El Paraíso en la otra esquina – Mario Vargas Llosa
Si bien es cierto que nunca ha dejado de escribir, la vuelta de Vargas Llosa a su oficio de literato tras su fracasada carrera como político, sigue confirmando un la tozudez de un hecho como es la enorme valía e interés de una de las obras más interesantes de los últimos años. Vargas Llosa acalló por completo a sus críticos hace un par de años con “La fiesta del Chivo”, una de las novelas más despiadadas y desveladoras sobre los estados dictatoriales (en el caso de la novela, la dictadura de Trujillo), que no sólo suponía un ejercicio de narrativa impresionante que dejaba a la altura del betún ejercicios como la pretenciosa y artificial “Galíndez” de Vázquez Montalbán, sino que se convertía en referente de ese tipo de novelas tan cultivada por los autores del “boom”. “Harían falta ejércitos de escritores para novelar todas las dictaduras de América Latina”, decía entonces Vargas Llosa en su propósito de no encasillarse en una determinada temática.
Resultaba gracioso el silencio que produjo la publicación de “La fiesta del Chivo” entre quienes llevaban más de veinte años acusando a Vargas Llosa de político parafascista, vendido al dinero e incluso de mal escritor, ya que, según este argumento, sus obras no tenían la calidad de otros autores del “boom” como García Márquez o Cortázar (es curioso, además, que estos críticos nunca citen a Borges como integrante del “boom”, tal vez porque su obra sea demasiado compleja). Pasados los años y con la actual perspectiva histórica, con las matanzas y corruptelas dejadas por Fujimori, con el esclarecimiento de la matanza de Uchuraccay que da la razón al controvertido informe dirigido en su momento por Vargas Llosa, y con la situación, en definitiva, desolada en un Perú saqueado por los gobiernos sucesivos, urge revisar la figura de Vargas Llosa o, cuanto menos, no ocultar su faceta de magistral novelista, desde su primera obra (“La ciudad y los perros”) hasta la última (“El Paraíso en la otra esquina”).
Novela de concepción muy original que narra los últimos días y años en la vida de la escritora Flora Tristán y del pintor Paul Gauguin (la primera era la abuela materna del segundo), Vargas Llosa muestra la búsqueda de la felicidad como una quimera individual y personal: mientras Flora sueña con los derechos para la clase obrera, Gauguin huye del mundo burgués del París del XIX para descubrir todo un universo de sensaciones y vivencias en Tahití. Pero mientras Flora Tristán cree en la esperanza de un mundo mejor, Gauguin apuesta por la vuelta a lo primitivo como ideal de la felicidad. Mientras Flora sacrifica su sexualidad en aras de su oficio de luchadora social, Gauguin descubre una nueva concepción del sexo basada en la búsqueda del máximo placer.
El desarrollo de ambas historias se va narrando en capítulos alternos que sirven de contraste a los ideales de ambos a la vez que permiten al lector asistir, de forma simultánea, al ocaso de sus vidas, consumidas por sendas enfermedades. Ambos vuelven continuamente sobre sus propios recuerdos desde el presente narrativo para revisitar sus circunstancias vitales y como forma de escape a sus males. Asistimos en la novela a la infancia y adolescencia de Flora Tristán y su matrimonio forzado que la empuja a un auténtico calvario vital. Su viaje a Perú, su regreso a Francia y sus contactos con los movimientos obreros de la época (es muy ocurrente, por infrecuente, el retrato que ofrece Vargas Llosa de un Karl Marx irascible e intransigente) completan el periplo de Flora. Casi tan intenso como el de Gauguin, un banquero con éxito que descubre durante bien avanzada la treintena su pasión por la pintura que le hará abandonar esposa e hijos y refugiarse (tras una tempestuosa temporada en la casa de Van Gogh) en Tahití, donde se convertirá en auténtico azote de las autoridades. Además, la vida de Gauguin se completa con su proceso creativo, en el que Vargas Llosa describe la génesis y producción de sus últimas obras, desvelando interpretaciones que hacen hincapié en el carácter trangresor de las pinturas. Análisis de lienzos como el “Manao tupapau” cuadran con la búsqueda de la libertad que se convierte en la idea central de la novela.
Elaborada con una documentación y rigor enfermizos, como viene siendo habitual en el escritor (para esta última, Vargas Llosa ha revivido los viajes de sus protagonistas), Vargas Llosa consigue con esta novela un punto en común de dos grandes fuerzas en su obra que confluyen en un punto: Perú. Mientras sus primeras novelas (“La ciudad y los perros”, “La casa verde”) transcurrían en su país natal, Vargas Llosa ha intentado huir de un cierto localismo, buscando temas ajenos a su país (“La guerra del fin del mundo”, por ejemplo). No obstante, en “El Paraíso en la otra esquina”, Vargas Llosa consigue partir de Perú, e incluso de Arequipa, para ir más allá, con la composición de una novela asombrosa y que despunta en el panorama literario actual.
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