Economía y Sociedad – Max Weber
Economía y Sociedad es uno de esos libros, oigan, que “hay que leer”. Vamos, que es una putada con mayúsculas. Si a ello añadimos sus generosas mil páginas en edición apretada y el decimonónico estilo de la exposición, podemos irnos haciendo una idea de la putada que eso significa. Con el agravante de que es un libro que cualquier economista “tiene que leer”, que todo sociólogo “tiene que leer”, que un jurista “tiene que leer”, que un músico “tiene que leer”, que un matemático “tiene que leer”, y así sucesivamente. Es decir, que la tortura es universal.
Porque la verdad es que la obra puede ser muy interesante y dar a conocer extraordinarias ideas sobre la burocracia, la racionalización formal, el uso de la violencia legítima como elemento configurador del poder político y todo lo que Ustedes quieran; en realidad el único interés relevante que tiene leerla es poder mirarse después al espejo, henchido de orgullo, sabiendo que uno acaba de escalar el Everest por la cara más dura. Y punto. Puestos a querer saber lo que dice Weber cualquiera puede estudiárselo a través de quienes tuvieron la santa paciencia de analizar en profundidad la obra o, por ejemplo, acudiendo a otras obras del mismo autor más asequibles.
Economía y Sociedad es además una obra desordenada y carente de una sistemática que la haga manejable. Este pecado es responsabilidad de su esposa, encargada de una edición póstuma del trabajo, y que optó por meter en él todos los papeles que encontró en el cajón de la cómoda. De manera que se habla del fundamento matemático de la música tras haber explicado los fundamentos sociales de los sistemas económicos occidentales sin casi solución de continuidad.
Con todo, el análisis que Weber realiza de estos y otros fenómenos es extraordinariamente sugerente y se encuentra en la base de muchas de las posteriores creaciones que la Economía, la Sociología o la Ciencia del siglo XX han alumbrado. Aunque no lo sepamos, cuando leemos modernas teorizaciones, estamos asistiendo en ocasiones a la consagración de ideas weberianas con un siglo de antigüedad.
Incluso la Física y otras ciencias experimentales pueden beber en sus fuentes. Porque la crítica a los excesos de la racionalización formal, apuntada por Weber, es el origen de las modernas corrientes de pensamiento en algunas de estas ciencias.
En conclusión, “hay que leerlo”, pero con tranquilidad (y si quieren, confórmense con leer esta o cualquier otra reseña).
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