La invasión de los Terrálycos
Villalonga – El Cristóbal Colón de la nueva era
Sinceramente, estamos un poco hartos de redactar una noticia diaria sobre la nueva locura que se le ha ocurrido a Juan Villalonga, el Hombre, así que hemos decidido aprovechar esta sección para hacer una reflexión general sobre el personaje y sus movimientos, y así nos lo quitamos de en medio unos cuantos días (o eso esperamos).
El único problema que veíamos en la fusión Terra – Lycos es que buena parte de la valoración de Terra provenía de ser un valor muy estrecho, especialmente en el Nasdaq, donde cotizan cuatro acciones mal contadas, insuficiente, a todas luces, para satisfacer las ansias de tanto latino inversor en bolsa deseoso de participar en el “primer portal latino”. Ahora, el intercambio de acciones que será el mecanismo básico para configurar la fusión supone que Telefónica compra Lycos con acciones de Terra, lo cual es una suerte para La primera multinacional española, que paga con dinero “Nueva Economía”, esto es, con empresas en pérdidas, pero también supone que el capital flotante de Terra en el mercado aumentará considerablemente, con lo que sus acciones bajarán (tener acciones de Terra, como al parecer quería cualquier inversor español hasta hace poco, ya no será un placer reservado a los que paguen precios estratosféricos por ello).
El mercado, que aún no ha perdido la visión de las cosas, ha castigado a Terra con una caída del 10%, del 5% de Telefónica y un espectacular 18% de Lycos (ejemplo claro de la fiabilidad que otorgan a las operaciones de Villalonga, porque ahora Lycos vale un 40% menos que la oferta de Terra). La “Terraficación” de Telefónica es un hecho. Por muy sólida que sea la empresa, está en manos de un loco de la New Economy que no sólo tiene hijos con actrices mexicanas, sino también “hijas” empresariales: “Terra is my baby”, dijo el tío. En consecuencia, Telefónica oscila como un vulgar chicharro de feria; sube un 9%, cae un 6%, sube un 4%, cae un 5%, … con Villalonga, el espectáculo está asegurado.
Villalonga es un visionario, y el mercado no ha sabido apreciar aún todo el calado de este personaje. Villalonga sabe que lo importante en la Nueva Economía es crecer, crecer para ser los primeros, y las pérdidas, incluso las pérdidas en la bolsa, no tienen la menor importancia; ya me inventaré otra operación (¿La compra de FCC por Terra, para construir edificios donde poner los ordenadores, por ejemplo?) y volverán a subir. Para Villalonga, la bolsa es como el Casino, sólo que a él le dan crédito ilimitado, con lo que no le importa lo más mínimo despilfarrar cantidades inmensas apostando “todo al cero”. Ya saldrá el cero, tarde o temprano, y cuando salga le pegaré una buena patada en sus partes nobles al demiurgo providencial que preside nuestro gobierno, parece pensar el interfecto.
El presidente de Telefónica es un representante fiel del modelo New Economy. En primer lugar, viste como un hortera, al igual que los jóvenes empresarios de Silicon Valley, y es más: también es un hortera, lo que le acerca poderosamente a la estética americana de los negocios, con todo lo de positivo que esto tiene para sus empresas. En segundo lugar, Villalonga no tiene ni la menor idea de gestionar Telefónica ni de relacionarse en el proceloso mar de la “alta economía”, lo que le garantiza la animadversión de los empresarios tradicionales, pero también, y de rebote, su inserción en el paraíso de las nuevas tecnologías; en tercer lugar, se está forrando con su empresa, al igual que Jeff Bezos y tantos otros visionarios, con el mérito añadido de que Telefónica ni siquiera es “su” empresa, sino un exmonopolio que han puesto en sus manos. Por último, Villalonga es un pésimo gestor y en breve conseguirá tener pérdidas con la propia Telefónica o incluso llevar la empresa a la quiebra, objetivo último, al parecer, de cualquier representante de esta nueva generación de empresarios.
A nosotros nos da igual lo que haga Villalonga. Nos parece muy bien que compre todos los medios de comunicación españoles, que se presente como candidato a la presidencia del Gobierno o que, directamente, le haga una OPA hostil a la Administración (¿y por qué no?); nos da igual que Telefónica quiebre, que se fusione con Microsoft o que regale ejemplares de las Páginas Amarillas con acceso a Internet incorporado, pero, por favor, haga lo que haga, ¡hágalo y déjenos tranquilos, que ya comenzamos a estar hartos de relatar la nueva “bomba” de Telefónica cada semana!
Sin embargo, no podemos negar que Villalonga es mucho más que un empresario. Se nota que estudió en el colegio de Aznar, porque hay algo de divino en él, en su capacidad para suscitar todo tipo de odios (muchos) y adhesiones (pocas). Vemos un futuro esplendoroso para Telefónica, que ya no será una empresa sino una nueva religión, el “villalonguismo”, con sus respectivas herejías, como el “adrianismo”, el “terrismo”, etc. Algún día podremos introducir a Villalonga en nuestra sección de Teología, y entonces ya habremos logrado su inclusión en todas y cada una de nuestras secciones. En ese momento, Villalonga será vitoreado como “jefe” o “caudillo” de Telefónica, y sus directivos se dirigirán a él con la mirada baja y enarbolando el puño derecho cerrado en torno a sus teléfonos móviles (UMTS, claro).
Compartir:
Tweet
Nadie ha dicho nada aún.
Comentarios cerrados para esta entrada.