23 – F, el golpe que nunca existió – Amadeo Martínez Inglés
Ahora que se cumplen 20 años desde el espectáculo de opereta que el teniente coronel Tejero ofreció en el Congreso de los Diputados es, indudablemente, un buen momento para realizar una reflexión pausada y libre sobre los acontecimientos que derivaron en ese golpe de Estado extemporáneo y, sobre todo, los condicionantes que pudieron llevar a esa situación altamente atípica.
Aclaremos que un golpe de Estado militar en España no es una situación atípica, de hecho en los últimos 200 años se contabilizaron casi 100 asonadas o golpes militares que, de una manera u otra, intentaron imprimir un giro a la política del país, en la mayoría de las ocasiones un giro desgraciado. La especificidad del golpe del 23 de febrero de 1981 radica, sobre todo, en que se trató de una intentona que nos retrotraía a otros tiempos, ni siquiera los tiempos del franquismo, sino más bien a aquella política española del XIX, en que bastaba que un aventurero uniformado diera un cuartelazo para cambiar radicalmente las cosas. Y las cosas cambiaron, pero afortunadamente para bien.
Entre la multitud de estudios, ensayos, revisiones históricas y, en suma, bestsellers oportunistas que han abundado en las librerías españolas en los últimos meses a propósito del 20 aniversario del Golpe de Estado de Tejero hemos seleccionado este, de Amadeo Martínez Inglés, como excusa para realizar nuestra particular revisión histórica. Valga decir que Amadeo Martínez Inglés, en principio, no destaca particularmente entre la cálifa de periodistas metidos a investigadores que han intentado sacar dinero a costa de supuestas investigaciones sobre el particular. En efecto, su libro está tan mal escrito, incurre en tantas frivolidades y lanza tantos juicios de valor sin pruebas como el de cualquier otro, pero hay tres factores que nos han decidido a seleccionarlo:
1) En primer lugar, Amadeo Martínez Inglés es un ex coronel del Ejército de Tierra, con lo que las deficiencias de su ensayo, en lo tocante a las faltas sintácticas, de ortografía y, en general, falta de vigor estilístico están plenamente justificadas.
2) En segundo lugar, Amadeo Martínez Inglés es el único de los ensayistas de última hora que le ha echado huevos (a fin de cuentas, como decíamos, es militar, así que esto tampoco debiera extrañarnos) para implicar de alguna manera a Su Majestad el Rey Juan Carlos I en el golpe, capítulo especialmente oscuro de este acontecimiento histórico en el que nos gustaría ahondar, porque como somos una página pequeña y estamos en Internet aún nadie se ha fijado en nosotros para censurarnos.
3) Finalmente, de los múltiples ensayos que ofrece el mercado sobre el 23 – F este es el único que he leído (para saber mis motivaciones, véase el apartado 2), así que podré hablar, supongo, con conocimiento de causa.
La tesis de Martínez Inglés, a grandes rasgos, es que el 23 – F surgió por la conjunción de dos golpes militares que se estaban forjando en aquella época, todos como medida de disuasión del golpe militar auténticamente peligroso, pensado para el mes de Mayo de 1981, en el que estaban implicados los principales mandos militares, y que se proponía volver a un sistema franquista ortodoxo, destruyendo tanto la incipiente democracia como la Monarquía. Por un lado, Martínez Inglés habla del golpe militar que tenía pensado el teniente general Milans del Bosch, capitán general de Valencia, que buscada ante todo preservar la Monarquía, aunque destruyendo el sistema democrático en el empeño; y por otro, la llamada “Solución Armada”, que propugnaba la creación de un gobierno de unidad nacional, presidido (claro) por el propio general Armada, ex jefe de la Casa del Rey, con el propósito de salvar la difícil situación política que en aquellos momentos vivía el país y, en última instancia, llegar a una democracia plena aunque más “controlada”. En esta última operación, dice Martínez Inglés, no sólo estaba implicado el Rey sino que era el principal instigador de la misma. Los líderes de ambas operaciones, Milans y Armada, habrían unido sus fuerzas para salvar la Monarquía de los militares y habrían intentado aprovechar la asonada convencional que iba a dar Tejero, quien es tachado más o menos de loco, para que ese golpe de efecto tuviera el efecto de permitirles llevar a cabo sus planes. Esta operación fracasaría por el lamentable espectáculo ofrecido por Tejero en el Congreso, pegando tiros, hablando en plan “¡Se sienten, coño!” y, en general, demostrando que aquello de “Spain is different” seguía siendo una gran verdad: ante el comportamiento de Tejero, el Rey habría dado marcha atrás, dejando a Milans y Armada totalmente a la intemperie, y estos habrían sido poco menos que cabezas de turco sacrificados en aras del mantenimiento de la Monarquía.
Paradójicamente, el fracaso de este golpe militar acabaría destruyendo cualquier intento futuro de los militares por tomar el poder, por el procedimiento de desprestigiarlos aún más ante la sociedad (¿Qué pensaría Usted si fuera extranjero y viera a un señor con sombrero de torero tomando al asalto el Congreso de los Diputados? Pues eso) y, ya con el PSOE en el Gobierno, ahogar económicamente el Ministerio de Defensa hasta convertir el ejército español en lo que es hoy: una porquería, es decir, como siempre ha sido, pero con la ventaja de que ahora ni siquiera está capacitado para hacer lo único que ha sabido hacer bien en los últimos 200 años: declararle la guerra a su propio país.
Valga decir que literariamente el valor de este libro es muy escaso, y en cuanto periodismo de investigación es justamente eso, periodismo de investigación en el que el coronel Martínez Inglés nos cuenta cómo él habló con Milans del Bosch en la cárcel y “se lo contó todo”, cómo a través del capellán de Armada en la cárcel se enteró de más cosas, cómo un cuñado suyo trabajaba de jardinero en la Casa del Rey y “lo oyó todo” (esto último es inventado, tampoco vayan a creerse), … Es decir, muy poco serio y creíble.
Y sin embargo, yo, en parte al menos, me lo creo. Porque me resulta muy difícil de creer que el Rey no tuviera ningún conocimiento previo de una operación cuya cabeza pensante era uno de sus colaboradores más cercanos, porque fue bastante escandalosa la manera como, pocos años después, se indultó a todos los implicados en el golpe salvo Tejero (es decir, el del espectáculo y el más burro de todos) y porque soy consciente de que vivo en un país en el que las cosas, especialmente cuando se trata de complicadas operaciones políticas en las que están implicados los más altos representantes del país, son así: un desastre, un espectáculo de vodevil. De la misma manera que nadie con dos dedos de frente puede creerse que la Transición llegó a buen término como producto de una sutil ingeniería política efectuada por Su Majestad y cuatro más (y habría que hablar de por qué se considera de forma tan acrítica que la Transición fue un éxito acojonante, en cierta medida supuso la legitimación de 40 años de dictadura), resulta creíble que una operación hábilmente dirigida por Su Majestad acabara así. Es evidente que el Rey no intentaba volver al franquismo, pero quizás le comenzaba a dar la sensación de que si llegaban los rojos al poder los forfaits de Baqueira se encarecerían bastante (es decir, tendría que empezar a rendir cuentas). Afortunadamente para el Rey las cosas no fueron así, sino que este peculiar “pacto de silencio” sobre todo lo que rodea al Monarca (todo lo malo, se entiende) que efectuaron los medios de comunicación españoles sigue vigente en la actualidad. Por eso libros como este, pese a todos sus defectos de forma y de fondo, resultan sanos, porque permiten atisbar una pequeña (y necesaria) crítica a una institución, la Casa Real, que aún no entendemos muy bien en virtud de qué es intocable.
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