Capítulo VII: Los albores del pueblo basko
Año 100 antes del advenimiento de nuestro Señor
Algunos malvados españolistas sugieren que la historia de los baskos es una pura invención de cuatro locos del siglo XIX, pero nosotros creemos que no es cierto. Sabemos de buena tinta que ya había sobre la faz de la Tierra un basko, basko como Dios manda antes de que, no ya los romanos, sino los mismos egipcios existieran.
Existe una fuerte controversia sobre el origen de los baskos. Parece obvio que no son como los españoles, y no sólo por el hecho científico de que los españoles no se dedican a crear “ámbitos extremeños de decisión”, por ejemplo, sino porque su idioma es distinto, de raíz no latina (claro, el ibero no es de raíz latina, pero eso no parece importarle mucho a los teóricos baskos), y porque por muy bestias que fueran los iberos nunca llegaron, ni de lejos, al extremo de los baskos.
La teoría más convencional sobre los baskos afirma que vinieron del Cáucaso. Esta teoría, basada fundamentalmente en las supuestas concomitancias entre el basko y los idiomas de raíz caucásica, se apoya en otras grandes verdades, como por ejemplo el carácter indómito de los baskos, similar al de los xexenos y kosakos en general, o la tendencia de los habitantes del Cáucaso a crear países ridículos, como Osetia del Sur. Sin embargo, nosotros creemos que equiparar a los baskos con los habitantes del Cáucaso es una manera de minimizar la pureza de la raza de aquéllos.
En nuestra opinión, los baskos vinieron de un platillo volante proveniente de Plutón, y no vieron (ni nosotros tampoco) ningún emplazamiento mejor que Euskalherria para instalarse. Como raza superior que son, los baskos no tenían la menor intención de mezclarse con los maketos (ya entonces, sin duda alguna, llamaban así a los españoles-iberos). Así que crearon un sorprendente sistema de comunicación telepática baska basada en las txapelas que todos los baskos de pro han llevado siempre. La teoría es arriesgada, pero no se nos ocurría nada mejor que decir, ni que, en nuestra opinión, se ajustase mejor a la realidad.
A lo que íbamos: cuando Roma eliminó a los débiles e inferiores hispanos, consideró que la Península era suya. Pero le quedaba lo más difícil: detrás de la cornisa cantábrica, baskones (o superbaskos) y cántabros hicieron frente a Roma durante luengos años. En la época de Augusto, por fin se logró someter a los cántabros (y por eso su Raza, casi tan pura como la de los baskos, acabó degenerando en gente como Severiano Ballesteros), pero nunca a los baskos, que siguieron encerrados en sus montañas, y así seguiría durante siglos hasta bien entrada la Edad Media, cuando los castellanos se hicieron con el territorio. No sabemos cómo vivirían los baskos durante todos estos siglos, pero suponemos que crearían un Estado Basko que debió ser la leche, con lengua baska, cultura baska y arte basko.
Lo último que queda por aclarar es cómo pudieron los baskos sustraerse al dominio de la omnipotente Roma. La pregunta se responde sola: los baskos son muy machos, como ya ha quedado claro; pero además, utilizaron una inteligente táctica para expulsar a los romanos de Euskalherria, a saber: los romanos se instalaron en los principales pueblos de Euskalherria, y los baskos comenzaron una especie de guerrilla urbana que se dedicaba a quemar anfiteatros, termas y todo lo que se les ponía por delante ante la pasividad de los mercenarios baskos contratados por los romanos como fuerza de seguridad. Si a esto unimos el útil procedimiento del pilum en la nuca para expulsar a todo aquel que no fuera basko de pura cepa, no es extraño que al final los romanos decidieran retirarse de tan inhóspitas tierras y dedicarse a la organización del resto de la Península. Y cabe decir que lo organizaron todo muy bien, muy apañado y alicatado: “El oro hispano”.
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