Homero, Ilíada
Muérete, erudito
Título: Homero, Ilíada
Autor: Alessandro Baricco
Categoría: Radionovela
Siglo: XXI
Comentario
Uno de los grandes avances de la literatura universal fue la inclusión de una sinopsis en la contraportada de los libros. Desde hace décadas, y gracias a estos breves resúmenes, el lector ávido de aumentar su cultura en poco tiempo para poder debatir con rigor en charlas tabernarias o, simplemente, tratar de engatusar a una mujer con una sapiencia tan superficial como efectiva, podía hacerse con los suficientes conocimientos si pasaba parte de la tarde en una librería. Ni tan siquiera los buscadores de internet han logrado superar aún la comodidad que supone tener al alcance un buen número de obras mediante el repaso a unos párrafos. Mientras que en la red hay que hacer un esfuerzo para encontrar algo que en realidad no se pretendía hallar, esa, vamos a llamarla así, retaguardia libresca viene hacia la persona con un sencillo movimiento de muñeca que le dé la vuelta al ejemplar en cuestión. De los incunables al último superventas, una persona paciente puede aprehender los datos precisos para dejar en ridículo a un amigo (¿qué otra cosa se puede hacer con ellos?) en mitad de una conversación sobre novela negra o seducir a una fémina mediante un recorrido por la poesía de Bécquer, Neruda o Alberti (esto no suele fallar). Y todo ello sin tener que abrir un libro.
Toda esta especie de gozosa y fácil documentación con el objetivo de ganar guerras dialécticas o aparearse aunque sea una noche no está exenta de puntos débiles, aunque ninguno tan grave como la erudición, auténtico obstáculo que puede hacer que lustros y lustros de paseos por los anaqueles de El Corte Inglés se tambaleen. En efecto, la naturaleza de determinado tipo de obras hacen que aparezca la figura del erudito, ser que en un momento de su vida decide profundizar en un campo concreto, a veces la literatura, y dentro de la literatura a veces algún escritor o libro. Aunque el noventa y tantos por ciento de los escritos de todas las épocas consiguen escapar del estudio de estos humanos de sexualidad indefinida, algunos autores, y especialmente algunas de sus obras, parecen un cadáver que atraiga a esos buitres con gafas. El Quijote, Madame Bovary, los cuentos de Borges y Poe, Los Miserables o muchos de los dramas de Shakesperare representan algunos ejemplos tradicionales de presas escogidas por los eruditos para desentrañar sus significados y significantes hasta la última letra y mediante tal variedad de teorías que muchos de los textos parecen ballenas atravesadas por cientos de arpones (homenaje a Moby Dick, otra de las víctimas). Por ello, el camino de los merodeadores de contraportada puede convertirse en una auténtica aventura o desventura en una reunión social, salida con amistades o cena íntima, cuando la sombra de la erudición aparece en la perorata de un asistente cualesquiera, del compañero de piso del primo del amigo, o, y esto causa un notable estupor, en la respuesta de la mujer a la que se pretendía deslumbrar con un discurso sobre los estructuralistas franceses. El prestigio reunido gracias a una ardua labor de lectura de resúmenes se puede ir al traste si no se sabe reconocer a tiempo al enemigo.
Como decimos, y se desconocen las razones, determinado tipo de obras actúan como cebo ensangrentado para los tiburones de la erudición. A estos libros es mejor no acercarse ante la posibilidad de encontrar a un estudioso en una tertulia. Dentro de ese bloque al que pertenecen los títulos anteriormente mencionados, también se encuentran varios textos clásicos griegos y latinos. Libros como La Odisea o La Eneida quedaban descartados, proscritos. “Vade retro, Virgilio” podía oírse apenas susurrado en multitud de librerías, siempre en boca de aquellos que tenían una cita esa noche con hembra fermosa y no querían arriesgarse a rodar por los figurados suelos de la cultura a causa de un encontronazo con el susodicho erudito. Por todo esto hemos celebrado con fiesta y alborozo la publicación de “Homero, Ilíada”, de Alessandro Baricco. El clásico de Homero se pone así por fin a tiro, aunque hay que leerlo entero. El precio a pagar, poco más de 160 páginas con letra grande, hace que su lectura merezca la pena a pesar de que equivale por lo menos a 1.500 sinopsis ordinarias. Oportunidades para hablar sobre la guerra de Troya como si se hubiese estado allí no son habituales.
Alessandro Baricco es uno de los grandes escritores contemporáneos, ya que tiene dos de las virtudes que más admiramos: escribe corto y se entiende. Su fama se sustenta en la obra “Seda”, un long-seller (o sea, best-seller que sigue vendiéndose muy bien durante bastante tiempo) algo pretencioso pero distraído, una especie de fábula de aventuras con enseñanza incorporada que pretende trasladar la prosa poética a la narrativa. El intento no le salió mal, y la novelita (por su extensión) puede leerse con agrado. Además incluye al final un pasaje de erotismo explícito que justifica lo anterior (en La Página Definitiva creemos que la inclusión de pasajes pornográficos hace bueno cualquier texto).
Pero no es Baricco un nuevo sacerdote al estilo de otros autores que apenas logran travestir su falta de talento con ingentes dosis de filosofía barata. En el monólogo teatral “Novecientos” demostraba que tiene oficio. Al tratarse de un soliloquio se dejaba leer como una novela, también corta, y debemos reconocer que se trataba de un texto muy hermoso. Después de otras obras suyas como “City” o “Sin Sangre”, publica en 2005 “Homero, Ilíada”, una adaptación del poema basada en la traducción al italiano de Maria Grazia Ciani, y enfocada hacia su lectura en público. En otoño de 2004, “Homero, Ilíada” fue leída en Roma y Turín, con gran asistencia de público y una emisión radiofónica que también tuvo un notable éxito.
Baricco fundamenta su transcripción en el original, pero realiza tres modificaciones. En primer lugar elimina la intervención de los dioses, aspecto que casa mal con el modo de pensar contemporáneo. En segundo lugar evita los arcaísmos. Por último sustituye la narración en tercera persona por la primera. Para ello escoge a 21 personajes de la Ilíada, que van relatando sus vivencias. Al estar concebida su versión como un espectáculo de lectura pública, también esta variación trata de acercar el clásico de Homero al gusto del espectador actual, que de ese modo puede introducirse en la historia con el suficiente ensimismamiento.
El resultado para el lector es un relato trepidante, divertidísimo, impactante. Como dice el propio Baricco en la apostilla que incluye la edición, “la Ilíada es un monumento a la guerra”. Dicho monumento, alejado años luz de la corrección política, muestra la sangre y la belleza, o lo que es lo mismo, el horror de la contienda y también la elevación estética y moral que posibilita. Los héroes, incluso aquellos que prácticamente son semidioses, resumen la contradictoria condición humana. Tan pronto son ruines, viles, asesinos, cobardes, egoístas, iracundos o estúpidos como bondadosos, amables, salvíficos, valientes, generosos o reflexivos. Esta narración realizada por los vencedores coloca casi en el mismo plano a los vencidos, además de permitir que las voces femeninas indiquen que hay otros caminos a seguir al margen de la guerra. De nuevo en palabras de Baricco en su excelente apostilla: “Esta capacidad, sobrenatural, de ser voz de la humanidad entera y no sólo de sí mismos, la hallé trabajando sobre el texto y descubriendo cómo los griegos, en la Ilíada, nos habían legado, entre las líneas de un monumento a la guerra, la memoria de un obstinado amor a la paz. […] ¿No es admirable que una civilización machista y guerrera como la de los griegos escogiera legarnos, para siempre, la voz de las mujeres y su deseo de paz? […] En esa voz –que, sepultada bajo un monumento a la guerra, dice adiós a la guerra, prefiriendo la vida- la Ilíada deja entrever una civilización de la que los griegos no fueron capaces y que, a pesar de todo, habían intuido, y conocían, y hasta custodiaban en un rincón secreto y protegido de su sentir. Llevar a cabo esa intuición es tal vez lo que la Ilíada nos propone como herencia, como tarea, como deber”.
En cierto modo, “Homero, Ilíada”, es a la literatura lo que algunos “remakes” de los 50 y primeros 60 al cine, antes de que se normalizaran las emisiones de películas por televisión y sólo pudiesen verse en las salas: un intento de acercar a las nuevas generaciones lo que de otro modo se perdería. Aunque al final Baricco acelere el ritmo y nos prive de asistir a las muertes de Aquiles o Paris, esta novela consigue trasladar el espíritu del original a la actualidad con el suficiente brío como para que el lector se interese por el texto-madre de Homero, que al fin y al cabo es de lo que se trata. Que se interese por su sinopsis, claro. A la vez, iniciativas como ésta promueven la muerte del siempre incómodo erudito, por lo que lanzamos unas salvas en honor del que ya consideramos benefactor universal.
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