Una breve historia de casi todo – Bill Bryson
Comentábamos en la reseña del libro “La Cultura. Todo lo que hay que saber” que vivimos en una sociedad extraordinariamente compleja. Lo cual no quiere decir que dicha sociedad tenga continuos cambios de humor, obsesiones incomprensibles, genere crisis, en apariencia, de la nada y además le eche a Usted la culpa de todo. Bueno, o tal vez sí, pero no nos referíamos específicamente a este tipo de complejidad. Lo que pasa es que las cosas son cada vez más complicás, y aquí no hay Dios que se aclare. Y pocas cosas hay más complicadas que la Ciencia.
La ciencia fue, junto con España (que se apunta a un bombardeo), el principio motor que generó el gran cambio desde una sociedad fundamentada en lo inexplicable, lo sobrenatural y, en resumen, la fe, hacia otra centrada en la observación, la experimentación, y el uso de la razón para explicar el mundo, basado en leyes (y no hablamos de la Ley de Partidos, ni de las leyes, adaptables y/o infringibles, de Matrix; estas leyes no hay Dios que las altere). Así que la ciencia nos gastó una gran putada a todos, sustituyendo a una elite sacerdotal que hay que ver qué colorido, qué donaire, y qué fiestas montaban y aún organizan, por los aburridos científicos / tecnócratas, tendentes a una cada vez mayor especialización. La ciencia explica el mundo pero también, y cada vez más, lo vuelve a convertir en inexplicable para el común de los mortales. ¿Cómo es posible que me vaya a dar una vuelta en mi buga, le meta un poco de caña al acelerador, y a mi vuelta mi hermano gemelo sea como mi abuelo? ¡Joer, qué susto! (¡Pero si ni siquiera tengo hermanos!). ¿Qué es eso de que un gato pueda estar vivo y muerto al mismo tiempo? ¿Cuando hablan de física de partículas, qué quieren decir? ¿Que me han mirao mal? ¿Quieren que aquí haiga hondonadas de yoyah,o qué?
Pues bien, Bill Bryson hace en “Una breve historia de casi todo” un fascinante y divertidísimo recorrido por la ciencia que subsana muchos de estos problemas. El autor no es un científico, sino un escritor especializado en libros de viajes que un buen día decidió ejercer de gigantesco “Muy Interesante” para todos sus lectores. Pero, a diferencia de “Muy Interesante”, consiguió su objetivo sin menoscabo del rigor y de ofrecer una visión equilibrada de lo que han sido los avances científicos en todos los campos: astronomía, física, química, geología y, muy particularmente, biología, dado que a la aparición y evolución de la vida le dedica Bryson más de medio libro (aunque esto está plenamente justificado, téngase en cuenta que sin la vida, sin ir más lejos, S.A.R. el Príncipe Felipe no existiría). Con excepcionales dotes de divulgador, con un entusiasmo digno de verse (a veces parece que el tío ha sido poseído por el espíritu de Carl Sagan y luego se ha hinchado a rayas de cocaína, o, para resultar más llano, comprensible y multicultural, “farla”), y también con una gran capacidad de síntesis, este libro permite que el lector “de letras” (o el lector “de ciencias” víctima del sistema educativo) expurgue muchas de sus frustraciones y, además, se lo pase bien.
Porque, por un lado, llama muchísimo la atención, y contribuye también a hacer más accesible el contenido del libro, la familiaridad con la que el autor trata a sus lectores, a los que tutea impunemente. ¡Si casi parece que autor y lector son colegas de Hospitalet, la leche! Y, por otro lado, el libro se asemeja por momentos a una especie de “Salsa Rosa” o “Tomate” (o como se llamen) de la ciencia, porque Bryson inunda literalmente al lector con un sinfín de anécdotas, chascarrillos y cotilleos que muestran el siempre necesario “lado humano”. Y, claro, si la obra ya era entretenida, a partir de ese momento el asunto es directamente delirante.
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