Capítulo 13: El deportista dominical: una víctima de la cultura física
La obsesión por la imagen y la forma física está generando numerosos problemas sociales desde hace años, ya sea con nombre de enfermedades (bulimia, anorexia, vigorexia), ya sea como sufrimiento en silencio, cual hemorroide, con las variadas formas del estrés, la depresión o la falta de estima propia. Con el culto a la juventud de los 60 se plantó la semilla que daría lugar más tarde (cuando los revolucionarios de las flores se convirtieron en directores de empresa) a lo que podemos definir como “chorring”, es decir, aquellos deportes no olímpicos que desafían a la razón y las buenas maneras, tales como el aerobic, el step, el ciclyng, el gymbox y, en definitiva, toda esa especie de coreografías demenciales que tienen como objetivo adocenar a las masas de 20:30 a 21:30 horas. Entre mallas, leotardos, mancuernas, sudor, cirugía plástica y publicidad, los medios de comunicación se centran en las consecuencias más graves y visibles de todos estos comportamientos (anorexia y demás), pues no solamente son las que demandan atención más urgente, sino también las que mejor venden en ficciones melodramáticas como el telediario. Esto conduce al olvido a una serie de víctimas de la belleza. Una de ellas, quizá la que más mueve a compasión, es el deportista dominical.
El deportista dominical suele ser un hombre de mediana edad que está pasando por la crisis de la edad mediana, tiene un sueldo medio gracias a su puesto intermedio en una empresa de tamaño medio. Responde a la media en otros muchos aspectos, desde el número de hijos (uno y pico, la media de hace algunos lustros) a los años que tardará en pagar su coche (cinco justos). Debido a que su trabajo y obligaciones familiares no le dejan tiempo de lunes a viernes, y el sábado lo emplea en emborracharse en la taberna, este peculiar atleta escoge el domingo como su día de entreno, penitencia y eliminación de adipocitos, todo sea por un vientre plano y un aspecto juvenil.
El atuendo del deportista dominical es muy simple, un chándal de colores fosforitos y unas zapatillas último modelo aún más llamativas, donde resalte el logotipo de la marca. Vestido ya de cuadro abstracto, este Mondrian con extremidades elige siempre el trote callejero para su puesta en forma, pensando que la aparente simpleza de este ejercicio (sólo se necesita calzado, suelo y un mínimo de coordinación) está en consonancia con el esfuerzo que se requiere para llevarlo a cabo. Craso error, como vemos en el primer domingo de entrenamiento, donde se alterna el paseo y la carrera durante media hora (por supuesto es el día escogido para dejar de fumar ese paquete diario de ducados, por lo que queda marcado en el calendario como “día de la redención”):
Minuto 2 (paseo).- Sudoración excesiva.
Minuto 9 (carrera suave).- Punzada en la cadera y toses.
Minuto 13 (paseo).- Punzada en la planta del pie.
Minuto 22 (carrera suave).- Calambre y toses con esputo.
Minuto 23 (paseo).- Pinzamiento.
Minuto 29 (a gatas).- Vómitos.
El pundonor y el miedo a hacer el ridículo ante su mujer, sus suegros y sus vástagos, lleva al deportista dominical a insistir. Aunque el adiós al tabaquismo le hace coger unos kilitos, debido a la ingestión masiva de pipas de calabaza y pistachos para combatir la ansiedad, el esfuerzo tiene su recompensa, y este corredor alcanza la cúspide de su carrera nueve domingos más tarde:
Minuto 2 (trotecillo cochinero).- Toses.
Minuto 12 (carrera suave).- Punzada en la rodilla.
Minuto 19 (galope entusiasta).- Insólito dolor en los trapecios.
Minuto 25 (trotecillo cochinero).- Toses con esputo.
Minuto 29 (marcha).- Vista nublada y extremidad izquierda que se arrastra.
La trayectoria la criatura es corta, como en los deportes más duros, y eso dignifica a estos sufridores, a los que se les puede considerar mártires de la moda. Asistimos al ocaso de nuestro amigo, en el domingo de entreno nº 17:
Minuto 2 (trotecillo cochinero).- Sensaciones óptimas.
Minuto 14 (carrera suave).- Sensaciones óptimas.
Minuto 23 (galope entusiasta).- Sensaciones óptimas.
Minuto 26 (carrera sostenida).- Sensaciones óptimas.
Minuto 29 (carrera suave).- Infarto.
Lejos del tabaco, del alcohol, del ejercicio y casi de los placeres carnales, sujeto a una estricta dieta y ajeno al poco recomendable agobio laboral por prescripción médica, el ex-deportista dominical, y ahora sedentario de pro, se convierte tras su recuperación en el obeso más saludable y aburrido del barrio, por lo que se da a la ludopatía y al voyeurismo, siendo abandonado por su esposa apenas un año después de su primera incursión en el atletismo urbano. Inmerso en la estética del fracasado, termina dedicándose a la poesía de la experiencia, como todos los que tienen su misma suerte:
Quise quitarme unos kilos
para estar más a la moda.
Como no tenía tiempo
me dije “carrera corta
los domingos y ¡adiosito
al tabaco! Son las normas
ni un cigarro, ni una grasa,
nada de dulces ni copas,
aunque confieso que el sábado
me doy al Larios y al Rioja.
El primer domingo, es cierto,
no me vi en muy buena forma,
pero semanas más tarde
dejaba atrás a mi sombra
(quien tuvo retuvo, claro,
y a pesar de que es historia
antaño saltaba el plinto
sin asomo de congoja).
Se me empezaba a llamar
“el guepardo de Las Rozas”
por mi galope ligero
y el estilo de mis ropas
ceñidas, que destacaban
mi cuerpo esbelto. La cosa
es que cuando mejor iba…
infarto, a colgar las botas.
Se acabaron los ducados,
los combinados con vodka,
se acabaron las pringás
y los dulces de toronja,
y por poco el ayuntar
con -aquí iba “hembra fermosa”,
pero no quiero ironía,
y dejaré “mi señora”-
Al menos cogí una baja
en el trabajo, y ahora
mato las horas de tedio
con la métrica española.
No quiero hablar de la marcha
de mis hijos y mi esposa.
Dicen que fue por mis vicios,
les diré que la muy
me la pegaba hace tiempo
con el moro de la escoba,
el que limpia la escalera.
Aquí termina esta copla,
harto estoy. Vean ¡encima!
el balón de mi bartola.
Mientras las autoridades no se tomen en serio la influencia de la publicidad y la imposición de los cánones de belleza física, estas personas estarán indefensas, y con ello los cimientos de la lírica tradicional.
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