Finnegans’ Wake – James Joyce
El engendro de un loco con pretensiones
Título:Finnegans Wake
Autor:James Joyce
Categoría:Novela experimental (¿?)
Siglo: XX
Comentario
No se asusten, amigos, no he leído Finnegans Wake, sólo me atreví con una parte y mi escaso nivel de inglés claudicó a las cincuenta páginas, más o menos. Quizá ustedes se quejen de que tenga por costumbre comentar bodrios que no he leído, pero, ciertamente, deberían ustedes estar felices de mi rigor: ¿qué mejor muestra de que las novelas catalogadas como auténticos bodrios son realmente así que el hecho de que el propio comentarista haya sido incapaz de terminarlas?
En el caso de Finnegans, la dificultad para acometer su lectura es doble: en primer lugar, es una novela intraducible, y quien diga lo contrario miente o se ha leído la versión de Clásicos Ilustrados. En segundo lugar, no sólo es una novela intraducible, sino incomprensible, sea cual sea el idioma materno del lector.
Finnegan se despierta y mantiene un apasionante monólogo interior consigo mismo. Qué interesante, ¿verdad? Pues no. Al parecer, aquel día Finnegan se sentía muy comunicativo, porque la novela tiene más de seiscientas páginas; y en segundo lugar, Finnegan es una muestra clara de los resultados del sistema educativo británico, porque el pobre, al parecer, no se aclara con lo que dice, ni el lector tampoco. Algunos entusiastas de Joyce les dirán que esta, al igual que el Ulises, es una novela genial, porque el autor sabe distorsionar el lenguaje hasta sus mismos límites, extrayendo todo el jugo de la lengua inglesa y de las contradicciones internas del ser humano. Generalmente, quien les diga eso es alguien que se ha tragado al menos uno de los dos engendros y quiere aprovecharlo de alguna manera, aunque sea haciéndose el interesante.
Joyce es un autor experimental, supuestamente revolucionario; causó una gran polvareda la publicación del Ulises, influyendo decisivamente (por desgracia) en algunos escritores de las generaciones posteriores. Algunos incautos dicen que el Ulises es la novela del siglo. De ser así, apaga y vámonos.
El Finnegans Wake, inexplicablemente, no tuvo ningún éxito. Joyce se acabó de creer su propia genialidad y dio a luz una novela incomprensible no sólo para los lectores de otros países, sino también para los lectores anglosajones y, posiblemente, para él mismo. Cuando una novela, como es el caso del Finnegans Wake, abulta casi tanto por su introducción como por el texto en sí, la estrategia a seguir es clara: “¡Sálvese quien pueda!”
Algunos de los que no han sabido asimilar toda la grandeza de Joyce dicen que está totalmente sobrevalorado. Otros, que tampoco han entendido a Joyce pero creen que resultan más intelectuales si dicen que les gusta, afirman que algún día todos nosotros veremos la Luz y nos rendiremos a la evidencia de su genio. Yo les cito un fragmento de la novela y dejo que tiren a la basura todos sus fascículos de Inglés – Planeta de Agostini:
“to find a locus for an alp get a howlth on her bayrings as a prisme O and for a second O unbox your compasses. I cain but are you able? Amicably nod. Gu it! So let’s seth off betwain us. Prompty? Mux your pistany at a point of the coastmap to be called a but pronounced olfa”.
Si han sobrevivido a esta explosión de poética desenfadada, dejen que comparta con ustedes mi opinión sobre la literatura experimental: algunos se han creído que buscar nuevas formas narrativas en el lenguaje consiste en cargarse el lenguaje, para que nos devanemos los sesos pensando sobre algo que en sí es totalmente banal y estúpido. Sin yoi kusiera, tanboin chamullaría coumo Finnegains, paro ma paraze hunia soubnormilitá arsoluita, ponquei me rescuerda masiao a las conversas del Puertou. Hacer literatura experimental es arriesgado, pero sea cual sea el resultado la idea es tener algo que contar, construir una historia, no destruirla.
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