cualquier entelequia bañada en caldos inspirados en experiencias foráneas pero con Denominaciones de Origen orgullosas, Oporto es su destino.

Adicionalmente Portugal ofrece un equivalente a nuestras tierras más allá del Duero (Extremadura) con sus tierras de más allá del Tajo (Alentejo); en ambas hay alcornoques. Para catar el espírito del verdadero Portugal podemos adentrarnos hacia el interior y buscar alguna ciudad universitaria y por ello doblemente decadente, al estilo de Salamanca, como Coimbra. E incluso, si queremos constatar que los portugueses son racialmente españoles en todo y no sólo en aspectos superficiales como el envío mar adentro de buques petroleros para que se hundan, podemos acudir al Algarve a constatar cómo destrozar la costa que ni en el más genuino Mediterráneo español.

Fauna y flora

Portugal está lleno de portugueses, de portuguesas, de españoles haciendo turismo para poder reírse de los aborígenes y luego, en menor medida, de brasileños y brasileñas y de una colorida representación de gentes venidas de las ex-colonias africanas. En los aeropuertos, para inspirar confianza al viajero en las exigencias en materia de transporte aéreo que impone la Unión Europea, uno puede detectar de vez en cuando espectaculares jumbos de compañías de prestigio tan reconocido como Air Angola.

La mundialización, es lo que tiene, ha provocado que España, otrora reserva espiritual y racial de Europa, esté también sujeta a las venturas y novedades que la convivencia interracial prrovoca. De forma que no nos centraremos en esta cuestión dado que la patria de ese pedazo de crisol de culturas que montaron los Reyes Católicos no tiene porqué recibir lecciones en esta materia. Sin embargo, sí conviene hacer algunas observaciones sobre los manejos de los portugueses “viejos”, los de sangre. Ya se sabe.

El análisis de las costumbres y rituales de cortejo en esas tierras depara sorpresas interesantes. En principio, a uno, le dejaron descolocado y más todavía tras convivir un tiempo con chavales jóvenes de entre veinte y veinticinco años que parecían salidos de otro planeta. Sólo con los años, la perspectiva que da el tiempo, la capacidad de análisis que da la madurez y, sobretodo, con la cultura que uno adquiere viendo la televisión, capta uno la clave: esta gente está salida, directamente, de Cuéntame… cómo pasó. Y lo peor es que su vida y costumbres no se rigen por lo que en esos agitados años 70 vivían, pensaban y sentían (en forma de picores y escozores muy intensos) los jóvenes españoles. No, las pautas sociales dominantes eran las que la madre de familia, decente pero trepa, cuando no las marcadas por las abuelas de la serie o, en general, por la generación que creció y organizó el cotarro a lo largo de los años 50 y 60 en España.

Así pues, Portugal es España, sí. Pero una España peculiar. Es como una España estéticamente anclada en los 70 con la mentalidad dominante todavía deudora de la entrañable sabiduría popular nacionalcatólica de los años 50. Es decir, como si aquí en España la gente se comportara haciendo caso a sus abuelas del pueblo y sus sabios consejos. Que, en materia procreativa y festiva, pues la verdad es que no eran lo mejor del mundo. Sin negarles virtudes, por supuesto, en otros ámbitos. Así que, como me comentaba una buena amiga portuguesa (de familia acomodada, con estudios superiores y padres altos funcionarios, del Partido Comunista Portugués), ya saben, lo que hay que hacer es buscar un chico “que te quiera, que sea buen mozo y trabajador, ganador de la peseta”. Pero busquénselo rápido, que “eligiendo, eligiendo, los novios se acaban”.дизайн для ванных комнатгде разместить рекламу в интернете


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