La rebelión de las masas – José Ortega y Gasset
La Rebelión de las masas es una obra curiosa, pues supone la consagración de Ortega como pensador maldito en España (por elitista y antidemocrático, se supone) y su paralela mitificación entre la intelectualidad europea afín al liberalismo (es decir, más o menos un 1% de la intelectualidad europea) precisamente por estos mismo motivos (su pretendido carácter elitista y antidemocrático). Para añadir más gracia a este asunto la obra de Ortega logra esta consideración sin ser, ni siquiera acertada.
Pues por mucho que sintiera el autor que el siglo XX había supuesto el inicio de un nuevo modelo de sociedad en la que el Gobierno, la reflexión, la cultura y la vida ya no eran patrimonio de las elites y habían pasado a ser dominados por la masa, esta afirmación no puede considerarse exacta en cuanto referida a ese momento histórico. Profética sí, pero exacta no.
Ya que si bien La Rebelión de las masas es un sugerente grito de alerta lanzado para prevenir de un riesgo entonces inexistente, su principal atractivo consiste en la absoluta identificación del peligro señalado por Ortega y los riesgos actuales de las modernas democracias occidentales.
Cuando Ortega escribe La Rebelión de las masas éstas no participan efectivamente en la política ni en la cultura de las sociedades. Las incipientes democracias son ficciones procedimientales en las que, en relidad, siguen mandando y pintando los de siempre. Desde aquí se podría haber evolucionado en una profundización de la democracia en dos vías alternativas: o bien la ciudadanía asumía cada vez más protagonismo a través de la educación y la reflexión; o bien la ciudadanía lograba más protagonismo en su vertiente “masa”.
Llegados a estas alturas, y tras presenciar la programación de las televisiones de pago (sometidas a la férrea dictadura de la “masa”, que en España equivale a decir ama de casa andaluza y provoca el mantenimiento de programas como los de Los Morancos), no podemos sino conceder a Ortega que, a la larga, ha acabado teniendo toda la razón.
En cuanto a los motivos de su rechazo (por unos) y exaltación (por otros), la obra no ha de ser interpretada, sin embargo, como elitista y antidemocrática de modo necesario. Es posible una lectura en otra clave, aquella que pretende unas democracias de ciudadanos y no de “masas”. Puede ser interesante para todos aquellos críticos furibundos del pensamiento orteguiano ensayar una relectura en estos términos, que lleva, entre otras cosas, a clamar por un más activo papel de las instituciones en la formación de los ciudadanos y la configuración de la sociedad.
Por último La Rebelión de las masas cuenta con un atractivo adicional: como toda la obra de Ortega, está extraordinariamente bien escrita.
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