Historia del Cine (IV). La Pilarica
En esto de la historia del cine no podía faltar España. Aunque fuese para ir a rebufo de Francia y Estados Unidos, nuestro carácter, de natural envidioso, no podía dejar pasar la oportunidad de figurar en los manuales como un país pionero en la implantación del nuevo Arte. No obstante, nuestro carácter, de natural perezoso, siguió otros derroteros que los llevados a cabo cuando inventamos la Inquisición o la tortilla de patatas, y nos dejamos arrastrar por las fuertes inercias de esos países tan amariconados que perdían el tiempo en inventar artefactos y cachivaches. Y, claro está, todo eso comportó gravísimas consecuencias históricas propias, por otra parte, de nuestro carácter, de natural poco previsor.
Hemos visto ya que los franceses y los norteamericanos se volvieron locos desarrollando aparatos de filmación y proyección bautizados cada cual con el nombre más imposible, de raíces griegas y latinas. Todos querían ser el número uno. Aquí ocurrió algo más sencillo. Vista esta carrera frenética de los países extranjeros, un ministro (desconocemos su nombre) convocó un concurso para inventar el cine. Sólo se presentó (eso sí, fuera de plazo) un artilugio denominado (según la tradición de colocar raíces griegas y latinas) “Cinedeloscojones”. Consistía en una patata a la que se le habían incrustado dos palillos. Según su inventor, por un palillo se filmaba, y, por otro, se proyectaba lo filmado. Tamaño reducido y compacto, bajos costes de fabricación, el “Cinedeloscojones” sólo ofrecía ventajas. El inventor (su nombre también se desconoce) percibió su millonaria subvención y desapareció de la faz de la tierra. No obstante, el “Cinedeloscojones”, según certificaron los científicos subvencionados por el gobierno, no resultaba útil por un detalle: el inventor no había presentado ningún tipo de película que se ajustara a las características físicas del aparato. Así, según se anunció, el invento carecía de validez.
El revuelo que se organizó fue considerable. Intelectuales de todo tipo salieron a la calle pidiendo subvenciones para realizar sus películas. Defendían los derechos del autor y, según decían, si no hacían películas, la industria del cine se iría al garete. Las autoridades se defendían arguyendo que, no es que no hubiese industria del cine, es que no existía ni siquiera película. Los intelectuales respondían que eso no era más que una estrategia del gobierno para desviar la atención, y anunciaron que harían una película, formada por pequeños fragmentos, que se titularía “Existe porqué”. Los intelectuales, además, se sindicaron y formaron un grupo de presión cuya principal medida sería cobrar un canon por la venta de aparatos de “Cinedeloscojones”.
Evidentemente, de todo esto no consta nada en ningún manual de historia ni en ninguna hemeroteca. Bien son sabidas las lagunas bibliográficas al respecto de los primeros años de la historia del cine en nuestro país. De lo que sí queda constancia es de que, mientras nuestros intelectuales reclamaban más subvenciones, fue un tal Alexander Promio (un esbirro de los Lumière) quien paseó el invento por nuestra geografía, llegando a filmar escenas típicas como corridas de toros y desfiles militares. No obstante, al parecer, se quedó sin filmar otras escenas costumbristas de nuestro país como el vuelco de camiones de tomates en La Junquera o el cuadro boca abajo del borbón Felipe V en el museo municipal de Xàtiva.
Tras diversas proyecciones públicas, Eduardo Jimeno filma la primera película española, “Salida de misa de doce del Pilar de Zaragoza”, que exhibirá el 11 de octubre de 1896. Muchas mofas se vienen realizando desde entonces respecto a que los españoles empezáramos nuestra historia del cine con la salida de misa, mientras los franceses eligieran una fábrica y un tren: que si industrialización frente a analfabetismo, que si el beaterío español, que si la gente en vez de salir pitando por ver un tren se pondría a rezar el Padre Nuestro, que si imagínate que llegan a filmar la Semana Santa, con todos los andaluces gritando, llorando y jugando al dominó… Muchas y desvergonzadas burlas a las que respondemos más de cien años después. Fíjense en el presente, fíjense, que dentro de poco serán los franceses los que filmen misas católicas, ya que nuestro país, con un gobierno entregado por completo al Islam y a Bin Laden, va a ir, de nuevo, un paso por delante. Los que se burlaban de España por ser la reserva espiritual de Occidente no esperaban un golpe de timón similar. Si el cine se hubiese inventado en 2005, nuestra primera película podría haber sido “Trifulcas por el poder en la mezquita de Valencia”, con lo que habríamos mostrado al mundo el nuevo talante de la religión que acabamos de abrazar como mayoritaria, sin abandonar el costumbrismo.
De cualquier modo, las primeras películas españolas de aquel lejano 1896 siguieron mostrando al público los mejores momentos de nuestra cultura y tradiciones, como el film “Ejecución de una paella”, filmada por Eugène Lix, una película que presenta la preparación y desarrollo de una obra de arte, lo que sentaría un claro precedente para cintas como “El sol del membrillo”, de Víctor Erice.
Tal fue la fascinación por el invento, que muchos españoles se convirtieron en avezados directores costumbristas, de la misma manera que ocurriría, ochenta años más tarde, con la invención de las cámaras portátiles de VHS y la filmación de las bodas y comuniones. Disipado el espíritu español por tal tontería, fascinada y distraída la población por la camarita, dos años después, en 1898, se produciría el desastre de la pérdida de las colonias y la definitiva decadencia española. Baja la guardia por culpa del inventito franco-estadounidense, España se dejó despistar por el contubernio judeo-masónico y, eso sí, tuvimos cine, pero a menudo precio. Al menos, muchos años más tarde, podemos sentirnos orgullosos de ser españoles, de tener una cinematografía como la que tenemos: Bibí Andersen, Antonia San Juan, Loles León, Paz Vega, Fernando Trueba, Aitana Sánchez-Gijón, El Gran Wyoming, etc. Lo suyo nos ha costado, pero a ver qué país se precia de contar con un elenco así.
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