DESDE
LA CHOZA MULTICULTURAL
Un
intento de denunciar las mentiras comúnmente aceptadas como
verdades fundamentales del Sistema
Frente
a la oleada ideológica uniformizadora que recorre el mundo,
un ventanuco de crítica al Sistema.
Frente al gran capital oligopolístico generador de desigualdades,
nuestras recetas macroeconómicas de andar por casa.
Frente al imperialismo cultural aniquilador de la diversidad, tolerancia
y mestizaje.
Capítulo
6: "Dinamita en la palabra"
¿Se
ha preguntado alguna vez el origen de por qué los españoles
educados desde la reforma educativa de 1970 no saben hacen la "O"
con un canuto y por qué parece imparable la degradación
de la enseñanza del idioma español, y con él
del resto de las asignaturas? Pues siga leyendo, siga, que se va
a divertir.
¿Les suena El dardo en la palabra? Pues esto no es ni una
crítica ni una recensión sobre el susodicho libro
de Fernando Lázaro Carreter, del que me cuentan los medios
que ha salido la segunda parte. Difícilmente voy a hacer
recensiones de algo que no he leído, porque ni aunque me
pagasen, oiga. Simplemente retengan el nombre del caballero.
Bueno,
empecemos como siempre: establecimiento de los axiomas y del marco
teórico a utilizar.
Primer
Hecho, de demostración trivial por lo claro que está:
los españoles no tienen ni puñetera idea de filología,
de lingüística ni de nada remotamente parecido. Dirán
ustedes que es normal, y que sólo los que han cursado con
seriedad y rigor tales disciplinas a nivel universitario son los
que conocen los detalles de dichas materias. Sí, eso es cierto,
pero por eso mismo tenemos que hacer la declaración de los
demás hechos:
Segundo
Hecho: el no tener ni pajolera idea de los más elementales
rudimentos teóricos de filología y lingüística
no incapacita, sino que parece que alienta, el emitir los más
variados juicios filológicos o lingüísticos por
parte de la mayor parte de los españoles.
Tercer
Hecho: a la mayor parte de la gente que tiene sólidos conocimientos
de filología y lingüística, sobre todo los que
hacen alarde de ellos en los medios de comunicación, se la
refanfinfla sencillamente todo lo que saben y se suelen limitar
a ser llevados por la corriente y no contradecir demasiado a "la
mayor parte de los españoles" citados en el Segundo
Hecho.
Y es
que, como sabemos desde hace ya casi un siglo, lo lingüístico
es clave en todas las facetas humanas, y las interpretaciones lingüísticas
han penetrado en casi todas las disciplinas así llamadas
"humanísticas": sociolingüística, antropología
cultural (Lévi-Strauss y todo el estructuralismo, sin ir
más lejos), y eso sin meternos ya en toda la filosofía
del lenguaje o en las interpretaciones lingüísticas
del psicoanálisis (Lacan), o todo el tinglado de la semiótica.
Los padres de todo este "giro lingüístico"
son Frege por un lado y Saussure por el otro.
También
será útil hacer una pequeña distinción
entre lo que es filología y lo que es lingüística.
Están muy relacionadas, pero no es lo mismo. La lingüística,
con sus múltiples ramas, tiene fama de ser más científica,
suele emplear una terminología específica y, en general,
no llegan a la población las discusiones de alto nivel de
congresos y seminarios que celebran los expertos; además,
suele estar más relacionada con conceptos generales del lenguaje,
o sea la capacidad del ser humano para hablar, del origen de esa
misma capacidad y de su relación con el pensamiento. La filología
suele estar más ligada al estudio de las lenguas históricas,
al establecimiento de unas normas para cada una de ellas y a la
crítica de los textos literarios. Por tanto no se puede decir
taxativamente que sean cosas diferentes, y se relacionan mutuamente:
la filología particular de cada lengua o dialecto aporta
los datos necesarios para que los lingüistas a otro nivel establezcan
relaciones entre las distintas lenguas, y por regla general la filología
desde principios de siglo utiliza fundamentalmente los términos
de la lingüística. En realidad, la distinción
es sobre todo académica y de especialización: si lo
que te gusta es una lengua o conjunto de lenguas, y el estudio de
las manifestaciones que el Espíritu del Pueblo ha creado
con ellas por medio de la literatura, terminas siendo filólogo,
y si te van más los otros rollos igualmente metafísicos
pero más modernos, acabas siendo lingüística.
La filología se relaciona más con otras disciplinas
de solera como la Historia, y la lingüística más
con disciplinas a la última como la psicobiología.
Para
resumir: no sólo la mentira suele ser un enunciado lingüístico
("Ayer obtuve los favores carnales de Laetitia Casta y el Claretillo
del Monte F.C. es el mejor equipo del mundo", por ejemplo),
sino que una de las formas más sutiles y eficaces de mentir
es crear mentiras sobre el lenguaje y sobre las lenguas: una vez
se ha creado el caos mental sobre esos conceptos en los demás,
malo será que no se traguen todo lo que les echen.
Pues
bien, y agárrese fuerte: todo lo que le dijeron en el colegio
y en el instituto sobre las lenguas, en especial la española,
y también sobre la literatura, cuando no era sencillamente
una mentira, era una media verdad. Así de claro, desde la
primera a la última línea. Y ya adelantando cosas:
lo que dice la RAE y el Instituto Cervantes sobre el español
y su situación en el mundo también suele ser mentira
o medias verdades.
La
primera forma de mentir es la más fácil: no abrir
los ojos a la primera falacia que llevamos todos aprendida de casa.
Es decir: que nuestra lengua es la única y no existe ninguna
más. (Esto sólo se aplica, por supuesto, a las partes
de España en las que no se habla otra lengua, aunque sobre
eso habrá que escribir otro artículo.) Pues bien:
para el que está "instalado" en una lengua bien
establecida, normalizada y sin más problemas que los propios
del contacto con otras lenguas del mismo nivel (francés,
inglés, etc) esa lengua es su mundo y la más lógica
y natural. Claro, como que no conoce otra. La cerrazón a
cualquier otra realidad lingüística es por tanto "natural"
en el infante monolingüe, y la educación raramente se
encarga de sacarlo de su error. Dicho de otra manera: cualquier
lengua que no sea la propia es más rara que un perro verde,
y sólo muchos años de estudio y una severa disciplina
pueden abrir nuestros horizontes, y aun así a la más
mínima duda lo más fácil es recaer en los vicios
tan hondamente enraizados que llevamos desde pequeñitos.
Porque la mayor parte del mundo es monolingüe, casi la totalidad
del planeta conoce sólo una lengua y en ella vive y se expresa,
por minoritaria que sea. Lo contrario, conocer más de una
lengua, es lo excepcional y lo raro, y los que conocen varias suelen
hacerlo de manera instrumental, como los países nórdicos
y Alemania, que han adoptado el inglés como lengua franca
para relacionarse con el resto del mundo, pero que en ningún
caso los convierte en bilingües ni nada parecido.
Y es
que el español es una lengua rara. Pero rara de cojones,
¿eh? Tenemos el gusto exótico de no poner artículo
delante del posesivo: "mi casa", y no "la mi casa",
e introducimos la extrañísima preposición "a"
en ocasiones para el objeto directo: "He visto a mi abuela",
y no "He visto mi abuela", y cosas por el estilo. El español
es raro de cojones porque todas las lenguas son raras de cojones,
así de sencillo. No hay ninguna que se salve, y cuanto más
nos alejemos de nuestro ámbito lingüístico más
nos sorprendemos porque las cosas empiezan a sonar a chino. Y es
que aún recuerdo el trauma de intentar comprender, por simple
culturilla general, los rudimentos de la gramática china,
y casi me da un yuyu. Porque las lenguas germánicas aún
nos producen extrañeza y parece que hablan al revés,
pero prueben a salirse del ámbito indoeuropeo y parece que
está uno intentando comunicarse con una inteligencia extraterrestre.
Y sí: para ellos es la forma más lógica y natural
de comunicarse, y en un principio nuestro sacrosanto español
les parece un galimatías sin pies ni cabeza creado a mala
leche para que ellos no lo entiendan. Aunque también habría
que reconocer que la incomprensión por la lengua de los demás
no es más que un reflejo de la incomprensión que tenemos
por cualquiera con otra cultura, con su forma de ver el mundo y
de entender la vida.
¿Les
enseñaron que el español era no más que una
lengua entre las miles que hay en el mundo y que todas son "raras"?
A mí tampoco.
¿Quieren
otra media verdad? Intenten recuperar de la memoria lo que aprendieron
de historia del español. La filología, como antes
dije, está estrechamente relacionada con la Historia, van
cogiditas de la mano y por regla general una apoya las mentiras
de la otra. Ahora intenten recordar de esa historia del español
lo que aprendieron de la historia de la gramática o de historia
de la ortografía. Entre poco y nada, ¿verdad? Y lo
poco que decían no solía ser trigo limpio tampoco.
Quizá puedan pensar que es porque eso es muy de especialistas,
que no había que liar a los niños con eso, pero a
eso mismo podríamos replicar que entonces por qué
nos martirizaban haciéndonos memorizar los rasgos de cada
fonema (a mí se me olvidaban a la media hora de hacer el
examen, mi cerebro rechazaba esos conocimientos como el estómago
un tomate podrido), con interminables análisis morfológico
sintácticos que no servían para nada, y que brillaban
por ser no más que herramientas acientíficas, modas
pasajeras y pajas mentales recién salidas de sesudos gabinetes
de cursos de postgrado universitarios.
No
se hacía un mínimo estudio de gramática histórica
porque no conviene, así de simple, y hacer un insuficiente
estudio de la evolución de la lengua permite presentarla
como algo monolítico, invariable y ahistórico, y además
podríamos ver cómo el español se parecía
sospechosamente a las otras lenguas peninsulares de origen latino.
De hecho si comprendemos mínimamente la evolución
histórica de una lengua los discursos de "pureza"
y de "unidad" que actualmente se vierten sobre ella quedan
en agua de borrajas, y el montaje ideológico que hay alrededor
de esos discursos en evidencia.
Sobre
el origen de la ortografía se suele echar un tupido velo
por una razón muy simple: como no es glorioso, ¿para
qué contarlo? La actual ortografía es el resultado
de la reforma que se hizo en ella en el siglo XVIII con la llegada
de los Borbones, que instalaron las academias según el modelo
francés, y que aplicaron al español un criterio etimológico
en la escritura que ya se había aplicado al francés
desde la época de Richelieu. Oh, nuestra ortografía
es medio gabacha, mejor no lo divulguemos mucho. Y por si fuera
poco hicieron un pan como unas hostias, porque el criterio fue tan
poco etimológico como pasar a escribir "cuando"
cuando ya antes se escribía correctamente "quando"
como el padre latín ordenaba, pero sí se pasó
de "aver" a "haber", y deberíamos escribir
"theología" con la misma naturalidad que escribimos
"psicología". Vamos, que porque estamos acostumbrados
y no pensamos en ello, no conocemos otra y nos parece la más
"normal", pero es una ortografía sin pies ni cabeza.
Cambiar se cambió la ortografía, pero no se arregló
casi nada.
Y la
que había antes, ésa en la que escribían Cervantes
y Quevedo, ¿de dónde había salido? Pues tampoco
está claro, antes de Alfonso X el Sabio no había casi
criterios fijos, pero sí a partir de ese rey, que curiosamente
escribió las Cantigas de santa Maria en gallego-portugués;
y hasta en los libros de literatura española se explica el
"desliz" del Rey Sabio (sí, ese que empeñó
al país entero intentando ser Emperador) al utilizar esa
lengua porque en ese momento el gallego-portugués era la
lengua de más solera y de mayor prestigio en la Península,
así que pueden sacar ustedes mismos la conclusión
de dónde pudo salir la primitiva ortografía del castellano
antiguo. Y no es que el origen de la ortografía del español
sea vergonzante, ni mucho menos, y al fin y al cabo la ortografía
del gallego-portugués estaba inspirada en modelos del sur
de Francia, y a los griegos no les dolieron prendas a la hora de
chorizar dos veces la escritura: primero a los micénicos
y después a los fenicios, y ahí los tienen ustedes
con la cabeza bien alta en los libros de Historia. Pero vamos, que
no es un origen glorioso, y de ahí el contraste con los portugueses,
tan orgullosos ellos de tener una ortografía que es antigua
de narices, y si se preguntan por qué el inglés no
se escribe como se pronuncia ni de casualidad es porque en el siglo
XV sí que era el caso, o sea que la suya también es
bastante antigua. Si la ortografía del español sirviese
para chulear ante los demás de antigüedad y para restregársela
a los demás por las narices, pues no lo dirían, pero
como mucho podríamos chulear ante los italianos, que la suya
es del XIX, si la memoria no me falla.
Además,
el español devolvió sobradamente la pelota al gallego
en el siglo XX desde 1971, cuando con leyes y mamoneos varios lo
separó radicalmente del portugués, y graciosamente
obligó a esa simpática lengua vernácula del
noroeste a utilizar un remedo de la ortografía española.
Pero eso es una historia que contaremos en otro artículo.
Aunque
para despropósito guapo, el que un chaval de dieciocho años,
después de haber pasado la tira de cursos de lengua española,
no sepa realmente la diferencia entre lengua y dialecto cuando sale
del instituto. Corrección: los que estudiamos en comunidades
autónomas con una lengua distinta del español lo supimos
antes incluso de volver a estudiarlo en la facultad correspondiente.
Y mira que es sencilla la distinción, ¿eh? Pues nada,
cansados estamos los que luego salimos por ahí mundo adelante
de oír a nuestros coetáneos preguntarnos: "Pero
el catalán, el gallego y esas cosas, ¿son lenguas
o dialectos?" Eso cuando no nos encontramos a alguno educado
en territorio MEC (Ministerio de Educación y Ciencia), y
por tanto fuera de la pérfida influencia de profesores nacionalistas,
que recuerda perfectamente cómo, siendo educado ya en los
democráticos años ochenta, tuvo profesores que en
clase de lengua española les explicaban claramente que el
español era una lengua, y lo demás dialectos. ¡Con
dos cojones! Eso no puede pasar en Cataluña o en Galicia,
por ejemplo, porque el profesor del correspondiente "dialecto"
no tiene más que tomar de la biblioteca un manual de español
aprobado por la misma RAE, leerles las definiciones necesarias y
que así al profesor de español se le caiga la cara
de vergüenza. De todo esto, claro, se suelen salvar los vascos,
que se gastan una lengua que no se cree ni el más bestia
que pueda ser un dialecto del español.
Y como
quizá alguno no lo sepa, se lo explico: el dialecto siempre
es "dialecto de". El andaluz se podría decir que
es un dialecto del español, pero no nos olvidemos de que
lo que se habla en Madrid también es un dialecto del español:
no hay un español puro y diamantino del cuál los demás
emanan. El español es una lengua normalizada y normativizada,
y tan de laboratorio como el catalán de Pompeu Fabra o el
vasco normalizado que se enseña en las escuelas vascas. A
veces se emplea para crear el estándar o patrón un
dialecto en particular, que en la etapa histórica de fijación
de la lengua está prestigiado, o que se habla en la zona
que posee el poder político: en Grecia el dialecto de Atenas
se convirtió en el griego correcto que convirtió al
resto en dialectos respecto a él, para el "português
padrão" se tomó como base el habla de Lisboa,
para el italiano el habla de Florencia y para el español
Madrid, aunque antes había estado situado más al norte;
por eso a veces también al dialecto modelo se le llama también
dialecto estándar, ni mejor ni peor que los demás,
pero al que le ha tocado la lotería de ser aquél según
el cuál se medirá el resto, y al que se aplicarán
todas las mejoras y se le introducirán todos los cultismos
y recursos hasta que se convierta en el estándar. A esas
regiones fundacionales se les llama a veces "foco irradiador
de normas", y este foco puede continuar siéndolo o cambiar
con el tiempo de localización. Por tanto el español
es tan de laboratorio y arbitrario como el catalán o vasco,
pero como ya ha pasado un tiempo se nota menos, y sobre todo como
esto no se suele enseñar en la escuela, es un arma arrojadiza
para lanzar contra las "lenguas separatistas".
Como
ven, el desconocimiento de claves fundamentales en la formación
y evolución del español tiene un interés más
que notable a la hora de atacar a sus competidoras: difícilmente
podremos hacer reír a nuestro rebaño llamando a esas
lenguas de laboratorio si hemos enseñado en la escuela a
ese mismo rebaño que lo que ellos hablan también es
de laboratorio. No sólo eso, sino que argüir que la
normalización de las lenguas reducirá el "pintoresquismo
y fresco aroma dialectal" de esas lenguas, como se suele decir
del bable, es ignorar que en el español, como en cualquier
lengua culta, las decisiones académicas terminan por afectar
no sólo a la lengua escrita sino a la hablada, de modo que
desde el XVIII en España pasamos a decir muy cultamente concepto,
efecto, digno, solemne, excelente, etc., y abandonamos las evoluciones
propias que ya había creado nuestro idioma: conceto, efeto,
dino, solene, ecelente, y si ahora decimos Historia es porque la
copiamos directamente del latín y abandonamos la forma propia
del español, que era Estoria. Ni se imaginan el efecto uniformizador
y destructor de variedad lingüística que sobre las distintas
hablas del castellano tuvo la lengua académica divulgada
desde cada escuela e iglesia desde hace trescientos años.
Pero nada, ahí tenían ustedes a muchos defendiendo
la dialectización de los demás, negándoles
que se constituyan en sistema estable y culto, pero defendiendo
justo lo contrario para ellos mismos.
La
lengua patrón o estándar tiene un núcleo duro
casi invariable en cuanto a fonética y gramática (morfología
y sintaxis), y después variantes regionales, y sociales,
que son las jergas. En cuanto no hay intercomprensión entre
dos dialectos de un mismo idioma, ya no es un dialecto y se debe
hablar de una lengua distinta. ¿Entiende uno de Chamberí
a Gaspart cuando habla en catalán? No; ni aunque quisiese
entenderlo, que no es el caso. ¡¿Pues entonces cómo
coño va a ser uno dialecto del otro, joder?! La única
acepción de "dialecto" que se emplea referida a
otras lenguas es la que significa "lengua de segunda clase"
o "cháchara", inaceptable filológicamente
pero que como se ve sigue teniendo no poco predicamento entre mucha
gente, entre ellos licenciados en filología que dan clase
de lengua española en los colegios no controlados por los
pérfidos nacionalistas centrífugos.
Pero
probablemente el daño más perdurable que se ha infligido
al español y a su enseñanza sea la inclusión
en el plan de estudios, hasta casi eclipsar al resto del temario,
del famoso "análisis gramatical". ¿Se acuerdan?
Interminables frases llenas de cláusulas subordinadas de
relativo, sintagmas, relacionales causales, sujeto paciente y complemento
agente (sonaba hasta sensual, ¿no creen?) nexos, flexos,
esmegmas, flechas, árboles que no dejaban ver el bosque,
cajas, rayas, merluzas y sólo el Señor Yavéh
Jehová el Único Dios sabe cuántas cosas más.
Repit
with me: ¡Qué mierda pinchada en un palo sarnoso encontrado
en medio de la calle, que una madre es una madre!
No
nos equivoquemos: hay que estudiar gramática, eso es impepinable,
y si mi apuran incluso habría que dar algo de eso, pero nunca
antes de los dieciséis años como mínimo. Recuerdo
mis clases de lengua española con cierto cariño, pero
también tengo muy claro que tal como se me enseñó
el idioma a mí y a toda una generación lo raro es
que sepamos algo más que balbucir. En un sistema kafkiano
que merecería un estudio serio y equilibrado más que
un simple artículo como éste, no íbamos a la
escuela a aprender español, sino que se daba por hecho que
lo sabíamos y nos dedicábamos a analizarlo según
las más modernas y fashion teorías generativo-transformacionales
o puñetas que fueran en ese momento. Igual que a los soldados
el valor se les supone, a los niños se nos suponía
que el español ya lo teníamos que llevar sabido de
casa.
No
sólo eso, sino que, como esas modas iban por regiones, ya
que cada una tenía un mandarinato lingüístico
distinto, se podía llegar a dar el caso de que tus amigos
de piscina en vacaciones no tuviesen ni idea de lo que les decías
cuando les hablabas de la terminología de lengua española
que te habían enseñado, y ocurría a menudo
que un hermano mayor no podía ayudar al pequeño a
hacer los deberes de lengua porque su profesor utilizaba un sistema
de rayitas o cajas distinto que el del otro, y si se lo hacías
de otro modo que el que él decía se cabreaba. Puede
que también recuerden muchos los ojos desorbitados que ponían
nuestros padres, aunque tuviesen estudios, si les pedíamos
ayuda, porque eso les sonaba a vietnamita farfullado y sólo
habían aprendido la gramática que luego se practicaba
en ejercicios y redacciones.
Si
les hablo de mi propio caso, bastante representativo por el montón
de similitudes con la experiencia escolar de mucha gente que ha
hablado conmigo, les puedo asegurar que yo no aprendí un
pijo de español ni en la EGB ni en BUP y COU. Pero ni una
mierda. Aprendí a escribir por mi cuenta leyendo, aprendí
a poner los puntos y las comas en su sitio con la práctica,
y con la ortografía tuve problemas hasta que no me lo tomé
muy en serio. Redacciones y dictados hice alguno, pero de lo que
no hay duda es que analizar oraciones... ¡joder si analicé
oraciones! De hecho en mis pruebas de acceso a la universidad no
demostré mi más que suficiente dominio de la lengua
española, sino que lo que realmente hice fue demostrar que
sabía analizar de puta madre una longaniza de oración
de aquí te espero según la doctrina de la secta lingüística
asentada en la Universidad de Santiago, con el mandarín Guillermo
Rojo a la cabeza, no hace muchos años académico de
la lengua y además sin haber escrito ni un sólo bestseller
en su vida como Pérez Reverte, oiga.
Actualmente
hay una cierta autocrítica por parte de algunas autoridades
académicas y educativas que reconocen que quizá se
pasaron un poco con esa moda. Mi opinión sobre eso es que
fue una animalada tan grande como confundir la clase de educación
física con la de biología, y pretender que el niño
comprenda primero perfectamente cómo funciona el corazón,
los músculos y las articulaciones antes de que se eche una
carrerita. ¡Caray, pero si he visto unos análisis de
oraciones que quitaban el hipo en libros de lengua de 3º de
EGB, para niños de ocho años que casi acababan de
aprender a escribir!
Pero
la comparación no es la correcta, pues lo que nos enseñaban
a nosotros dista mucho de ser científico. ¿Se acuerdan
de lo de los lexemas y los morfemas? Si correr es una palabra, está
formada por corr-, que es un lexema con contenido léxico
y un morfema -er de segunda conjugación con contenido gramatical.
Si caballo es un lexema, con el morfema -s de número creamos
caballos. O sea que los psicólogos aún andan de bofetadas
sobre si sabemos realmente lo que es un caballo, o por lo contrario
sabemos en conjunto lo que son los caballos en general, pero estos
señores ya han decidido que el lenguaje es una clara demostración
de la bondad de la teoría de las ideas platónicas:
sabemos lo que es un caballo, tenemos la idea clara y diáfana
de la abstracción de un caballo en nuestra mente, y a partir
de ella derivamos lo demás. Si se fijan, podríamos
hacerlo al revés, porque la teoría completa nos dice
que caballo es un lexema, pero la palabra caballo que nosotros entendemos
como singular es el lexema caballo + ø, siendo ese simbolizo
de conjunto vacío la representación de la ausencia
del morfema plural, o sea el morfema fantasma que cabalga de nuevo:
no tiene materia y supongo que además será incoloro,
inodoro e insípido; si le damos la vuelta a la teoría
y optamos por una teoría de fondo que no sea el platonismo
y aseguramos que percibimos las cosas en su conjunto y en su contexto,
podríamos decir que el lexema es caballos, y que el singular
se obtiene restando el morfema de plural: caballos - (-s).
Y menos
mal que he utilizado este ejemplo, porque el otro clásico
nos dice que niñ- es un lexema que significa "persona
pequeñita que suele dar el coñazo", y si hacemos
niñ- + o + s tenemos "persona pequeñita que suele
dar el coñazo de género masculino, más de uno".
¿Usted ha visto alguna vez un niñ- ? Porque yo en
mi puñetera vida. ¿Por qué consideramos más
científico estos despropósitos que las mónadas
de Leibniz o que las ya comentadas ideas puras del kosmos noetos
de Platón? Como ellas, nunca han salido del papel, y no se
merecen ser llamados teoría, sino que simplemente es una
conjetura filosófica. Pero a nosotros nos amargaron la vida
con ella, nos la presentaron como si tuviese la misma validez que
las Leyes de Faraday y su estudio nos privó del tiempo necesario
para aprender lo realmente útil y perdurable: el estudio
del uso de la lengua.
En
definitiva, esto no es más que un intento de copiar nuevamente
desde las ciencias humanas la terminología y el prestigio
de las ciencias naturales, y en especial la física. Lo de
los lexemas y los morfemas no es más que un intento de "teoría
atómica" del lenguaje, con la diferencia de que esto
no pasa de ser una especulación y, como ya he dicho, nunca
nadie ha visto un morfema fuera de la pizarra, donde se pueden cortar
las palabras con guiones y decir que esto significa esto y esto
lo otro con la misma tranquilidad que repantingado bajo la sombra
de una higuera se puede hablar de las distintas partes del alma
o de la constitución de la república perfecta: el
único límite es la imaginación. En el fondo
estamos ante una pseudo ciencia sin base teórica y que no
puede plantear ni experimentos ni refutaciones de ningún
tipo, como el psicoanálisis o el marxismo, vapuleados hace
tiempo por filósofos de la ciencia como Karl Popper. Por
qué estos excesos de la lingüística y su abuso
en el sistema educativo no han sido tratados como merecían
y expuestos para cachondeo público es algo que se me escapa.
Del
mismo modo, si se preguntan por el origen del famoso análisis
sintáctico, quizá en su momento les llamó la
atención las incoherencias que mostraba, o cómo había
que improvisar soluciones ad hoc de última hora para analizar
algunas peculiaridades del español. Esto se explica por la
sencilla razón de que la supuesta teoría maravillosa
que explicaría la gramática universal del lenguaje
funciona que te pasas cuando se aplica al inglés, y como
el español y el inglés tienen una estructura de frase
bastante parecida (no es coña), el análisis funciona
en español cuando se parece la estructura de la frase a analizar
al inglés, pero como se salga uno empiezan a saltar chispas,
y si nos salimos del ámbito de las lenguas indoeuropeas el
maquinillo vuela por los aires.
Ésa
es la mierda que nos enseñaron. A mí en particular
me da igual las discusiones de gabinete entre las distintas sectas
lingüísticas, y por mí como si se matan entre
ellos mientras no salpiquen. Pero en España no: los experimentos
no se hicieron con gaseosa, sino con toda una generación
de españoles a los que no sólo se les negó
el conocimiento de los orígenes y evolución de su
lengua en aras de una mejor manipulación ideológica,
sino que se les privó de un estudio suficiente y correcto
del uso de su lengua a favor de la satisfacción personal
de una serie de mandarinatos lingüísticos que prefiero
ni pensar qué clase de placer erótico sentían
al saber que los niños repetían cosas que no tenían
ni idea de lo que eran. Lo que se hizo fue tan grave como si a los
niños de ocho o nueve años les calentásemos
la cabeza con filosofía del lenguaje a todo tren, y precisamente
algunas de las reyertas intelectuales más grandes que ha
habido en el siglo pasado han sido entre lingüistas y filósofos
del lenguaje. ¿Se imaginan a los peques oyendo al profe hablar
de Russell y Wittgenstein? Pues igual de burrada es meterles todo
ese rollo lingüístico.
Éstas
son la razones por las que hoy día los académicos
e intelectuales se quejan amargamente del pobre uso que se le da
a la rica y fecunda lengua de Cervantes en la calle y en los medios
de comunicación. Siempre tuve la imagen mental de que es
como si en el juicio de Nuremberg los jueces hubiesen sido los nazis
y el acusado la totalidad del pueblo alemán. Aquí
los que más hablan son los que no deberían salir a
la calle de vergüenza que deberían tener por lo que
han hecho. Ya dije antes que a veces hacen un poco de autocrítica,
pero lo más normal es que le echen la culpa a la tele y al
inglés: balones fuera. En primer lugar, la tele no tiene
culpa de nada, y en segundo lugar la penetración del inglés
y de otro tipo de idiocia se podría evitar perfectamente
por medio de un estudio de la lengua correcto y sobre todo de la
sociolingüística, que en este caso funcionaría
perfectamente como vacuna. Pero... ah, la sociolingüística
nos daría herramientas suficientes para comprender las relaciones
de poder y de dominación, casi siempre en función
del poder económico, de unas lenguas sobre otras. Y eso es
lo que hacen las lenguas que no son el español en España:
intentar explicar la situación de esas lenguas disminuidas
y atacadas por.... ¿me atreveré a decirlo?, el español,
pasa por comprender unos conceptos básicos de sociolingüística,
aceptados en todo el mundo pero calificados como "chorradas
nacionalistas" por el ABC y demás "patriotas constitucionales".
Enseñar los mismos conceptos como válidos para explicar
la penetración de anglicismos superfluos en el español
o la situación del español en Estados Unidos e Hispanoamérica
no sería una estrategia muy inteligente.
Del
mismo modo sería fácil hacer un pequeño plan
de estudios para enseñar a los niños las tácticas
de manipulación de conceptos y del lenguaje que se emplea
en la publicidad, cómo se generan estados alfa en la mente
por medio de la televisión para generar fases de alteración
de la conciencia y permitir la sugestionabilidad, y todo lo que
en general se llama la programación neurolingüística
(si quieres saber lo que es eso y no volver a dormir tranquilo por
la noche, métete en este enlace), disciplina a la que son
adeptos desde los ejecutivos de la Coca-Cola hasta el último
pie tierno metido en política. Pero después no podríamos
evitar que se partiesen de risa ante un espacio electoral, o en
el caso más grave que fuesen al Congreso y los sacasen de
allí a patadas en el culo. ¿Se imaginan a la gente
comprando lo que les gusta realmente y lo que necesitan, y no lo
que les dicen que necesitan comprar para ser más listos,
más guapos, más socialmente atractivos o que sencillamente
deben comprarlo porque hay que comprarlo y a mí no me repliques
que yo sé lo que tú necesitas? Qué asco, ¿no?
Si
usted ha creído alguna vez el rollo de que se quiere hacer
una educación que cree ciudadanos libres y con conciencia
crítica, mírese bien de arriba abajo no vaya a ser
que vaya a ir vestido con un mono que lo identifique como miembro
del Partido y esté leyendo la gaceta del Ministerio de la
Verdad.
Y es
que también es importante mantener en la inopia a la población
sobre los más elementales conceptos filológicos para
vendernos la moto de "la pujanza del español en el mundo",
o "cuidadito con nosotros en los USA, que vamos a terminar
haciéndolos hablar español". Huy, sí,
precisamente acabo de cruzarme con el inglés y lo encontré
temblando de miedo. No es que quiera ser cruel, pero ¿ustedes
se han parado a pensar en la situación económica y
cultural en la que están todos los países hispanohablantes
que no son España? Y nosotros, que aún tenemos un
ir tirando, ya ven lo que pintamos en el mundo, y todos perdiendo
el culo por aprender inglés. Todo lo que se nos dice se magnifica
y agranda hasta hacerlo parecer como lo que no es. ¿Por qué
los emigrantes de otras nacionalidades durante el siglo XIX y XX
no conservaron su idioma, si algunos incluso llegaron a ese país
con un nivel cultural superior al de los hispanos? A veces, si se
fijan en los artículos que escriben estos intelectuales y
académicos, notarán que saben las trolas que están
metiendo y a veces dejan caer algún concepto sociolingüístico
que contradice lo que ellos mismos dicen, o cómo reconocen
que el spanglish es un estado transitorio de hibridación
lingüística similar al mestizaje que sufrieron durante
un período de tiempo más o menos largo las lenguas
nativas de los indios americanos antes de desaparecer y ser substituidas
por el español.
En
definitiva, que el español está como lo han dejado,
y poca o nula culpa tenemos los pobrecitos a los que nos quieren
hacer responsables de todos sus desastres, cuando los mismos que
nos acusan son los máximos culpables de su estado y de hacer
experimentos no con gaseosa sino con nuestra educación. Toda
una generación de españoles tuvimos la desgracia de
estudiar con los infames libros de lengua y literatura española
del señor Lázaro Carreter, miembro y anterior presidente
de la RAE, y que me imagino que se debió de lucrar bastante
con ellos, y si no lo hizo bien tonto fue. Miliki sacó hace
poco un disco con sus canciones de toda la vida, cuyo título
era a la vez la dedicatoria: "A mis niños de treinta
años". Más que titular a su libro El dardo en
la palabra, podría titularlo: A mis analfabetos funcionales
de treinta años. Jugada maestra: forrarse con los libros
de texto más inútiles que ha parido madre y que han
garantizado con su método el analfabetismo funcional de toda
una generación de españoles y el desprecio de la literatura,
lo que ha propiciado tener sentado a su lado a Pérez Reverte.
Y, después de lo conseguido, a volver a vender libros cachondeándose
de las incorrecciones lingüísticas de sus alumnos, a
los que él y los que diseñaron ese aberrante estudio
de la lengua se negaron a enseñarles algo de provecho.
¡Qué
huevos! ¡Como sandías!
Y si
no, recordemos todos lo que nos explicaba don Lázaro en el
primer párrafo de la primera página del libro que
iba a sumergirnos en el estudio de la lengua de Cervantes, y en
el que se los explicaba que la estructura profunda era:
- El
niño es rubio.
- El
niño está en la calle
Y la
superficial:
- El
niño rubio está en la calle.
Esto
no vale para otra cosa que no sea para llorar de pena. La hipótesis
de la estructura profunda y superficial es bastante endeble por
sí misma porque no tiene ninguna base experimental y suena
más a desbarre pseudocientífico que presupone la existencia
de máquinas lectoras del pensamiento propias de Star Trek,
pero como ven en el modelo que nos vendía don Lázaro
difícilmente se podrían aplicar las fases de la omisión,
la distorsión y la generalización que supuestamente
llevan de una estructura a otra.
Esta
chorrada de estructuras como las explica Lázaro Carreter
no sirve ni como simplificación para los niños. Y
no quiero ni pensar que a un chaval de sexto de primaria se le intentase
hacer comprender el modelo completo según Noam Chomsky, porque
me tendría que imaginar que a la hora siguiente llega el
profesor de ciencias naturales y les dice: "¿Qué?
¿Animados para hablar hoy de Max Planck y el cuerpo negro?"
Claro que también nosotros somos de la generación
a la que frieron con la teoría de conjuntos a una edad que
es imposible que se puedan entender del todo lo de biunívoca,
biyectiva, invectiva y sobreyectiva. Si el pobre Cantor levantase
la cabeza...
Como
ven, todo tiene nombre y apellidos, cada teoría y cada teorema
salió del coco de alguien, y por lo menos así lo suelen
dejar claro en las ciencias. A veces se les olvida decirnos en el
caso de las ciencias quién es el padre de cada cosa, pero
no es especialmente grave desde el momento en que se supone que
a la misma conclusión se podría haber llegado otra
persona con los mismos medios y el mismo método. Todo lo
contrario en las humanidades, donde desde el mismo principio se
nos negó el conocimiento de que cada opinión sobre
Historia o Literatura salía de alguien en particular, se
nos negó la posibilidad de saber los medios por las que había
llegado a esas conclusiones y sobre todo se nos negó el conocimiento
de que esas opiniones que se nos hace pasar por conocimiento científico
estás guiadas por una intencionalidad y obedecen a unas pautas
ideológicas. A no ser que pases por la facultad correspondiente
nunca llegarás a saber los dogmas de con qué escuelas
historiográficas te embutieron de pequeño, ni quién
se inventó en origen las interpretaciones canónicas
de las grandes obras de la literatura, que luego repetíamos
como imbéciles en el examen sin haberlas leído todavía.
Y es que por desgracia una de las constantes en el estudio de las
humanidades es despojarlas de su mismo carácter y presentar
hechos subjetivos y afirmaciones ideológicas como fríos
enunciados científicos y como una realidad probada, desde
el estudio de la lengua al de la Historia del Arte, cuando precisamente
en las humanidades es donde más hincapié se debería
hacer en el carácter humano de elaboración personal
y colectivo de ese tipo de conocimiento. En definitiva se enmascara
el carácter dogmático (magister dixit) de esas disciplinas,
a las que obligan a basarse en la autoridad de media docena de nombres
a los que se trata casi como a semidioses, y se corta de raíz
cualquier dimensión crítica y liberadora que puedan
tener. Por algo será.
No
es un dardo lo que han recibido la palabras. Nos las han dinamitado.
Y con ellas todo lo que ellas nos permiten comprender.
Santiago
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