España 1808 – 1975 – Raymond Carr

Raymond Carr es un historiador británico especialista en el siglo XIX español, con todo lo que esto conlleva. Es decir, si el estudio del XIX español ya de por sí es insoportable, por tratarse de una materia mucho más compleja que, por ejemplo, la teoría del caos, imaginen cómo debe ser la personalidad de alguien que ha dedicado su vida a algo así.

En efecto, el libro que nos ocupa, clásico entre los clásicos, es de farragosa lectura, no se sabe muy bien si a causa del estilo de Carr, la excesiva atención que dedica a cuestiones económicas y sociales vistas desde una perspectiva excesivamente fría, carente de “alma”, si me permiten que me ponga místico, o la materia en cuestión.

Es este un manual dedicado a dos siglos de la historia de España que no consigue atrapar al lector, posiblemente porque su objeto no es este sino más bien clarificar un tanto el panorama, particularmente en lo que concierne al XIX, pues el XX español, mucho más interesante para el historiador aficionado, por cercanía y por la magnitud de los acontecimientos que en él se relatan (República, Guerra Civil, Tío Paco, nacimiento y muerte de José María Escrivà de Balaguer, …), está bastante más claro.

Estamos en condiciones de afirmar que Carr no consigue su propósito fundamental (ofrecer un panorama operativo de lo que ofrece el XIX español), más que nada porque todas y cada una de sus páginas transmiten un mensaje inequívoco: que este siglo, además de deprimente, fue aburrido.

¿Aburrido? ¿Un siglo con revoluciones, golpes de Estado, camarillas, revoluciones cantonalistas, tradicionalistas, reinas gordas ninfómanas y un largo etcétera? El lamentable estilo expositivo de Carr, un historiador serio a marchamartillo que huye de las batallitas y confabulaciones de la Corte para centrarse en cuestiones tan apasionantes como las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz (y transmite la impresión de que, al final, tanto bombo y platillo no sirvieron de mucho), impide que el lector, o al menos el lector que esto escribe, sea capaz de obviar la aridez de lo que el historiador describe para centrarse en la importancia de los hechos y hacerse un esquema mental básico de lo que tiene que ofrecer el XIX.

Así que no se preocupen, no es necesario que lean el texto de Carr (unas 800 indigestas páginas), por otro lado de un valor académico indudable, basta con que pongan cara muy seria en las conversaciones profundas y digan algo así como que “no se puede entender el XIX español sin el fundamental estudio de Carr”. Como el XIX español tampoco se puede entender, posiblemente aún en menor medida, con el fundamental estudio de Carr, sus interlocutores, hayan leído o no el texto, quedarán impresionados al pensar que Ustedes sí consiguieron sacar algo en limpio y no harán preguntas molestas. Y si alguno insiste háganse los interesantes como yo haré a continuación recordando algunos de los muchos “grandes momentos” del XIX español:

– “Vayamos todos, yo el primero, por la senda constitucional”, Fernando VII en el II Fracaso del liberalismo español (Trienio Liberal).

– Reinstauración del Santo Oficio por el propio Fernando VII.

– El carlismo, en general. Un grupo de patriotas consideran inviable y contrario a la ley de Cristo que una mujer rija los destinos de España, aprovechando la eclosión nacionalista del XIX idean unos ropajes ridículos que pueden competir en igualdad de condiciones con cualquiera de los trajes regionales folklóricos inventados por esas fechas, y se echan al monte.

– Isabel II colocando gobiernos a velocidad de vértigo en función de cómo se comportaban en la cama. O’Donnell y Narváez, como Polanco, echaban “cinco sin sacarla”, pero Isabel II siempre quería más.

– La segunda línea férrea tendida en España, creo recordar que en la temprana fecha de 1856, de Madrid a Aranjuez, con el propósito de que Isabel II pudiera ir en tren a su palacio.

– El sexenio liberal, así en su conjunto, con mención especial a la coronación de Amadeo de Saboya (con un par), la revolución cantonalista (echándole huevos), los cuatro presidentes de la I República (nueve meses de duración) y el apoteósico final de la misma con la entrada del general Pavía a caballo en el Congreso de los Diputados.

– El Ejército español inicia la hermosa tradición que le caracteriza y se entromete continuamente en política, creo recordar que más de 100 asonadas y golpes de Estado en el XIX.

– Y la Guerra de Cuba, con la prensa española diseñando revolucionarios estudios de estrategia militar en virtud de los cuales estaba chupado conquistar Estados Unidos, pues su costa este estaba totalmente desguarnecida.

En fin, si quieren aprender cosas del XIX español casi mejor que se lean los Episodios Nacionales de Galdós, tampoco aprenderán mucho pero al menos se lo pasarán bien.dictionary french translationпродвижение нового бренда средствами pr


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