Manuel Prado y Colón de Carvajal
Biografía. Orígenes
Los orígenes de Manuel Prado y Colón de Carvajal, contrariamente a lo que su apellido, de rancio abolengo, pudiera hacernos sospechar, son bastante oscuros. Tan sólo podemos decir que pertenece a una de las familias más importantes de la beautiful people madrileña y que es amigo íntimo, desde hace muchos años, de S.M. el Rey de España Don Juan Carlos de Borbón y Borbón (que tiene unos apellidos todavía más largos, pero a fin de cuentas es el Rey). Ambos detalles deberían decantarnos a todos por mirar al personaje con enorme simpatía, y otorgarle toda la confianza del mundo. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce (ni siquiera en el entorno de la Casa Real), y varios personajes que han sido uña y carne de Su Majestad, inexplicablemente, han acabado (o están en camino) por ir a la cárcel. De hecho, con Manuel Prado podemos comenzar una serie, dentro de los “Grandes Besugos”, que podría llamarse “los amigos de JuanCa”, o algo por el estilo, compuesta por este besugo que tenemos entre manos ahora, Mario Conde, Javier de la Rosa y un largo etcétera. Pero, por el momento, déjennos que solapemos los orígenes de Manuel Prado y vayamos directamente al meollo de la cuestión.
Grandes Hazañas
Manuel Prado, ante todo, es un empresario de éxito, que multiplicó su capital, curiosamente, desde el preciso momento en que Su Majestad destruyó, él solito, el franquismo y nos llevó a la más hermosa democracia que vieron los siglos. Pero además de multiplicar su capital, Manuel Prado y Colón de Carvajal también fue una de las piezas fundamentales de la increíble estrategia de Su Majestad para, contra viento y marea, instaurar el régimen democrático. Veamos cuáles fueron los hechos fundamentales de nuestro Gran Besugo:
– Cuando el malvado Hassán II estaba a punto de enviar su marcha sobre el Sahara, Juan Carlos I (en funciones en aquellos momentos) encargó a Manuel Prado una misión muy delicada; ir a Washington a entrevistarse con Henry Kissinger con el objeto de que mediara en el conflicto y evitara que la bomba del Sahara le explotara al Gobierno en las manos. Como no podía ser de otra manera, Manuel Prado consiguió entrevistarse con el Secretario de Estado norteamericano (ignoramos si llamando a la puerta o por otros procedimientos; se comenta que Prado se presento a Kissinger de esta Guisa: “Me llamo Prado y Colon de Carvajal; Manuel Prado y Colon de Carvajal. El orujo con Veterano me lo sirve mezclado, no agitado”). Pero, aunque Kissinger mostró un vivo interés en lo que Manuel Prado le contó, nuestro Gran Besugo no debió tener mucha mano izquierda (de hecho, no tiene nada, ni brazo tampoco, porque Manuel Prado y Colón de Carvajal es manco, no sabemos si como herida de guerra en Marruecos o por un accidente), o tal vez Kissinger decidió torpedear el incipiente proceso democrático, por observar la larga mano del comunismo detrás de Carlos Arias; el caso es que Hassán nos birló el Sahara y, lógicamente, desde entonces Su Majestad Juan Carlos lo llamó “hermano”.
– En la fecha de la coronación de Su Majestad, Manuel Prado fue al Palacio del Elíseo para entrevistarse con Valery Giscard d’Estaign, a fin de que este asistiera a la ceremonia (naturalmente, religiosa). En esta ocasión Manuel Prado tuvo más éxito, y Giscard asistió a la coronación, dando a nuestro valiente rey un apoyo impagable. Casualmente, a continuación comenzó a arreciar la ofensiva de ETA desde su santuario del sur de Francia, aunque estamos seguros de que Giscard hizo todo lo que estaba en su mano para frenarla.
– Por último, y esto es lo más importante, Manuel Prado fue a Bucarest, en calidad de emisario de Su Majestad, para mantener una entrevista con Ceaucescu, que era todo un liberal, intentando que Santiago Carrillo, gran amigo suyo, se calmase respecto a las intenciones de la Monarquía. Naturalmente, la entrevista tuvo un efecto inmediato: parece ser que Ceaucescu mantuvo un paseo con Carrillo por los alrededores de la ciudad de Timisoara, enseñándole algunas peculiaridades del terreno; después de esto, el líder comunista fue, como es público y notorio, mucho más suave con el proceso de Transición.
– Pero las Grandes Fazañas de Manuel Prado no se acaban con el proceso de Transición a la democracia; aunque no pudo estar presente en el Congreso aquel aciago 23 – F para pararle los pies a Tejero, durante los años socialistas Manuel Prado garantizó que la convivencia entre estos y los poderes tradicionales fuera cordial. Y así, desde el Palacio de la Zarzuela, haciéndose cargo del gran poder que ostenta Su Majestad (de índole moral, claro, que de poder efectivo no tiene nada, como es notorio), Manuel Prado hiló amistades con los más eximios representantes del poder socialista, que eran periódicamente invitados al sano ambiente de la Casa Real, allá por los años ochenta. Su Majestad asistía pacientemente a los saraos, fiestas y celebraciones más descomunales que imaginarse pueda, porque sabía que con su presencia se ganaba el respeto de todos los españoles. También Prado lo sabía, y por eso se encargaba de organizar cuantos más saraos, mejor (el Estado de Derecho también se defiende en las casas de campo).
– Sin embargo, Manuel Prado se hacía viejo, y permitió que Mario Conde, un personaje poco recomendable del que también hablaremos en esta sección, frecuentase la Zarzuela. El motivo era que Prado, poco hábil con las cuentas, había decidido buscar a un profesional, un banquero, que gestionase el exiguo patrimonio de su (perdón: Su) Majestad. Y fue a buscar al más desastroso de todos. Poco a poco, Manuel Prado fue perdiendo la estima de su Rey, así como la preponderancia que hasta entonces disfrutaba, así que se decidió a hacer algo nuevo, algo único, algo que se saliera de todo lo que hasta entonces había experimentado en su larga vida: trabajar.
Epílogo:
Y, como Ustedes ya habrán adivinado, esa fue su tumba. Porque al pobre Manuel Prado no se le ocurrió otra cosa que entablar estrechas relaciones con otro financiero modelo de los primeros años 90, Javier de la Rosa, que también tenía ciertas relaciones (de índole sólo personal, naturalmente) con el rey (ya saben que el Rey es muy campechano, y claro, tiene muchos amigos). Por lo visto, Manuel Prado se convirtió en un asalariado de KIO, ese emporio surrealista montado por los petrodólares de Kuwait y que se fue al carajo con la Guerra del Golfo (y con la habilidad de sus gestores hispanos, inútil sería negarlo, también), y su vertiente humanística le traicionó una vez más; al parecer, Manuel Prado se hizo un lío con los números, provocando un agujerillo de 100 millones de dólares (no sabemos si por envidia del agujero que por entonces estaba cavando Conde, 30 veces más grande). Pero el dinero no se lo quedó él, como creen algunos jueces malpensados; de hecho, Prado testificó en todos los juicios que su patrimonio no ascendía más allá de los 3 millones de pesetas; después de veinte años de servicios a España y a su Rey, eso es lo único que tenía. Pese a la solidez de su defensa legal, creemos que Prado, a no ser que la campechanía del Rey también opere con los jueces, va a tener la ocasión de encontrarse a muchos antiguos amigos en Alcalá – Meco. Su fascinante vida tendrá, así, un auténtico broche de oro.
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