Capítulo II: Iberos y Celtas

Año 5000 antes del advenimiento de nuestro Señor

En el capítulo anterior revisábamos la grandeza, luz que alumbró al mundo y grandes fazañas de Tartessos. Pero no crean que los tartessienses eran los únicos que habitaban España. No, amigos, junto a ellos pululaban por la Península diversos pueblos de igual grandeza en tanto grandeza española que conformarían el sustrato de todos esos señores bajitos y con bigote que durante siglos, y también ahora, asombrarían al mundo con todo tipo de grandes realizaciones generalmente asociadas con la virilidad, principal característica diferenciadora de lo español con respecto a todo aquello que lo rodea y, eventualmente aunque no en exceso, contamina.

Los pobladores ancestrales de España (bueno, de España y Portugal, y también del sur de Francia; en resumen, de España, coño), salvo la zona sur de la península (ocupada por Tartessos) correspondían a un grupo más o menos heterogénero en lo racial, pero común en el sustrato cultural, que se denomina genéricamente “Iberos”. No está nada claro de dónde provenían dichos pueblos, aunque se ha establecido que la raíz de su(s) lenguaje(s) no es indoeuropea. Este factor, unido a ciertas concomitancias encontradas con el euskera, ha llevado en ocasiones a buscar una ligazón racial entre ambos grupos étnicos, vascones e íberos, que desde la certidumbre y clarividencia que nos da la distancia del tiempo podemos aceptar o no en virtud de que poseamos o no mayoría absoluta en el Congreso.

Abreviando, podríamos catalogar tres teorías principales respecto del origen de los iberos: la primera, que su origen, al igual que el de los vascones, habría que buscarlo en el Cáucaso, no en vano pueden percibirse algunos rasgos lingüísticos comunes e incluso encontramos en la historia antigua un pueblo del Cáucaso denominado por griegos y romanos “de los iberos”, que en época de Adriano conformaban un reino (llamado, en un alarde de originalidad, Iberia). Dicho reino se caracterizaba por chulear periódicamente al Imperio Romano como diciendo “a chulos no nos gana nadie, y si nos ponemos escupimos aquí mismo, sí, encima de la alfombra de Palacio, sin darnos importancia”, lo cual, ocioso es decirlo, avalaría su eventual relación genética con los iberos de la auténtica Iberia, es decir, España.

La segunda teoría defiende que los iberos provenían de África, y desde allí se expandieron, cual torrente de civilización expresado en incesantes pateras, por España. No en vano, cabe imaginarse la fascinación de cualquier pueblo que tuviera el privilegio de observar desde la distancia, en este caso desde el Estrecho, la belleza, riqueza y unidad en la diversidad de la tierra española. La composición genética (recuerde Usted: bajitos y con bigote), así como los rasgos culturales (en ambos lados del Estrecho se pasaban la vida repartiendo yoyah y sin dar un palo al agua) juegan en favor de esta segunda interpretación. En contra, la ausencia de pruebas de orden lingüístico verdaderamente sólidos así como, joer, que vendrían de África, que está muy cerca y además, mil veces joer, es África, y la cosa como que pierde glamour. Una teoría 2.1 sería la que defiende, partiendo de esta homogeneidad cultural, que en realidad fueron los iberos de Iberia los que invadieron el norte de África, y no al revés. Ello tendría la ventaja de que asentaría la virilidad inherente a lo español, por no hablar de que nos permitiría defender algo por otra parte obvio: que en España hay españoles de pura cepa desde tiempos inmemoriales.

Sin embargo, y con el afán de aportar a la discusión un argumento que permita superar tales atávicas discusiones sobre el origen de los iberos, LPD se complace en aportar una tercera teoría, que vendría a integrar las anteriores: los protozoos a partir de los cuales surgiría toda forma de vida, al disociarse y evolucionar, mantuvieron en su seno una serie de genes diferenciales que designarían la naturaleza de lo español. Dichos protozoos, al evolucionar posteriormente en peces, reptiles y finalmente mamíferos (puede detectarse sin dificultad, en la serie de saltos evolutivos -o bueno, oiga Usted, “diseño inteligente”que no quiero vulnerar sus creencas, humillarle en lo más íntimo ni insultarle- una línea coherente que podríamos denominar “española” desde un principio separada, aunque en paralelo, de la evolución de todo lo demás), habrían guardado una verdaderamente sorprendente obsesión por posicionarse siempre en lo que después serían la Península Ibérica y el Cáucaso (zona de la Tierra, por lo demás, agreste como España y de gentes agrestes, es decir, peazo animales, en tal medida que claramente parecen españolas). Así que, pasados millones de años, los españoles del Cáucaso, movidos por la auténtica llamada de la selva que era la llamada de España, decidieron volver (no está claro si con los vascones formando parte del contingente o por su cuenta, como diciendo “es que nosotros tenemos Rh negativo, pringaos”) a la tierra madre. Al llegar se encontraron con los iberos de España, y tras elaborar los clásicos rituales al uso: cada ibero del Cáucaso echó un pulso con un ibero de España, y tras cincuenta intentos en los que, tras horas y horas de mirar al otro con expresión huraña y todos los músculos del cuerpo tensionados, empataban una y otra vez, cada uno pudo ver en el otro a sí mismo, con lo cual hubo gran regocijo, y a continuación una espectacular celebración de reencuentro consistente en una gigantesca corrida de toros seguida del tradicional intercambio de tricornios.

Sea como fuere, lo cierto es que los pueblos de habla (más o menos) y costumbres iberas se expandieron por prácticamente toda la península, afanándose rápidamente en encontrar hechos diferenciales proporcionados por la riqueza y variedad de las tierras de España. Así, además (o, qué diablos, hagamos un referéndum de ámbitos de decisión que nos permita decir “en lugar de”, no “además”) de iberos, los pueblos iberos que poblaban Iberia pasaron a ser también Oretanos, Edetanos, Laietanos, Lacetanos, Ilergetes, Sedetanos, …

Pero no podríamos comprender del todo la compleja, diversa, y a la vez homogénea, caracterología de los pueblos y culturas que poblaban España si no hacemos también mención a la llegada de los celtas, pueblo indoeuropeo que poblaba buena parte del noroeste de Europa. Los celtas llegaron a España sobre el siglo XIII ac, instalándose fundamentalmente en la cornisa cantábrica. Al principio, a los iberos les hizo gracia ver a estos señores rubios, tan altos que incluso en ocasiones superaban el metro sesenta, y por eso les dejaron en paz. Pero poco después (sólo seis siglos después, sobre el VII ac), indignados por los continuos chistes célticos sobre las carencias de la debilidad ibérica y su escasa estatura, hastiados de que los celtas, ya que podían hacerlo, les miraran por encima del hombro e incluso les miraran mal, así como subyugados por la exótica belleza de las mujeres celtas, los iberos se pusieron a hacer aquello que sabían hacer como nadie: untaron las puntas de sus espadas, flechas y lanzas con letal ácido bórico y se pusieron a repartir yoyah, de tal manera que, producto de la victoria, pudieron fornicar sin freno con las mujeres célticas (lo cual permitió que a partir de entonces los españoles fueran un poco, sólo un poco, menos bajitos), arrinconaron a los celtas en el oeste de la Península y forjaron un nuevo grupo de tribus, los celtíberos, que si me saben Ustedes algo de lingüística adivinarán que provenían de la fusión de celtas e iberos. En castigo por su origen multicultural, eso sí, los iberos obligaron a los celtíberos a vivir en las fértiles y acogedoras tierras de Soria, Zaragoza y Teruel, como diciendo: “¿No os gusta tanto el mestizaje con las gentes del Norte? ¡Pues tomad frío!”.

Todo esto no tuvo sino efectos beneficiosos para la cohesión de España, puesto que, al estar los celtas aislados de sus hermanos europeos (tan aislados, y tan bien que estaban, como los iberos en los milenios precedentes), pudieron abandonar definitivamente perniciosas influencias extranjeras y, por fin, adaptarse a las peculiaridades del modus vivendi ibérico, lo cual conformaría, en fin, una civilización única y excepcional, como ya lo había sido en el pasado, pero esta vez con la posibilidad de recurrir aún más a los hechos diferenciales (vean aquí este peazo de mapa con los pueblos de Iberia tó mesclaos) y, además, con la ventaja añadida de hacerlo desde una impresionante altura incomparablemente mayor que la proporcionada por la raza ibérica primigenia. Porque nosotros, los españoles, si se trataba de recibir influencias extranjeras, las recibíamos con nuestras propias reglas, hispanizando Europa, y no al revés, como bien supo apreciar Unamuno. Es también lo que ocurriría cuando llegara la crème de la crème civilizatoria a nuestras tierras, pueblos tan avanzados que incluso les permitimos comerciar con nosotros: griegos y fenicios, o “Primeros turistas”.продвижение интернет сайта средствами pr


Compartir:

Nadie ha dicho nada aún.

Comentarios cerrados para esta entrada.

В 1вин зеркало каждая ставка может стать выигрышной. Простая регистрация, зеркала для безопасного входа и щедрые бонусы ждут всех азартных игроков!