Capítulo 8: La salud es lo primero
¿Alguien se piensa que por llevar unas determinadas zapatillas, conducir un coche, llevar los pantalones acampanados o el pelo de una manera determinada va a vivir mejor? Probablemente usted, inteligente lector, pensará que no. El que esto escribe está de acuerdo. Puede que ligue algo más, pero seamos serios, a la mayoría de nosotros esas cosas nos quedarían como un tiro. Al modelo de turno le quedan bien, porque un fotógrafo ha estado durante horas pensando cual es la forma más estética de presentarlo; además de elegir al personaje durante meses. Esto viene a colación por la última moda que he descubierto en la consulta de mi dentista. La salud.
Antes uno leía una revista de esas que incluían recetas, y veía unos platos que sólo con mirarlos producían reacción física. Algo así como el Play Boy en sus buenos tiempos; sólo que mucho mejor, porque uno era consciente de ser capaz de probar lo que veía.
Todo eso se acabó, la moda actual dicta que tenemos que comer lentejas con brécol, papaya con una lechuga rarísima, y si quieres carne un prensado de algas. Ya sólo quedan en el recuerdo esas recetas de cordero, chuletón o pescados con variadísimas salsas. Es verdad que todavía queda espacio para algo de pescado, pero tiene que ser al vapor porque si lleva unas pocas moléculas de ácidos grasos estás cometiendo una herejía. Atrás quedaron esos placeres de abrir una revista de cotilleos y ver las recetas de cocina, porque por mucho que se empeñen esos platos no provocan la lujuria de los de antes. Y es que la salud se ha puesto de moda.
Lo dicen en la tele, en los periódicos, en internet y, cómo no, en las revistas dedicadas al público femenino. Eso porque no he leído las revistas dedicadas al masculino, pero estoy casi seguro de que también están a la moda. Ahora todos tenemos que vivir sanos. Tenemos que hacer ejercicio, no importa la edad que tengamos y un 70% del corazón inutilizado. O que las consultas de urgencias se llenen los fines de semana de “deportistas” con patologías que van desde el vulgar esguince al infarto de miocardio. Hay que hacer deporte. Además, de paso, nos venden esa ropita deportiva que queda tan mona puesta.
Ya nos había quedado claro que no hay que fumar pero insisten. Provoca todo tipo de muertes. Ya no es el cáncer de pulmón y derivados, el enfisema, el corazón o el ictus. Independientemente de que sea una de las industrias más rentables, que a usted le calme los nervios y además pueda hacer con sus pulmones lo que le salga de las narices. Porque también han demostrado que los que conducen fumando tienen el doble de riesgo de padecer un accidente. Podemos reírnos por tanto de los móviles. ¿Y las copas? No importa que los patriarcas judios tuvieran devaneos con el alcohol y vivieran casi mil años. Ahora no podemos beber porque es malo. Es una droga y mata -aunque tenga que reconocer que en coche lo hace muy rápidamente-. Ahora se han puesto de moda esas bebidas que nos ponen locuaces, inteligentes y atrevidos -como una moto vaya-, y no tienen ni pizca de alcohol. Así que podemos decir adiós a las voluptuosidades del vino, el wisky de malta o el calimocho. Que todo es muy malo y, además, engorda.
No es que los estados estén desbordados por las patologías que nos afectan -que lo están, pero para eso pagamos-. No. Es que está en juego lo de siempre. El modelo único. Pretenden convertirnos en vegetarianos porque entre los muchos efectos negativos de la carnes se encuentra la capacidad de volvernos agresivos. Lo bastante en forma como para que seamos bellos y estereotipados. Y los placeres que nos descontrolan prohibidos no vaya a ser que al vernos tan bellos se despierte nuestra lujuria, y ya sabemos que el SIDA… No sé a los demás pero a mí me suena a moral judeocristiana que tira de espaldas. Ya se sabe, todo lo bueno o está prohibido, o es pecado o engorda. La campaña esta suena a lo mismo.
Lo peor de todo es el método que han encontrado para convencernos. No es ya la campaña prohibitiva de antaño, estilo ley seca o de ilegalización de las drogas. Ahora buscan convencer por medio de las modas a las que tan sensibles son, las auténticas guardianas de los valores morales de cualquier sociedad que se precie. Las mujeres. Por eso toda esta campaña, más o menos sibilina, está enfocada a ellas. Todas las publicaciones orientadas a la mujer están plagadas de recetas y secretos saludables. Por supuesto, ellas se encargarán de convencer a los varones de su alrededor de las virtudes del repollo sobre el solomillo o del agua mineral con gas frente al Muga, creando un efecto dominó. Ahora no serás un fuera de la ley, cosa que siempre tiene su morbo. Ahora si no cumples la exigencias de papá estado serás un paria social, porque ya no es socialmente aceptable que te comas esa cantidad de grasas saturadas que tanta satisfacción producían y te enciendas un buen cigarro mientras bebes un reserva de algo. Serás, caso de no cumplir con la moda, un individuo sin éxito social cuyas oportunidades de triunfar en la vida son nulas.
Creo yo que alguien debería explicarle a la gente que el simple hecho de vivir es malo para la salud, que el estado ya recauda mucho para curarnos y que lo que hagamos con nuestro cuerpo es cosa nuestra. Mientras tanto, poco a poco, nos van convirtiendo en fashion victims.
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