Josep Lluís Núñez
ANÁLISIS PRESIDENTES
No sabemos si el Barça es más que un club, pero seguro que Núñez es más que un presidente: 22 años al frente de la institución más representativa de Catalunya dan para mucho, y Núñez no perdió el tiempo: una Copa de Europa (las mismas que tendrá el Valencia a partir del Jueves que viene), unas cuantas ligas y, sobre todo, un éxito espectacular en el Balonmano, culminado con la boda de uno de los mejores jugadores del club con la Infanta Cristina (lo que hay que hacer para comer caliente, oigan).
Núñez es un incomprendido; supo eliminar la práctica totalidad de la oposición a sus maneras de dirigir el club a base de hinchar más y más la directiva, de suerte que en la actualidad el Barcelona cuenta con 35 directivos, representativos de lo más granado de la sociedad catalana y representativos también, en cierta manera, de la mentalidad hispánica, por cuanto no hacen nada de nada y además defienden su cargo con uñas y dientes. Lamentablemente, no pudo meter a todos los periodistas de España en el Gabinete de Prensa del club, lo que explica, más que cualquier otra cosa, sus malas relaciones con la prensa.
Durante años, el binomio Núñez-Pujol nos dio a los españoles una visión curiosa de la política y los negocios en Catalunya, ambas representadas por hombres de altura. Núñez acumuló aciertos en su cargo, como comprar y sobre todo vender a Ronaldo, el fichaje de Bobby Robson, la expulsión de Johan Cruyff, la venta de Maradona (Núñez ya sabía que el astro argentino iba a acabar enganchado a la cocaína), los continuos ensayos de lanzamiento de penalties con la mirada puesta en la Copa de Europa de Sevilla….
El amor de Núñez por sus jugadores sólo es comparable al que profesa Jesús Gil a los que cariñosamente llama “mercenarios”. Sin embargo, el liberalismo de Núñez le llevó a tener problemas periódicamente con la plantilla, como en el famoso motín del Hesperia, solventado con un sistema típicamente español: la expulsión y la purga.
En el plano deportivo, Núñez consiguió poner al Barça como equipo de referencia de la Liga española, desquiciando al Madrid, y en el económico saneó al club, haciéndole tener superávit, con lo que volvió a desquiciar (más) al Madrid. En ambos factores contó con la inestimable colaboración de Johan Cruyff, coautor de la época más brillante del Barça en toda su historia.
Expulsado Cruyff, y tras algunos experimentos, cuando menos, curiosos, Núñez creyó haber encontrado a su nuevo holandés de guardia en Louis Van Gaal, y este, siempre positifo, no le defraudó: dos ligas consecutivas ganadas con brillantez, para entusiasmo de todos los aficionados al buen fútbol de la selección holandesa, y un papel más que aceptable en la Copa de Europa. Una temporada final sin demasiada suerte, unida a la incomprensión que buena parte de la hinchada profesa a Van Gaal y el propio Núñez, han determinado la dimisión del presidente y la pronta marcha del entrenador. A nosotros nos da bastante pena que se marche Núñez, porque el hombre daba juego (no tanto como Sanz o Gil –el casticismo madrileño es mucho más espectacular-, pero deba juego) y se había convertido en un personaje entrañable, como todos los que consiguen mantenerse en la poltrona durante “veinte años de paz” o más.
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