El Candidato Muerto – Miguel Ángel Rodríguez
Sí, Miguel Ángel Rodríguez Bajón es M.A.R., el Hombre que tenía muchos guardaespaldas, M.A.R., el más incisivo Portavoz del Gobierno que hayan visto los siglos, y sí, junto a José María Aznar y Ana Botella yo soy una de las tres personas que se leyó, de cabo a rabo, “El candidato muerto”. Sorprendentemente, no me arrepiento de mi decisión.
Para lo que es el páramo literario hispánico, M.A.R. escribe razonablemente bien, y su condición de ex – Secretario de Estado de Comunicación y Portavoz del Gobierno convierten sus comentarios sobre la política y las estrategias de marketing electoral en algo interesante y todo.
Pero M.A.R. no sólo es un gran escritor con muchos más guardaespaldas que Usted, M.A.R. no sólo es alguien que, a diferencia de Usted, como se descuide, jamás acabará con sus huesos en la cárcel, sino que también es alguien capaz de hilar una historia razonablemente coherente e interesante, aunque, eso sí, con vergonzosas concesiones a la galería, esto es, la figura histórica de J. M. Aznar, autor de todos los avances conseguidos por la democracia española hasta que, allá por el 2006, esta cae de nuevo en las garras del neofelipismo.
Porque la historia narrada por “El candidato muerto” comienza en el año 2010, cuando, en plena campaña electoral, el candidato del Partido Popular (que no es el que todos Ustedes están pensando, sino “otro”) es asesinado, en apariencia, por ETA – Auténtica, remedo del grupo terrorista que surgió después de que –suponemos- José Mari le echara un par de huevos y se cargara a todo el nacionalismo vasco de golpe.
Comienza aquí una apasionante historia, como sólo M.A.R. sabe hilarlas, de pasión, desencuentros, conspiransones, asesinato, corrupción y crimen de Estado; en suma, todo lo que una nación moderna necesita para funcionar correctamente. El sustituto del candidato asesinado se va a enfrentar con una situación harto desagradable, tanto por parte de los neofelipistas que detentan el Gobierno (coalición de malvados partidos nacionalistas que, con el objetivo último de disgregar España, gobiernan en ella), particularmente José Falso, presidente del Gobierno, y su ministro del Interior, como por parte de una alianza de banqueros españoles que, a cambio de apoyar al candidato del Partido Popular, exigen que Ceuta y Melilla sean cedidas a Marruecos. ¿El motivo? Para invertir en el vecino país magrebí sin traba alguna, naturalmente.
Como medida de precaución para asegurarse la victoria, Molpereces, el nuevo candidato del Partido Popular, contrata a un asesor en marketing político que en pocas semanas consigue remontar en las encuestas y situar a su candidato en franca mayoría, según todas las encuestas. El especialista en marketing, enormemente inteligente, brillante y sexualmente atractivo, es, como no podía ser de otra manera, un remedo del propio M.A.R., pese a lo cual acaba asesinado por los terroristas de ETA – Auténtica (síntoma de que el nuevo Vicepresidente del Real Valladolid C.F. no ha venido a este mundo para arrastrarse por el suelo, sino que está llamado a grandes metas, aunque conlleven el sacrificio).
Al final todo acaba más o menos bien, aunque los terroristas de ETA – Auténtica se lleven por delante a varios políticos y asesores, y descubrimos quién era el auténtico culpable del asesinato del candidato del Partido Popular: los servicios secretos de Israel, en connivencia con el Ministro del Interior de Falso. Es decir, el sionismo internacional siempre detrás del asesinato y el crimen de Estado, dispuesto siempre a prolongar la corrupción felipista o “falsista” allá donde sea necesario. Sin embargo, M.A.R. es benigno con Falso, quien, al igual que Felipe, al final resulta que se enteraba de todo con la prensa.
En resumen, una novela más o menos divertida (sobre todo porque el lector siempre tiene muy presente quién es el autor de la obra) y con una reflexión meridianamente interesante (aunque muy apocalíptica) sobre el dominio de la imagen en las sociedades contemporáneas: el sustituto del candidato asesinado consigue tal honor por su aparentemente heroico comportamiento intentando salvar a su líder de partido, cuando, en la práctica, lo que había intentado era guarecerse tras el cuerpo de su desafortunado compañero.
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