HOMO VIDENS – Giovanni Sartori
Sartori es uno de los principales estudiosos del mundo de Teoría Política; un hombre que, ante todo, cree en la democracia representativa, en la capacidad de los Padres Fundadores, representantes del pueblo, para discernir entre lo bueno y lo malo; un hombre para el cual la democracia de masas no puede organizarse al margen de un sistema social articulado en torno a la idea del libre mercado, ajeno a planteamientos políticos trasnochados y agresivos con determinadas clases productivas. Un hombre, en suma, profundamente reaccionario, razón por la cual es invitado asiduamente a participar en la revista Claves de Razón Práctica, dirigida por Javier Pradera.
En este libro, Sartori alerta contra los peligros del amanecer de una nueva cultura, la cultura basada en la imagen, que se opondría violentamente a nuestra entrañable cultura escrita desarrollada a partir de la imprenta, que tantos beneficios ha comportado. La cultura basada en la imagen frente a la cultura basada en la palabra es la oposición entre sentimiento y razón, entre contemplar y comprender, entre espectáculo y reflexión. No hace falta explicar que la tesis de Sartori se basa en el manido “antes todo iba mucho mejor”.
Porque “antes” la gente no estaba adocenada por miles de estímulos visuales dirigidos a nuestras sensaciones, no se había acostumbrado a mantener una posición pasiva frente a la cultura o la información, antes bien participaba de los asuntos públicos y se preocupaba por comprender lo que sucedía a su alrededor con la impagable ayuda de la palabra, para Sartori de una densidad mucho mayor que la imagen, particularmente la imagen televisiva.
Hasta aquí, todo va bien. Con la imagen todo es malo, con la palabra todos éramos felices. Supongamos que Sartori tiene razón. Ahora bien, ¿quiénes son esos ciudadanos “escritos” del pasado a los que Sartori, en oposición a los papanatas visuales, tanto admira? ¿Son, tal vez, el grueso de la población? ¿Las masas? ¿Estaban todos los ciudadanos preocupados por el devenir de los asuntos públicos, por las nuevas formas culturales, por la marcha de la sociedad, hace 100 años? La respuesta, evidentemente, es “no”. Aquellos a los que se refiere Sartori no son, no pueden ser, el grueso de la población, sino una minoría culta (y, curiosamente, acaudalada, lo suficiente para poder “seguir los asuntos públicos”, entre otras cosas), mientras las “masas”, las mismas masas que ahora se lanzarían a por el mando a distancia, se dedicaban a sus menesteres, es más, cuando aparecían no era para debatir los asuntos públicos, sino para llevárselos por delante con una Revolución, ideada para eliminar del mapa, entre otros, a esos señores que no dejaban de leer periódicos en el club de campo, cuya cuota pagaban, suponemos, con sus beneficios empresariales (sí, la famosa “plusvalía”).
El ataque de Sartori a la televisión y, por extensión, a las formas comunicativas basadas en aquella, puede estar más o menos justificado. Puede resultar aceptable enjuiciar negativamente a las imágenes, incluso conceptuar la televisión como un monstruoso e insaciable creador de cultura basura; pero la oposición entre cultura verbal = cultura y cultura visual = incultura parece un silogismo altamente maniqueo. Más bien parece que los que ahora se dedican a freír su cerebro delante del televisor en lugar de leer hace unos 100 años, sencillamente, no leían nada de nada, porque no tenían ocasión de ello. En ocasiones da la sensación de que a Sartori, más que preocuparle que la televisión idiotice a las masas, le molesta, sencillamente, que las masas hagan su aparición en los asuntos públicos, de la forma que sea, porque el “público”, para Sartori y muchos otros teóricos, no es el conjunto del público, es decir, todos, sino un “público ilustrado” opuesto a las masas zafias, ordinarias y desgalichadas. ¿Y qué es el “público ilustrado”? Los señores del club de campo, nuevamente.
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