Comprender los medios de comunicación – Marshall McLuhan

En este libro, el gran gurú de los medios de comunicación hace toda una demostración de lo que se espera de todo gurú de prestigio en ciencias sociales: soltar un montón de profecías sin cuento a ver si suena la flauta. Básicamente, la teoría del libro es que nuestra sociedad cada vez es más dependiente de los medios de comunicación, el individuo cada vez está más interconectado a una serie de soportes tecnológicos que le permiten obtener datos, enviarlos, transportarse de un lugar a otro, … hasta tal punto que llega un momento en que los medios son, según McLuhan, “extensiones de nuestro cuerpo”. Naturalmente, a McLuhan todo ello le parece magnífico. ¿Qué cosa mejor podemos conceptuar que vivir continuamente en una fantasía tecnológica, una explosión informativa sin parangón, un torrente de datos que nos permitan acercarnos a Cal.loh, el Paradigma?

En verdad les digo que si McLuhan no existiera, habría que inventarlo. La crítica europea de prestigio ha vivido durante muchos años de la denostación perpetua de McLuhan, un teórico ciertamente liviano que, al igual que cualquier otro investigador americano en ciencias sociales, opina que la nuestra (es decir, la suya) es la mejor sociedad posible, e “investigar” se reduce a describir de qué manera son las cosas así de cojonudas. Sólo que, a diferencia de los demás investigadores americanos, que se limitan a exhibir un rosario de encuestas de opinión en las que la gente afirma no estar manipulada por los medios de comunicación (y, suponemos que en igual medida, todos aseguran ver el equivalente americano a los documentales de La 2), McLuhan se dedica a hacer metáforas más o menos afortunadas como todo sustento de sus aserciones. En ningún momento se atisba la más mínima crítica al capitalismo de mercado, con lo que la crítica europea puede lanzarse al cuello sin complejos, en este caso, creemos, con razones fundadas. Si McLuhan fuera el líder de una secta religiosa nadie le tomaría en serio, o peor aún, alguno lo confundiría con un intelectual francés, pero dado que se trata de un señor en apariencia serio, y ante la evidencia de que McLuhan ha conseguido algo totalmente imposible para un investigador americano (edificar un pensamiento original, por falible y deslavazado que resulte), el hombre acabó ascendiendo a los altares estadounidenses como “el gran visionario”, puesto que tenía ideas y todo (no en vano era canadiense).

Y lo peor es que después de treinta años desde la publicación de esta obra, comienzan a validarse muchas de las intuiciones de McLuhan al respecto del papel cada vez mayor de los medios en la sociedad, y no sólo eso; la dependencia que experimenta el ciudadano respecto de todo tipo de medios tecnológicos, que incluso llega en ocasiones a una auténtica integración física: muchos de nosotros no podríamos concebir la existencia sin el teléfono móvil, a través del cual enviamos mensajitos escritos de una forma cada vez menos respetuosa con cualquier tipo de idioma, mucha gente sufriría de lo lindo si no contara con Internet para conectarse a La Página Definitiva (y, accesoriamente, “el resto”) y, sobre todo, ¿qué haríamos sin la sección Familia Real de ABC?

McLuhan vio, en suma, que Estados Unidos, y con él el mundo (“los aliados”), se dirigían hacia la implantación de un modelo de sociedad en que el individuo queda cada vez más aislado del contacto interpersonal, que sustituye paulatinamente por todo tipo de instrumentos tecnológicos que permiten reducir las distancias, al menos aparentemente: el mundo feliz contiene seis horas diarias de televisión, otras tantas de Internet, viviendas unifamiliares en las que nos comunicamos con la pareja por teléfono (sobre todo si se trata de una pareja española, en cuyo caso no saldrá de casa de sus padres hasta los 40 años) y visitas ocasionales a centros comerciales o al McDonald’s con un vehículo de tracción mecánica. ¡Qué maravilla! ¿No es cierto?продвижение сайтов в googlefrench english translation


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