La Divina Comedia – Dante Alighieri
El Infierno está en el lugar más insospechado
ítulo: La Divina Comedia
Autor: Dante Alighieri
Categoría: Poema alegórico
Siglo: XIV
Comentario:
La Divina Comedia es una de las principales creaciones literarias de la Historia de la Humanidad. Pese a ello, estamos en condiciones de afirmar que la hemos leído en su totalidad, sin darnos importancia y sin cobrar. ¿El motivo? Pues aparte de que nunca se sabe en qué conversación con una hermosa ninfa podríamos darnos el pisto de ser personas “culturizadas”, porque contra todo pronóstico tratándose de un poema la obra es excelente.
Excelente al menos en parte. La Divina Comedia es un poema alegórico estructurado en un total de 100 cantos, todos ellos escritos con la misma regla métrica, tercetos endecasílabos, y con un cuidado considerable por la forma y la estructura. No ahondaremos aquí en la belleza formal de la obra, de todo punto evidente, pero sí en su rigor estructural. De los 100 cánticos, 33 corresponden al Cielo, 33 al Purgatorio y 33 al Infierno, más un cántico introductorio (aunque este se incluye dentro de la parte correspondiente al Infierno). Además, las tres partes tienen prácticamente el mismo número de versos, 4.500. Por supuesto, yo no los he contado, sino que he hecho lo que todo el mundo: intertextualizar. Todo sea para ofrecer la mejor y más intertextual información a nuestros lectores.
¿Cuál es el argumento de esta Divina Comedia? ¿De qué versan los versos? Dante nos cuenta una historia alegórica de la que él es protagonista: la búsqueda de su amada Beatriz, que naturalmente ha ido al Cielo, como todas las chicas de bien. Beatriz es tan, tan buena que por intercesión de la Virgen María permiten que Dante vaya en su búsqueda, recorriendo los tres reinos sobrenaturales, el Infierno, el Purgatorio y el Cielo. Durante los dos primeros, el acompañante del poeta italiano es el gran poeta clásico Virgilio (es destacable la pasión de Dante por los clásicos, trufando todo el poema de citas eruditas, en una curiosa mezcolanza de religión y mundo clásico que a algunos les parece muestra de la Piedad de Dante y a nosotros un intento de huir de la pobreza artística y discursiva del mundo católico), y durante su periplo por el cielo es la propia Beatriz la que le sirve de guía. Lamentablemente, al estar en el Cielo Dante no tiene ocasión de demostrarle su amor a Beatriz, y en su lugar se pasan el tiempo viendo a los ángeles y santos. El universo está pensado desde una concepción egocéntrica. Los puntos cardinales son: Jesusalén, el Ganges, el Éufrates y las columnas de Hércules o Estrecho de Gibraltar (sí, desde luego, vaya porquería de puntos cardinales). El Infierno está excavado en la Tierra y en el polo opuesto del Infierno hay un monte gigantesco que representa al Purgatorio, en cuya cima están los Enchufados por el Señor que han podido acceder al Cielo.
La parte del Infierno, naturalmente, es la más divertida. Este se compone de nueve círculos concéntricos en los que se acumulan todo tipo de pecadores, a cual peor, sometidos a los peores tormentos que el ser humano haya podido sufrir; si la televisión hubiera existido, estamos seguros de que Dante habría obligado a los peores pecadores de todos a tragarse sesiones continuas de cine español de calidad, o cosas aún peores (si es que esto es posible). Y en el último círculo de todos, el propio Satanás mordisqueando a Judas Iscariote, el peor pecador de todos, el más malo, un tío que no te da ni la hora y si puede te vende por un puñado de denarios. Muy cerca de Judas, Mahoma, conceptuado como “traidor”, talmente como si fuera del PNV.
A continuación, Dante se encamina, precedido de Virgilio, a la montaña del Purgatorio, dividida en siete cornisas que corresponden a cada uno de los siete pecados capitales: gula, lujuria, ira, … Y si quieren la lista completa, alquilen Seven. El Purgatorio es un tanto aburrido, aunque el tipo de penitencias que tienen que llevar a cabo los pecadores antes de ser admitidos en el Cielo, sin llegar a la riqueza tipológica del Infierno, tiene su encanto. Lo que sí es un coñazo, sin paliativos, es el Cielo, dividido en nueve circulos brillantes al final de los cuales está el Señor, y en cuyo recorrido nos encontramos con los más grandes Santos de la Cristiandad. Todos son muy buenos y el mundo del Cielo es muy bonito, pero la verdad, el Infierno tenía un aspecto más animado. Lo único realmente interesante de este tercer bloque, además de la ya comentada belleza formal (sobre todo si lo leemos en italiano, cosa que yo, naturalmente, nunca hice), es la figura de Beatriz. Y no porque Dante abunde en voluptuosas descripciones de tal figura, sino porque Beatriz, en la gran construcción alegórica que simboliza la Divina Comedia, cumple el papel de la Teología, o la ciencia (¡) de la Religión, única manera posible de acceder al Cielo. Sólo con la guía de Beatriz, con el sustento de la Teología, tenemos alguna posibilidad de ser admitidos en el seno del Señor y aburrirnos por toda la Eternidad.
Y ahora que les he hecho el enorme favor de resumirles la Divina Comedia para que no tengan que leérsela nunca y farden como si la tuvieran de libro de cabecera, me permitiré pedirles el favor de que sean un poco pacientes y me sigan en el relato de un sueño que tuve ayer (o hace unos años, según cuándo Usted lea esto).
Anoche tuve un sueño. Soñé que paseaba por el campo y de repente se me cruzó una voluptuosa mujer semidesnuda que me ofreció una visita guiada al Infierno. Aunque en condiciones normales yo no lo habría dudado un minuto, sospeché algo y le dije: “¿No se supone que Usted debería ser Virgilio?”. “Eso sólo si quieres ver también el Purgatorio y el Cielo”, contestó, “para el Infierno me basto y me sobro”. No le llevé la contraria y le seguí.
El Infierno, como Ustedes saben ya, está dividido en nueve círculos concéntricos.
– En el primero de ellos es un país sin televisión
– En el segundo es un país en el que sólo hay Televisión Española.
– En el tercero, vivimos en un país donde el felipismo es ley.
– Los anillos cuarto, quinto, sexto, séptimo y octavo mostraban todo tipo de suplicios, a cual peor. En el octavo se encontraban algunos de los peores criminales de la Historia de la Humanidad, como Antonio Anglés (¡finalmente estaba muerto!), Adolf Hitler y Lauren Postigo (este no está muerto, pero como si lo estuviera). Todos ellos eran sometidos a los más terribles suplicios y torturas, nada de mariconadas como subir piedras a las montañas para que luego vuelvan a caer o que un buitre se te coma el hígado todos los días (bueno, esta no está mal), no, puros interrogatorios de la Policía española. Observar el octavo anillo era asistir al mayor compendio de torturas y suplicios inventados por el Demonio para castigar a la Humanidad.
Por eso cuando la chorba y yo bajamos al noveno anillo yo estaba temblando de miedo. Cuál no sería mi sorpresa cuando comprobé que el noveno anillo era un mundo en apariencia totalmente normal. Era normal incluso en lo de las chorbas, porque fue pisar el noveno círculo (o anillo, como prefieran) y largarse mi simpática guía. Pese a ello, se estaba tan bien que decidí quedarme. Las cosas parecían no haber cambiado en absoluto en el Inframundo respecto al otro mundo del que venía, y de Satanás ni rastro.
Al principio no me di cuenta de nada. Pasó un año (ya saben Ustedes que en los sueños el tiempo es relativo) y todo seguía igual. Me preguntaba si mi vida anterior no habría sido un sueño. Entonces puse la tele como todos los días y noté algo raro. Al ver la sección “Real Madrid” del Telediario tuve una sensación extraña. No es que fuera más larga que lo habitual, ni más elogiosa con el Mejor Equipo del Mundo que lo acostumbrado. Pero había algo extraño. Comprobando cómo el árbitro no le había pitado un penalty a Fernando Hierro ante el regocijo de los comentaristas me di cuenta de la terrible verdad.
Ese año, el Madrid había ganado la Liga y la Liga de Campeones, la Copa del Rey y la Supercopa. Incluso competiciones en las que tradicionalmente hacía el ridículo, como la Copa Intercontinental o el Mundialito de Clubes, fueron conquistadas por el equipo blanco. Entonces me percaté de la terrible verdad: el Infierno es un lugar en el que siempre gana el Madrid.
Afortunadamente, me desperté enseguida.
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