Capítulo III: Primeros turistas
Año 800 antes del advenimiento de nuestro Señor
Nos referimos, claro está, a los griegos y fenicios, que mantuvieron durante siglos un duro pulso por el control del comercio en el Mediterráneo, particularmente en España. Platón ha conseguido que todos los europeos creamos que en Grecia se pasaban la vida pensando sobre el origen de la vida y otras zarandajas, cuando lo realmente importante era la vertiente militar de las ciudades estado del Ática. Los fenicios, por su parte, tienen muy mala prensa, porque osaban lucrarse con el comercio en fechas tan tempranas como aquéllas, así que los miembros de ONG de todas las épocas siempre les han tenido cierta inquina, en cuando representantes adelantados de la Organización Mundial del Comercio.
De cualquier manera, a los fenicios debemos la fundación de uno de los enclaves más antiguos de la Península, la “Tasita de plata”, es decir, Cádiz, importante puerto comercial dedicado en la Antigüedad a la exportación del atún y los salazones y, a otro nivel, de hermosas bailarinas ataviadas con trajes de lunares. Es decir, pescaíto frito y folklóricas, señal de que nada ha cambiado con el tiempo.
Los griegos y los fenicios fundaron varias colonias en la costa mediterránea española, entre las cuales son especialmente relevantes Malaca (Málaga), Roses (Rosas) y Emporion (Ampúries). Malaca era fenicia y las otras griegas, aunque para el caso nos importa bien poco. Estas ciudades tenían un objetivo exclusivamente comercial, y naturalmente los conquistadores jamás se mezclaron con el recio pueblo ibero, es decir, con los poblados del interior que comerciaban con (o eran engañados sistemáticamente por) unos y otros indistintamente.
La guerra comercial entre griegos y fenicios adquirió una nueva dimensión con la fundación de Cartago, que paulatinamente fue adquiriendo mayor autonomía respecto de los burócratas de Tiro. Dicha autonomía llegaría a ser independencia absoluta con la invasión y conquista de Fenicia por los asirios. A partir de ese momento, Cartago se convierte en enemigo acérrimo de las colonias griegas en el Mediterráneo Occidental, consiguiendo, merced a su alianza con los etruscos, finalizar definitivamente con la expansión griega en la batalla de Alalia (537 ac). A partir de ese momento Grecia no fundaría más colonias en el Mediterráneo Occidental, quedando, en particular, la Península Ibérica como territorio expedito para las ambiciones de Cartago.
Aunque a efectos prácticos a “nosotros” (a los iberos) todo esto nos diera bastante igual. Nosotros bastante ocupados estábamos con inventar el toreo (naturalmente, el Arte, la tauromaquia, es tan antiguo como el mundo) como para preocuparnos de que unos tíos engreídos del otro lado del Mediterráneo comenzaran a expoliarnos.
Compartir:
Tweet
Nadie ha dicho nada aún.
Comentarios cerrados para esta entrada.