La banca del siglo XXI
Pasada la fiebre New Economy, todo vuelve por donde solía
Como Ustedes probablemente habrán notado, nuestros bancos y cajas de ahorro se han incorporado bien temprano al festival de las nuevas tecnologías, dotando sus instalaciones de la más moderna tecnología informática (juro que he llegado a ver, hoy mismo, a una empleada de Bancaja disfrutando de un pc 286), ofreciendo a sus clientes todo tipo de servicios y aplicaciones para hacerles la vida más fácil y mejor disfrutar de su dinero.
Hacerle la vida más fácil… a la banca, naturalmente, que es quien disfruta del dinero de los clientes. La cosa funciona más o menos así: hay una serie de servicios que desde tiempos inmemoriales ofrecía el banco que, merced a la informática y gracias a un poco de voluntarismo por parte de los clientes, pueden satisfacer los clientes mismos: ¡siéntase todo un hombre actualizando su libreta en el cajero! ¡Explore su condición femenina, en toda su fastuosa complejidad, pagando el recibo de la luz! De esta forma, por lo visto, al eliminar trámites innecesarios que provocaban las ya endémicas colas, tan propias de nuestro país, ante la ventanilla, el cliente disfrutará de los necesarios trámites de índole económica con el menor menoscabo posible para su precioso tiempo.
Al menos, en teoría. Porque tan pronto como este nuevo Edén informático llegó a la banca, y desaparecieron los engorrosos trámites (con nuevas escenas tan entrañables como mandar con cajas destempladas a la señá Eustaquia, 87 años, que se disponía a sacar unos eurillos de su pensión para dar una propina a sus nietos, al cajero automático), los avezados directivos de la banca española se dieron cuenta de que las funciones propias del empleado de banca “humano” tendían a desaparecer, así que ¿para qué pagar un sueldo a estos michelines de grasa sobrantes? Y con celeridad todos los bancos y cajas de ahorro han mandado a la calle a la mayor parte del personal de ventanilla, han cerrado sucursales bancarias y han dejado sus bancos, en suma, convertidos en un erial. Ahora rara es la sucursal, no importa su tamaño, que cuente con más de un empleado para atender a los supuestos clientes, y sólo para ingresos, transferencias y poco más, con lo que las colas son más largas, y exasperantes (no es lo mismo una cola de gente que va a sacar 5000 ptas. que una cola compuesta por individuos que ingresan para la hipoteca, ingresan dos cheques, hacen tres transferencias, … cada vez que han de pasar por el calvario de la “nueva” banca).
Y lo que más me llama a mi la atención de todo esto es que, si tanto ha cambiado nuestra vida la eclosión de las Nuevas Tecnologías, cómo es posible que las mismas tecnologías que ahora permiten que el cliente realice por sí mismo una serie de trabajillos que antes la sucursal realizaba por él, sin aparente gasto por parte del banco en proporcionar estos “servicios”, las comisiones bancarias, inmutables, impasible el ademán, no hayan desaparecido hace años. Porque aquello de que paguemos al banco porque tenga nuestro dinero, porque lo transfiera a otra cuenta, etc., cuando es más que evidente que el gasto es nulo, es más un impuesto revolucionario que otra cosa. Y todavía más, en las sucursales de Internet: el otro día me encontré con que en la cuenta LPD de Ebankinter, la cuenta del óbolo, nos habían cargado una misteriosa “comisión de mantenimiento” de más de 12 euros. ¿Mantenimiento de qué? ¿De la sucursal virtual? ¿De los 33 euros con que contamos (contábamos) ahora mismo en la cuenta? Ya sabemos que la banca española aún está pagando sus aventurillas de los tiempos de la Nueva Economía, pero quizás sería más adecuado que lo pagasen ellos, en lugar de atracar con el filibusterismo de los más acreditados piratas del Caribe.
Compartir:
Tweet
Nadie ha dicho nada aún.
Comentarios cerrados para esta entrada.