El Sistema – Mario Conde
Como lo urgente no deja tiempo para lo importante tuvimos que esperar a que Mario Conde dejara de verse agobiado por apreturas horarias (el conglomerado industrial de Banesto, la propia gestión del Banco, los líos de Argentia Trust, comprar medios de comunicación y recibir doctorados honoris causa son actividades que exigen mucho tiempo y nuestro Mario se dedicó, durante un tiempo, preferentemente a ellas) gracias a la intervención del Banco de España y de la nunca bien ponderada Audiencia Nacional para recibir por fin un bodrio de verdadero gran y espectacular calado. Desde que todo aquel que superaba el Preu se sentía con derecho a pontificar sobre el materialismo dialéctico y la conciencia de clase no había aparecido en España un bodrio de calibre en lo que podríamos llamar “ensayo político-social post franquista con mirada de Deusto”. Ahí estaba Conde para rellenar la laguna, demostrando, una vez más, su vocación de sacrificio y que no le cuesta emplear su recién ganado tiempo libre en ilustrar a los españoles sobre el maléfico SISTEMA en el que vivimos.
El especialista en Conde de la página no soy yo, con lo que mi análisis del libro no puede sino ser breve. Se trata de un ladrillo infumable, aburridísimo cuando Conde trata de hacer una denuncia que él cree que es rigurosa y seria de los males de nuestra sociedad. Logra interesar algo, peor tampoco mucho, no crean, cuando se desliza hacia el ajuste de cuentas. Resumiendo, Conde nos explica que vivimos en una sociedad corrupta, controlada por unas oligarquías míticas que se eternizan en el expolio de España y los españoles y que despellejan a las almas cándidas que, con su propio esfuerzo y sudor, llegan arriba, a lugares donde pueden incordiar. La tesis, como verán, no se caracteriza por su originalidad. Desde Franco ya se apuntaban cosas semejantes, y ahora Le Pen en Francia (una equivalente, en la que toda la culpa la tiene el sionismo internacional), así como ciertos intelectuales españoles (con algo más de mesura, eso sí) se encargan de propagarla. Lo que pasa es que el libro de Conde ni tiene la fuerza de las proclamas de Le Pen ni la hondura de las reflexiones de algunos de nuestros más queridos intelectuales. Es, simplemente, un tostón.
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