Luz de otros días

Arthur C. Clarke y Stephen Baxter

Uno de los elementos más fascinantes que nos proporciona la física cuántica, en la que como sabrán soy renombrado especialista (un día, mientras me cortaban el pelo, le eché un vistazo a un ejemplar de la revista Quo), es el de los agujeros de gusano. El “conceto” se desarrolló en los años 90, por parte del físico teórico Kip Thorne, y el motivo no puede ser más friqui: observar si la física cuántica podía ofrecer alguna solución para viajar en el espacio sin sufrir los efectos relativistas (lo de que tú viajas a Alpha Centauri, a cuatro años luz, tu hermano gemelo se queda en la Tierra, y cuando vuelves, aunque para ti sólo han pasado unos meses, el pobre está hecho una pasa y vaciándote el fondo de pensiones de la Seguridad Social) y, sobre todo, sin acometer un gasto de tiempo o energía inasumible), con objeto de servir de argumento científico para el modelo de viaje espacial propuesto por Carl Sagan en su novela (luego llevada al cine) “Contact”.

La idea del agujero de gusano, en esencia, es sencilla (lo explicábamos también aquí): dado que el universo es una estructura curvada, incluso plegada sobre sí misma, nos resultará mucho más sencillo hacer el viaje en línea recta que recorriendo toda la jodía curvatura. El ejemplo que suele ponerse es el de una hoja de papel: dibuje un punto en el centro de la hoja, tanto en el anverso como en el reverso. Si ahora dibuja una línea entre los dos puntos la distancia entre ambos será mucho más larga que si, sencillamente, utiliza un alfiler para enlazarlos. Poniendo un ejemplo más cercano y personal, si yo deseo hacerme rico con LPD podría estar 500 años publicando día tras día, pinchando compulsivamente en los banners, hablando de lo importante que son los contenidos de calidad, etc., y tal vez al final del camino pudiera comprarme un chalet. En cambio, si Usted, opulento ejecutivo de una gran empresa, o mejor aún, subsecretario o director general de algo, nos compra la página por una millonada o nos da un cargo, habremos alcanzado mucho antes nuestro objetivo, y sin efectos relativistas (sin publicar durante 500 años y, sobre todo, sin pinchar en los banners).

Es decir, que los agujeros de gusano son vías rápidas, y también son caminos heterodoxos, posibles sólo desde el punto de vista teórico, para recorrer largas distancias. Como ya habrán adivinado, el tema central de esta novela es justamente ese, pero lo llamativo es que su aplicación no es “la de siempre”, es decir, el viaje espacial. En lugar de eso, los agujeros de gusano que se desarrollan en la novela, ambientada en un futuro relativamente cercano (2036), son únicamente capaces de constituirse como puntos focales muy pequeños, prácticamente invisibles, que sólo permiten el paso de la luz, es decir, permiten ver lugares lejanos, pero no viajar a ellos a través del bujero. Pero, eso sí, conforme se mejora el sistema de generación de agujeros, éstos pueden crearse a voluntad, desde cualquier punto del planeta hasta cualquier otro (o hasta cualquier otro punto del espacio). El sistema de generación de agujeros de gusano es inicialmente propiedad de una cadena de televisión (imagínense lo que haría Pedro J. en los “años de plomo” del felipismo, todo el día apuntando a la bodeguilla), pero luego pasa al Gobierno de EE.UU. y finalmente es comercializado entre el gran público.

El proceso pasa a convertirse, con gran velocidad, en una pesadilla orwelliana, pero sin el romanticismo de 1984: cualquiera puede vigilar a cualquiera (imagínense: podrían Ustedes vigilar a Carod Rovira para ver si esta semana se reúne con ETA; a S.M. Campechano I haciendo vida nocturna en Palma de Mallorca; a ZP exhibiendo talante e imparcialidad antioligopólica mientras se entrevista con el presidente de la Comisión Europea; a Rajoy mandando en las reuniones de la Ejecutiva del PP; al Más Listo de la Clase recuperándose de su lesión; y, lo que es más importante: podrían ver Gran Hermano ¡utilizando sus propias cámaras!), pero el problema es que también pueden ser vigilados (puede que Usted sienta mucho morbo vigilando lo que hace su atractivo/a vecino/a; pero si es su vecino/a, sí, el/la que desconoce el significado de la palabra “atractivo/a”, quien le vigila a Usted, la cosa cambia. Y lo que es peor: podrían Ustedes estar vigilándome a mí). Así que la orgía desposeedora de la intimidad, clara metáfora del camino en el que puede desembocar una sociedad plagada de tecnologías intrusivas (demasiado clara, a decir verdad), acaba provocando efectos muy diversos en la sociedad (gente que va en pelotas por la calle y tal; lo sorprendente es que los autores lo venden en plan “lo hago así porque yo lo valgo y no me importa lo que piensen los demás”. En países de climas tan suaves como Gran Bretaña o EE.UU., en ciertas épocas del año, el sonido de los genitales al impactar contra el suelo sería a buen seguro espectacular).

Pero el asunto da una vuelta de tuerca cuando en la novela se descubre el proceso no sólo para ver el presente a través de los agujeros de gusano, sino también para vislumbrar el pasado (recuerden: no es que Usted pase por el agujero, sino que la luz viaja a través de él: así que si hacemos un agujero de gusano suficientemente enrevesado como para que la luz recorra la distancia de un año, y lo enfocamos al lugar deseado, veremos lo ocurrido por estas fechas el año pasado en un lugar determinado). Las consecuencias, claro, son mucho más interesantes: ver la primera entrevista de Carod Rovira con ETA, a tu atractivo/a vecino/a en su plenitud, al Monarca la tarde del 23-F, o los andares de Cal.loh repartiendo yoyah en Gran Hermano II o polemizando con Gustavo Bueno.

Además de los efectos devastadores sobre el mundo de la delincuencia, la cosa se extiende a todos los ámbitos sociales: la política, la economía, las relaciones personales, etc., todos se ven afectados por un Archivo de Simancas que es, al mismo tiempo, un Aleph, y que permite revisar hechos todo lo remotos en el tiempo que sea necesario: ¿quiere ver cómo comenzó la Guerra Civil? ¡Vuelva a 1934 y compruébelo con sus propios ojos! ¿Ansía comprobar si el Führer se suicidó o huyó a Sudamérica? ¡Haga una visita guiada al búnker! ¿No puede resistir la tentación de observar qué ocurrió en Troya o si los “Pueblos del Mar” que destruyeron el Imperio Hitita eran o no españoles? El complaciente Gran Hermano lo ofrece todo.

La novela, como ven, parte de ideas muy interesantes. El problema es que a la hora de la verdad estas ideas no se desarrollan demasiado bien. Por ejemplo, la originalidad del acontecimiento histórico que se nos relata supera todo lo imaginable: dimensión histórica de Jesús de Nazaret, quien, oh no, era humano y no pretendía fundar una nueva religión. Y además de esto, los autores aún tienen los huevos de, al mismo tiempo, medio insertar la duda de “a ver si ej que Jesús va a ser Uno y Trino, porque milagros no, pero aquí salen cosas mu raras”. La narración se desarrolla a partir de unos personajes principales totalmente planos y carentes de interés. El final no es que contenga la originalidad debida a una novela de ciencia ficción, es que se pasa 1934 pueblos de original.

Y además, por momentos la novela parece un bombardeo por saturación de friquismos. Además del agujero de gusano “presente” y el agujero de gusano “pasado” aparece por ahí un terrible meteorito que se calcula destruirá toda forma de vida en la Tierra dentro de 400 años, en plan Armageddon. Bien, pues aunque el jodío meteorito está pululando por ahí a lo largo de toda la narración, no se sabe muy bien qué pinta o en qué afecta a la trama, más allá de medio justificar que “los habitantes del planeta, conscientes de su destrucción, se volcaron en el estudio del pasado”, en plan Imperio Azteca ante la conquista de México. Explicación absurda en sí (ese efecto se generaría en cualquier caso, aunque sólo fuera por cotillear en el pasado de los demás), y todavía más si tenemos en cuenta que, al fin y al cabo, los habitantes del planeta habrán muerto con toda probabilidad mucho antes de que llegue el meteorito en cuestión (después de mí, el Diluvio y el hundimiento de la burbuja inmobiliaria). Luego aparece por ahí la clonación, sin que aporte nada hasta el final de la novela (que tampoco es que aporte mucho) y, sobre todo, conforme mejora la implantación de generadores de agujeros de gusano en cualquier sitio y se derrumban las antiguas convenciones sociales por efecto de su generalización, aparece un engendro denominado “Los Unidos” que consiste básicamente en seres humanos que renuncian a su individualidad para, mediante imposibles agujeros de gusano implantados en la mente, “estar Unidos” como comunidad cogida de la manita, en un alarde de metrosexualidad que dejan al matrimonio gay, Hefestión, e incluso a la pesadilla, también de ciencia ficción, que se saca Asimov de la manga con “Gaia”, convertidos en una convención de camioneros asistentes a un ciclo de las mejores películas de pulsos de todos los tiempos (recuerden “Yo el Halcón” de Stallone). Todo ello, además, en unas 350 páginas.

A pesar de todo, justo es reconocer que la novela contiene aspectos interesantes, ideas curiosas aunque lamentablemente poco desarrolladas, y se lee bien (que estamos hablando de ciencia ficción, caramba, en cualquier momento se la encuentra en el Duty Free del aeropuerto).заказать контент для сайтапродвижение бренда компании работодателя


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